Una “vanguardia” revolucionaria encarnada en unas direcciones estadales, municipales o locales del partido intensamente embojotada y sin línea clara de separación entre el poder constituido y su poderoso brazo burocrático o lo que más o menos nos lleva a decir "zamuro cuidando carne". El rol fundamental del partido, su profetismo radical y sin complicidades, colocado en manos de quienes deben ser controlados. Controladores y controlados en el mismo saco e incluso, en muchos casos, con las mismas caras y cédulas de identidad.
Un verdadero disparate que en poco tiempo podría significar un auténtico desastre. Sólo imaginemos lo que podría ocurrir si alguna de estas autoridades con poder omnisciente y total dejara de actuar –si acaso ya no lo está haciendo- en la línea de la profundización revolucionaria o incluso saltara la talanquera. Al instante, no sólo el cargo al que llegó de la mano de Chávez y el pueblo estaría en poder de la reacción restauradora sino también toda la estructura partidaria y de organización popular que ha venido siendo colocada bajo la influencia y autoridad de esta burocracia en desmedro del poder popular. Gobernadores, sin actuación revolucionaria clara y al mismo tiempo jefes del buró político del partido. Los burós políticos del partido dominados y controlados no sólo por mandatarios del poder constituido sino incluso por burócratas nombrados de oficio, sin mayor trayectoria de lucha, sin compromiso político y sin otra visión del contexto que la que mana de sus conocimientos técnicos. Reitero, algo como para salirle al paso a tiempo antes que sea demasiado tarde.
Otra manifestación peligrosa para la salud de la Revolución tiene que ver con una suerte de emprendimiento de batallas con clara vocación de derrota anticipada, con toda la carga de desaliento, agotamiento y confusión que esto crea en la fuerza popular. Se le hacen expedientes a Globovisión, por ejemplo, empleando y gastando nuestros mejores cuadros y recursos para cansarlos sin posibilidad de éxito, al entregarles casos nimios, perdidos por anticipado y soslayando en cambio los casos que tienen todos los elementos para terminar de destruir esa cloaca de una vez por todas.
Se le entrega a la contrarrevolución nacional e internacional motivos para que adelanten una letal campaña contra Venezuela y el presidente Chávez. Entonces, quienes deben actuar dicen que no se ha podido hacer nada porque no se tiene una Ley de Delitos Mediáticos cuando esto es totalmente falso. El Código Penal reformado en el año 2005 entrega a las autoridades del Ministerio Público todos los elementos necesarios en el ámbito del vilipendio o el terrorismo mediático para que sin más desgastes ni excusas, la directiva de Globovisión estuviera ya fuera de ese canal y tras las rejas, sin necesidad de invocar por nuevas leyes. Veamos si no es así, a continuación tienen ustedes el artículo 296, en su ordinal A, reformado en 2005 y por tanto, vigente:
“Todo individuo que por medio de informaciones falsas difundidas por cualquier medio impreso, radial, televisivo, telefónico, correos electrónicos o escritos panfletarios, pretenda causar o efectivamente cause pánico en la colectividad o la mantenga en zozobra, será castigado con prisión de dos a cinco años. Si estos hechos son cometidos por un funcionario público, valiéndose del anonimato o usando para tal fin el nombre ajeno, la pena se incrementará en una tercera parte. Este artículo será aplicado sin perjuicio de lo establecido en la legislación especial sobre los delitos informáticos, telecomunicaciones, impresos y transmisión de mensajes de datos”.
¿No habría sido suficiente esta legislación para que el Ministerio Público hubiese imputado a Globovisión sin esperar a nuevas leyes? Veamos un par de casos: Hace unos meses apenas, la transnacional Exxon Mobil demandó a la empresa estatal PDVSA. Unos meses antes de esta demanda, PDVSA había colocado en el mercado interno bonos de la deuda por 2000 millones de dólares que fueron comprados por pequeños ahorristas venezolanos. Bonos en dólares comprados en bolívares. Inmediatamente que se conoció la demanda contra PDVSA, Globovisión, junto al resto de la contra mediática -pero quiero referirme a Globovisión-, emprendió una campaña inmisericorde de terror utilizando “expertos petroleros”, economistas y politólogos, destinada a presentar a PDVSA como una empresa quebrada. Personajes como Juan Carlos Sosa (hijo del expresidente de PDVSA del mismo apellido), en programas como grado 33 y Aló Ciudadano llegaron a afirmar que el valor de los bonos en manos de la gente era inferior al del papel en que estaban impresos. Teodoro Petkof comparó a PDVSA con un cadáver putrefacto al que sus acreedores harían bien en abalanzársele como hienas para que cada uno salvara lo que pudiera. Mucha gente aterrorizada salió a liquidar sus bonos por cuatro lochas. Algunos bancos hicieron su agosto comprando a precio de gallina muerta esos bonos. Incluso bancos con relación directa con ese canal. Cuatro días después se impuso la verdad. La campaña contra la credibilidad de PDVSA era eso, una campaña y nada más. Un juez inglés sentenciaba que no podía estar quebrada una empresa respaldada por cientos de miles de millones de barriles de petróleo en reservas. A la mañana siguiente los bonos de PDVSA alcanzaban –como debía ser- un valor record. Alguien ganó cientos de millones de dólares en pocos días gracias a esta campaña… ¿seguimos?, ¿seguimos o habrá aquí suficiente material para invitar a la directiva de Globovisión a tomar un cafecito en la Fiscalía basados en el 296-A del Código Penal?
Sólo un caso más porque estoy seguro que ustedes tienen en su mente cientos de ellos acumulados a lo largo de estos últimos años, para no irnos muy atrás. Hace apenas un mes, en el programa Aló Ciudadano, la periodista María Isabel Párraga, a dos manos con su colega Leopoldo Castillo, aterrorizaba a los venezolanos y las venezolanas, filtrando con palabras, gestos y guiños que la nueva Ley de Educación era una copia de la Ley Cubana y que habían fundados indicios para creer que el Estado venezolano le quitaría la patria potestad de sus hijos a los padres y madres venezolanos. Pregunto, ¿Se ajustará esto al siguiente fragmento del texto del 296-A?: “Todo individuo que por medio de informaciones falsas difundidas por cualquier medio impreso, radial, televisivo, telefónico, correos electrónicos o escritos panfletarios, pretenda causar o efectivamente cause pánico en la colectividad o la mantenga en zozobra, será castigado con prisión de dos a cinco años.”
Impunidades campantes como estas llevan al pueblo a la desesperanza e incluso a actos inconvenientes de rebeldía. Duele que una camarada proba como Lina Ron haya sido diligentísimamente imputada, acusada y apresada, además de clamorosamente condenada a priori por una pila de “revolucionarios pentium”, además de algún prócer revolucionario de micrófono y pantalla, sin haberse detenido por un instante a oír la versión de la camarada o a analizar los elementos que están en el video presentado por la cloaca de Globovisión. A esto le sumamos lo que es peor: olvidarnos que ese gesto de arrechera que en última instancia a nadie hirió fue contra una cloaca inmunda que tiene sobre su espaldas cientos de revolucionarios y revolucionarias muertos y anda buscando otros miles más cocinando las 24 horas de cada día un fatal enfrentamiento entre venezolanos, una invasión extranjera o una lluvia de fuego del cielo que destroce esta patria con tal de salir de Chávez y la revolución bolivariana. Esa es la bestia “agredida” por Lina, esa es la bestia compatriotas y Lina es Lina camaradas, ¡carajo! ¡¡¡Lina es revolucionaria, luchadora sin ambages y nuestra!!! Con sus errores, con sus cosas, Lina es nuestra.¡Que clarita está la derecha!, ¡cómo defienden a sus Foreros, sus Simonovich, los suyos, así hayan mil pruebas!, ¡qué leves somos los revolucionarios, con cuanta facilidad nos olvidamos de la lealtad con los nuestros!
¡VENCEREMOS!