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Origen y ubicación.
De la tierra venimos todos, y los antepasados de los escuálidos, está clasecilla maldita, este incordio social también tienen un origen rural; muchos de sus antepasados eran campesinos que quedaron “atrapados” en las ciudades a las que se sumaron los que llegaron huyendo del hambre. Hablamos aquí de Caracas porque en Venezuela nada tipifica tanto como la capital.

En la primera explosión demográfica, los caraqueños iniciaron su éxodo hacia el este, por lo que los escuálidos no sólo son campesinos de origen, sino que formaban esa masa amorfa que podía entenderse como la clase media de aquél país petrolero que hacía maromas entre el feudalismo y el capitalismo dependiente-subdesarrollado, en donde todavía tenían la costumbre de pasarse el hueso de la sopa de casa en casa para aderezar las caraotas, que solían comer los que entonces habitaban El Conde, La Pastora, Catia, San Juan y otros sitios de baja ralea cuyo nombre prefieren olvidar los Cafetaleños, Californianos, Marqueseños, Palos Grandinos y muchos otros más que ahora moran por los privilegiados cotos del este capitalino.

Y llegaron los que faltaban
Entre los inmigrantes que vinieron desde Europa por esa misma época, se encontraban los italianos, quienes trajeron consigo su proverbial viveza: al bajar de los barcos y verse en un país de analfabetas e incautos, se identificaban frente a los funcionarios de inmigración como “Ingeniero construtore” y así muchos de esos “terroni”, como despectivamente les llaman en el norte a los habitantes del sur, evadieron el camino de las verduras y se internaron en las ciudades a chambear como obreros de la construcción. Terminaron levantando muchas casas de las urbanizaciones del este, en las que irían a alojarse los pastoreños, catienses y sanjuaneros, con sus loros, sus muebles de paleta y sus tan pintorescas costumbres caraqueñas, posteriormente desechadas por “campuruzas”.

Ocupaciones tradicionales
Los protoescuálidos se dedicaban al comercio, y eren empleados de la administración pública y de la industria petrolera, todo dentro del estrecho margen de oportunidades que los ricos les daban. A excepción haber aumentado el número de especialistas dedicados al libre ejercicio de la profesión, los escuálidos no han dado “el salto cualitativo”, esa clase inteligente y de refinada sensibilidad social no ha logrado producir los prohombres que enrumbarían el país hacia un mundo de prosperidad; al contrario somos 80% de pelagatos los que seguimos viendo como los mismos 600 nobles aristócratas se reparten el botín de más de 40 años de malandraje.

Entre las profesiones más destacadas que solían ejercer se cuentan las de Presidente de la República y Ministros copartícipes intelectuales y materiales de eso que les dio por llamar Progreso…

Oligarcas: empresarios que hacen negocios entre si y a su arbitrio.
Un aparte muy especial merecen los empresarios; entre ellos contamos con lo más decantado de la sociedad cuartarepúblicana con su tan característico oportunismo a todo trance. Todos ellos hijos de las comisiones, que con tanto trabajo y ahínco heredaron. Especialmente soberbios, adquieren sus mujeres en los negociados de familia, socios, compadres, vecinos y amigos de los exclusivos centros residenciales en los que habitan. Han superado cualquier vestigio de campurusismo del traído por sus familiares en las recientes mudanzas desde el hediondo oeste caraqueño. Sobre ellos se libó petróleo, rodó a cántaros por sobre sus fluxecitos de Primera Comunión, hubo motos, Disneyworld, Intercambio y curso en Estados Unidos, mucho San Ignacio de Loyola, ácido wihsky, monte y perico.

La cúspide de la carrera siempre fue la representación de una firma extranjera, con los contactos del colegio, el medio y los panas, todo estaba arreglado. Tíos, abuelos y muchos dólares.

Lo malo es que poco a poco fuimos descubriendo que no representan a nadie; las empresas extranjeras empiezan a prescindir de ellos y ellos sin las transnacionales ya no son nadie, no tienen ni para construir un puente de bejuco sobre el Guaire, por eso no pueden ni soñar en aquellos flamantes guisos en Guayana, como los que les echaban los Presis para aplacar su codicia.

Hay algunos Dinosaurios vivos, sabemos de un Tiranusaurius Rex que se hizo Ministro de Carmona, iba a apañar la masacre de chavistas para seguir construyendo casitas en el valle del Turbio y evocando sus viejas tardes en West Point… Hay de todo señores…

Mestizaje y raza, cuestión de clase
Cuando la colonia aquí nadie nunca quiso ser negro, porque los palos duelen, y cuando llegó la república nadie quiso ser pueblo, porque ser pobre duele.

Negro y pueblo son un binomio indivisible cuyas trazas raciales y de clase había que sacarse de encima a la brevedad posible, y con la democracia muchos pudieron hacerlo. Lo primero fue mudarse al este y después lavarle la sangre a la hija con un oportuno cruce con un vecino descendiente de los paupérrimos Ingenieri Contrutore de los llegados de Europa, pero ahora con casa en El Marqués. De allí la catiridad triunfante contra la afrentosa negritud de sancocho ‘e huesito y de autobús.

Para hablar en aquella buena época de racismo había que ser catire, porque si no, eras un resentido acomplejado y muchos todavía escondían a una abuelita negra que se quedó viviendo en Los Cangilones o en Pagüita.

Como había que invertir en cultura, empezaron a viajar a los centros comerciales de Miami, a las discotecas, se codearon con lo “mejol” del Caribe; los que más, subieron hasta Nueva York, pero los viajes de acá para allá no les sirvieron de mucho, porque no aprendieron inglés… ¡ni tampoco español!

De repente… como el niño que se vuelve adolescente…
Se acabaron los ochenta, se esfumaron los noventa y estos dos mil les cogieron movidos, despertaron de la juerga de dólares e ignominia con un pueblo alzado y no encuentran la manera de regresar el país al desastre antes. En su desesperación sacaron sus gorilas que con tanto celo ocultaban en las filas de su milicia y civilidad, pero no les sirvió. Ahora están parados frente a la pared de referéndum que su enanismo moral no les permitirá saltar.

Los que todavía sueñan con reventar el país y ver a los marines desfilar frente a la plaza Altamira, deberían verse en el espejito de los intermediarios desechados, como Sadam Hussein tan aliado entonces y tan odiado ahora. Podría imaginarme a Pompeyo Márquez en la pantalla de CNN, mientras le revisan los dientes como a un caballo reventado.



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El Macaurelio

Periodista, Politólogo, poeta, escritor, humorista y ensayista. Columnista en varios medios, digitales e impresos.

 elmacaurelio@yahoo.es

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