Mas sobre la boda "real"...

Bodas de Sangre

La monarquía, ese esperpento rimbombante, ensueño de fatuos y consuelo de tontos, se apresta hoy de nuevo a mostrar sus pompas. Los explotadores de todo el mundo han sido invitados a despilfarrar los dineros del robo; van al festín que han montado en el mundo, y el plato principal, por ende será de morcillas cocidas con las viseras y la sangre de los miles y miles de seres humanos, de niños, ancianos, de mujeres y de hombres valientes que han caído defendiendo sus patrias y que no escucharán el tintineo de las copas cuando los ricos del globo brinden por el Felipillo y su mujer.

Será un espectáculo macabro porque embobarán a millones de teleespectadores ocultando los ojos ciegos de los cadáveres bajo el oro y el relumbrón de sus diamantes. La reina de Inglaterra llevará un collar de brillantes cuya luz pretenderá opacar el fuego de los huesos de millones de negros e hindúes quemados en las piras de la codicia, el saqueo y la maldad.

Los reyes de Holanda llevarán tras de si el tufo a mortecina que aún exhalan sus puertos de piratas negreros.

Mientras tanto los que aún quedamos vivos y despiertos sobre este planeta miramos atónitos la danza macabra, el vals sublime que pretenden bailar sobre la alfombra de piel humana que se han tejido para mullir sus pasos los explotadores del mundo. ¡¿Hasta dónde nos quieren llevar, es que acaso no ha sido suficiente la tortura que nos inflingen con la tétricas imágenes de los noticieros nocturnos?!

También había júbilo y esperanza, cantos y euforia en aquella humilde aldea de Irak donde una anónima pareja decidió rendirse ante el amor del uno por el otro y tener varios hijos, pero el final ha sido otro, las arras fueron un rosario de pedazos de cuerpos envueltos en frazadas y el largo y aterrador llanto de las madres, de los padres y de los invitados. Un llanto ahogado por el tronar de los motores de los centuriones modernos de este fatídico imperio que quiere adueñarse de todos y hacernos sus esclavos.

No sabemos qué dios invocar, qué oráculo consultar, para encontrar explicación a tamaña burla. Hacen una boda los reyezuelos en España cuando aún no se han enfriado las uñas en las manecillas de los niños dormidos bajo las arenas de Mesopotamia, de esos niños que destrozaron bajo el redoble de los tambores de la inquina. ¿De quién se burlan?

Irán a la boda, ¡no podrían faltar! los clérigos con sus altas mitras y sus anillos de piedras púrpuras como la sangre de los indios latigueados en los patios de las Encomiendas. Sonreirán los sacerdotes del Vaticano y nadie verá el rastro que sus dientes han dejado en las almas de millones de verdaderos seguidores de Cristo. “Siguen matando cristianos por defender esa cruz…”

Nosotros no iremos a esa boda, no compartimos con los ricos el placer del asesino ante la víctima; nos da horror la palidez de la muerte en los cadáveres, la misma palidez de los rostros que las “nobles” ocultan bajo la máscara de sus sórdidos maquillajes. Nos dan nauseas, no somos de la casta de condes y vampiros que beben la sangre en largos tragos hasta dejar seco el cáliz de esa eucaristía, y que sacrifican a los jóvenes como carneros sobre la piedra del altar del dinero.

De ese cáliz no hemos de beber, queremos la vida, el amor, la solidaridad, la voz de la madre cuando canta a su hijo que sueña en su regazo, queremos vivir y no sentir temor de que sea este o cualquier país otro del planeta la casa de su próximo festín.

Queremos que el mundo nos oiga, somos hombres y mujeres de este planeta que sabemos que la diferencia entre ellos y nosotros, es que somos los justos, que tenemos la razón y que nos da pena la desvergüenza con que ellos pavonean el botín de sus miserias.

Se quieren seguir adueñando de las riquezas de los pueblos y acuerdan sus negocios en ese banquete de bandidos, servido en la plata salida de los socavones y no ven el esputo de dolor del indio en el fondo del plato del que comen.

Nosotros no vamos a fiesta de muertos, somos libres y estamos del lado de la luz; somos tantos que el sol se ve a si mismo en el reflejo de nuestros ojos cuando al unísono miramos al cielo. Las bodas aquí son las nuestras y no sus contubernios, amancebamientos de esclavos doblegados por la sola voluntad del oro con que adornan los negros carruajes de su pobre cortejo.


*Periodista /Artistas y Trabajadores de la Cultura con la Constitución (ATCC).
Venezuela.


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Marco Aurelio Rodríguez García*

Periodista, Politólogo, poeta, escritor, humorista y ensayista. Columnista en varios medios, digitales e impresos.

 elmacaurelio@yahoo.es

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