El reloj de la revolución bolivariana

Venezuela vive sometida a una presión sistemática y dislocante del gobierno de los Estados Unidos. La última trastada fue la penetración de unos 150 mercenarios, casi todos colombianos, en una operación destinada a asesinar al Presidente y crear un caos suficiente como para que la OEA se posesione del país. Como en Haití.

El gobierno nacionalista revolucionario de Chávez respondió con dos medidas correctas: la movilización de las masas y la proclama de "profundizar la revolución en su fase anti imperialista" (discurso del domingo 16 de mayo).

Esto se daría en tres terrenos, el fortalecimiento de la defensa militar dentro y fuera de las Fuerzas Armadas; la reforma agraria y algunas expropiaciones a empresarios financistas del terrorismo interno. Fuentes del movimiento sindical venezolano sostienen que la "profundización" también podría alcanzar a algunos medios comerciales golpistas. Día a día ellos convocan al derrumbe del gobierno en casi todos sus programas, publicidad y noticieros. Esa operación de prensa está coordinada con la CNN, Univisión y otros medios continentales. ¿Cuál es el apuro del imperialismo en echar a Chávez" ¿Por qué ha acentuado su asedio en los últimos 4 o 5 meses" ¿Por qué esa conducta imperial se manifiesta en desesperación patológica de un sector de la oposición interna" ¿Por qué está decidida a provocar una guerra civil al estilo del Bogotazo (asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, 1948) matando al presidente Chávez"

La explicación hay que buscarla en cuatro hechos vinculados: El desastre iraquí, el síndrome petrolero, la urgencia de las siete potencia dominantes (OCDE) para controlar precios y reservas confiables, y finalmente, la incontenible fuerza política y organizativa adquirida por la "revolución bolivariana", dentro de una Sudamérica cada vez más insurrecta.

El olor petrolero del desastre iraquí

Para comprender el desastre iraquí de la política de Bush, debemos recordar que fue la operación matriz de su nueva política mundial. Afganistán fue la reacción y el castigo, a lo sumo la señal de que el imperialismo necesitaba reubicar su estrategia.

Irak consumió 13 veces más de lo gastado en Afganistán; superó lo invertido en Vietnam entre 1969 y 1973. Pero la operación sobre Irak no se limitó a lo militar. Fue la inauguración de un nuevo patrón de dominación internacional que involucró las relaciones con la ONU (léase Unión Europea, Rusia, China y Japón).

Desde la ocupación de Bagdad, cambió el cálculo de la seguridad energética global a largo plazo (precios y reserva). Se intentó armar una nueva plataforma de control para el Oriente Medio y un campo de inversiones nuevas en 8 ramas industriales y comerciales ligadas a la reconstrucción de Irak.

También tenía como objetivo ejercer un mayor control social sobre la población de los Estados Unidos.

Algunos de estos elementos son de carácter típicamente nazis, fascistas.

Lentamente han comenzado a sorprender al propio pueblo norteamericano. Las imágenes de las torturas equivalen, en otro contexto, a las bolsas negras que llegaban de Vietnam con cadáveres estadounidenses.

Pero Irak es más que Vietnam. Es al mismo tiempo Palestina, Afganistán, etc., involucra reivindicaciones y movimientos integristas islámicos de una subregión repleta de crudo e inestabilidad crónica. Del desastre en Irak sólo falta el capítulo final y afectará todo lo que Europa y EE.UU.

hacen o dejan de hacer, en Oriente Medio y en los países gasíferos del Extremo Oriente.

Estados Unidos está por perder su segunda guerra en 200 años, después de ganarla en menos de 3 meses. No podrá controlar como se propuso con Irak las reservas de crudo liviano árabe. Las mayores del planeta. Tendrá que retroceder en su política para Palestina e Israel, sobre todo después de las movilizaciones en Tel Aviv contra los bombardeos nazis de Ariel Sharon.

Y mientras reordena ese lío, los precios del crudo en la pantalla de Texas estarán muy por encima de la base media de 17 dólares. El más importante efecto al interior de EE.UU. es la probable derrota de Bush, especialmente si crecen las movilizaciones internas.

Vistas así las cosas, el pronóstico de Chávez puede cumplirse y el "pendejo" de Washington se iría antes que el zambo de Caracas.

Los tres tiempos de la revolución

Es este cuadro nuevo de las relaciones políticas y económicas internacionales, abierto con el desastre iraquí, lo que obliga a Washington a reordenarse en América latina. Y para lograrlo debe mover dos piezas convertidas en verdaderos obstáculos: Cuba y Venezuela. Cuba es su más grande dolor de cabeza político. Venezuela es eso, pero con petróleo. Ambos son malos ejemplos para el equilibrio imperialista sobre el continente.

En el final de Irak comienza la nueva fase de la conspiración contra el gobierno de Hugo Chávez. Su intensidad será directamente proporcional al modo en que salga de Irak e inversamente correspondiente a la fuerza de la resistencia interna venezolana. No será igual si sale por paliza como en Vietnam, que por la puerta trasera de la negociación.

El asunto se les complica, porque esa resistencia se fortalece ideológica y organizativamente. Este es el verdadero dilema del Pentagon Club que rodea a Bush. La renovada ofensiva contra la "revolución bolivariana" deberá resolver este asunto determinante.

La apuesta por la "opción Gaitán" (matar al líder del proceso) deberá despejar la incógnita de cómo responderán centenares de miles de jóvenes, obreros, empleados, estudiantes y una parte del campesinado. No sólo dentro de Venezuela.

La "revolución bolivariana" ha ganado simpatía en las masas pobres de varios países del continente.

Dirigentes y difusores populares de Caracas y Maracay, me comentaron en medio del II Encuentro Mundial reunido en Venezuela el 11 de abril lo siguiente: "El compañero Chávez es el líder de esta revolución y perderlo sería un desastre. Pero él mismo siempre ha pregonado la necesidad de la organización popular y la conciencia de que estamos en una revolución que se salva si la salva el pueblo, como dijo Alí Primera".

Este parece ser el curso tomado por el proceso político venezolano. La derrota del golpe del 13 de abril de 2002 en las calles, es la impronta más palpable de esa tendencia.

Tanto el discurso del presidente Chávez este domingo 16 de mayo, como la respuesta popular en Caracas y unas 15 ciudades del país, muestran que la revolución sigue su marcha.

Soporta el asedio imperialista y la conspiración interna, pero al mismo se niega a cumplir el calendario artificial de los "gradualistas" y los tremendistas al interior de Venezuela. A ambos sectores del proceso les gustaría imponerle su ritmo privado a las agujas del reloj de la "revolución bolivariana".


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Modesto Emilio Guerrero

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

 guerreroemiliogutierrez@gmail.com

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