En tiempos de noticias prefabricadas, propios y extraños deben estar preparados para el próximo espectáculo televisivo de este año: el dramático traslado, en vivo y directo, de Antonio Ledezma hacia una clínica privada, en el momento cúspide de su huelga de hambre. La cama ya ha de estar tendida, la ambulancia calentando motores y las veinte cámaras pautadas a lo largo del trayecto.
Como modélico representante de la insepulta IV República, el alcalde metropolitano puede ser acusado de prácticamente cualquier cosa, menos, al igual que su mentor, Carlos Andrés Pérez, de pendejo.
Hace tres meses, cuando acababa Manuel Rosales de huir hacia Perú, Ledezma ha de haber tomado nota de la recomendación que a los políticos de su acera formuló el encuestador y asesor electoral Luis Vicente León: “A Chávez sólo lo puede enfrentar un héroe”. “Yo mismo soy”, habrá dicho el hombre cuando leyó la tesis de León, recogida por El Universal en nota redactada por Eugenio Martínez.
La declaración, desempolvada y puesta a circular por Mauricio Rodríguez en Internet, arroja luces acerca del “sacrificio” iniciado por Ledezma a las puertas de la sede caraqueña de la OEA, en Las Mercedes.
León describía entonces a Chávez como un “titán”, con popularidad y fuerza renovada tras el referendo de la enmienda constitucional, al que la oposición debía oponer a un “héroe” que aparezca “dispuesto al sacrificio, a asumir riesgos gigantes para obtener el objetivo propio y común”.
La huida de Rosales lo descartaba, obviamente, como ese héroe, a pesar de que, según León, sus seguidores comprendieran sus razones.
Sólo será un héroe, apuntó, “el que se tira al remolino, sea exitoso o no”. Para él, será recordado por la historia “el que saltó al vacío para salvar su gente y sólo se convertirá en problema grave para el titán el héroe que se queda, aún en desventaja, para enfrentar aunque sea simbólicamente al abusador”.
En clara alusión a Rosales, León anotó que “no ser héroe cuando diriges al grupo hace que éste se debilite cuando su líder debe actuar racionalmente (…) y entonces más vale buscar otro actor que dirija al grupo”.
Lapidario, comentó que la gente “abandona a héroes que no son exitosos” y citó los casos de la gerencia antichavista de la antigua Pdvsa y los ex directivos de la PM sentenciados por crímenes del 11 de abril de 2002.
Culmina la nota pronosticando que sólo cuando aparezcan personas dispuestas a sacrificarse, los factores del antichavismo “tendrán opción de cambiar el país”.
Polarización renovada
Aunque de la boca hacia fuera pregonan formales condenas al golpe de Estado en Honduras, y de retruque aprovechan para compararlo con el intento liderado por Hugo Chávez en 1992, en términos prácticos la oposición venezolana y especialmente eso que alguna vez Ibsen Martínez denominó “el establecimiento mediático” se han alineado a favor del gobierno de facto instalado por los militares en Tegucigalpa y en contra del presidente legítimo, Manuel Zelaya.
Nuestra derecha local (que de paso se molesta cuando así se le llama) y nuestros “formadores de opinión” aparecen más a la derecha que cualquiera de los gobiernos del continente, incluido el de EEUU, que al menos en el plano diplomático coge la línea del presidente Obama en su desconocimiento al régimen militar con fachada civil.
Por algo, el político español Jorge Verstrynge declaró hace unos años que, comparada con la venezolana, la derecha española parece marxista leninista.
Más que difícil, luce impresentable una posición equidistante, intermedia, moderada, frente al brutal y disparatado proceder de los militares hondureños y sus aliados civiles. La jerigonza jurídica, que pretende pintar a Zelaya como un delincuente por promover una consulta popular, no hace sino pulir y volver más nítido el carácter reaccionario del golpe y, por consiguiente, de sus legitimadores. Con siete años de distancia, reinauguraron así la vía golpista ya ensayada aquí en abril de 2002 con el golpe de las élites venezolanas contra la Constitución de 1999, emanada de un proceso constituyente que es pionero de otros, como el boliviano, el ecuatoriano y del (ahora congelado) hondureño. El éxito definitivo o no de ese golpe centroamericano determinará si el mismo camino habrán de transitar los poderes fácticos de otros países sumados a la corriente histórica de cambio, como Bolivia, donde ya se intentó algo parecido el año pasado, y El Salvador, ahora gobernado por el ex guerrillero FMLN, con el mismo Ejército al que por años se enfrentó militarmente. Los oficiales salvadoreños, al igual que los hondureños, vienen de años de formación y alineación proestadounidense.
En fin, un cuadro que repotencia la polarización política, con todo lo bueno y lo malo que ello comporta. Guste o no, las opciones se van cerrando. O se está con la corriente histórica de cambios o con las fuerzas de la conservación restauradora. Como bien dijo Roy Chaderton en la OEA, los gorilas salieron de la jaula porque alguien les abrió la reja. Por más que se argumente en torno a las razones de Ledezma para reclamar atención internacional ante la transferencia de algunas de sus antiguas competencias al poder central, en la práctica su gesto es a favor de Micheletti. Ambos tienen los mismos aliados políticos, empresariales, eclesiásticos y mediáticos. Ambos representan el mismo proyecto para América Latina: la paralización de los procesos constituyentes y la defensa de un pasado, aún demasiado presente, de iniquidades y dependencia.
Taquitos
ATERRIZAJE. Si EEUU condenó el golpe en Honduras, y tiene en el territorio de ese país una base militar bajo su control, ¿por qué no facilitó el aterrizaje del avión venezolano que (desde Washington) llevaba al presidente Manuel Zelaya de vuelta a su país? Si lo sigue reconociendo como el presidente legítimo, sería incongruente que se negara a permitirle acceso a suelo hondureño al dignatario del Estado anfitrión. Allí, se supone, los militares golpistas de Honduras no habrían podido atravesar los vehículos que colocaron en la pista del aeropuerto de Tegicugalpa para impedir el arribo de Zelaya. CITA: “En Tegicucigalpa hay algunos focos de disturbios”. Leyenda de El Nacional en su primera página del 30/06/09, bajo una foto de un camión antimotines lanzando líquido rojo contra manifestantes. De haber sido en Venezuela, u otro país del Alba, no se hablaría de disturbios sino de represión contra la sociedad civil. Así son las cosas.
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