He sido jurado en muchos concursos periodísticos y literarios. Siempre he recibido la gratitud de los dos o tres ganadores (lógico) y la lluvia de insultos y maldiciones de quienes aspiraban y no figuraron, que sin duda son mayoría. Jamás me he puesto a responder o a explicar las decisiones tomadas. Me llevo mi chaparrón y ya. Sin embargo, esta vez haré la excepción por la molestia expresada airadamente por algunos compañeros de medios alternativos o comunitarios. Lo hago por el respeto que me merecen y por haberme formado en medios “no oficiales” ni comerciales (entonces no se usaba el término “alternativo”). Vengo de “Reventón”, “Punto Negro”, “La Quincena”, “El Nuevo Venezolano”, entre otras publicaciones que se hacían con la policía y los tribunales (civiles o militares) a la pata. Fue esta mi primera escuela. No abundaré con los periódicos estudiantiles y literarios en los que tejí tantos sueños a cambio…de eso, de sueños.
A raíz del veredicto del Premio Nacional de Periodismo 2004, se han hecho algunas críticas que, por respeto a sus autores, quiero comentar. Primero, se parte de la nota de Elipol en Aporrea, según la cual yo habría dicho que no “hay criterios para premiar a los medios alternativos”. Tergiversadas así mis palabras y sacadas de su contexto, entiendo la reacción de muchos. Mi respuesta a una pregunta fue un poco más larga y en ningún momento hablé de “falta de criterios” en la forma que lo expresa el autor de la nota. Informé allí que las bases del premio fueron modificadas, se nos limitó el número menciones y se redujeron drásticamente las categorías (se eliminó el premio al Periodismo Institucional y a la Investigación y la Docencia). Por esto una de las integrantes del jurado, con nuestro apoyo, expresó que aceptábamos esas bases bajo protesta y con reservas.
Mis amigos de Aporrea le pusieron más salsa a la hipersensibilidad. A una foto mía, le colocaron la leyenda “Earle Herrera explicando la exclusión de los medios alternativos”. No es honesta esa leyenda y, por su intención, la percibí injusta. Yo respondía a una pregunta, no “explicaba” ninguna “exclusión” porque, para empezar, no la hubo. ¿Por qué no la hubo? Porque ningún medio alternativo o comunitario, ni uno solo, envió sus recaudos a la edición del premio de este año. Luego, no se les podía “excluir”.
Se ha dicho por ahí que esos premios se atan a convencionalismos, a requisitos burocráticos y a unas bases. La verdad es que nada de eso lo inventó quien escribe y nadie que esté en contra de tales convencionalismos, está obligado a participar. Últimamente han aparecido por allí unos “revolucionarios” que son una mezcla de Aristóteles (saben de todo) con Robín Hood (justicieros del matiné). Hay que dejarles porque la suya es pura irreverencia tan calculada como inocua.
La burocracia es todavía más grande. Existe una Fundación Premio Nacional de Periodismo, registrada con todas las de la Ley, con sus estatutos y demás. Existe un Consejo Consultivo del Premio, con miembros del Colegio Nacional de Periodistas, el Minci, la Asamblea Nacional, ministerio de Educación, Academia de la Lengua y Escuelas de Comunicación del país. Y todo ese cuerpo aprobó unas bases para el Premio. Quien escribe ni los miembros del jurado inventaron nada eso.
A veces, algún jurado va más allá de las normas y lleva el premio más allá de sus bases. Lo hizo el jurado que premió a Radio Perola y Catia TV (en esta planta estuve cada vez que se me llamó). Hace algunos años, siendo yo jurado, voté por el Premio para un periódico alternativo universitario (LETRAS) y cargué con otro chaparrón de críticas, pero del lado inverso. Para aprobar algo, en un jurado, se debe contar con una mayoría. Esto tampoco es invento nuestro. El de este año estuvo integrado por personas altamente calificadas, con probada sensibilidad social e incuestionablemente comprometida con el país.
No es fácil ser justo cuando tienes que escoger uno o tres ganadores entre 80 ó 100 postulados. Lo es más cuando muchísimos que se lo merecen, ni siquiera envían sus recaudos o se postulan (después dicen que son “excluidos”). Por eso, al lado del Premio Nacional de Periodismo, se crearon el Premio Nacional de Periodismo Científico y el Premio Nacional de Periodismo Deportivo, que tienen sus propias bases. En este sentido, propuse la creación del Premio Nacional de Periodismo Alternativo y Comunitario, con la misma jerarquía de los anteriores, de cuyas bases tenemos un primer borrador (lamentablemente, amigos, se deben establecer algunas bases, requisitos o como quieran llamarlo). Más allá de los reconocimientos, es una deuda del Estado venezolano con los medios que dieron la cara en las horas difíciles del proceso histórico que vivimos. En una miserable página digital de los golpistas, quien escribe está ubicado entre los buscados. Ahora también recibo plomo de algunos intolerantes de este lado que, para disparar, no esperan informarse primero o escuchar al otro.
La creación de los premios nacionales de periodismo científico y deportivo obedeció a la dificultad de evaluar en un mismo concurso disciplinas o áreas tan distintas. Hoy la realidad y el desarrollo de los medios comunitarios, alternativos, libres o digitales plantean el mismo problema. Todo esto lo discutimos en el jurado y no pensaba hacerlo público hasta que las propuestas estuvieran concretadas y debidamente aprobadas. Pero el debate se abrió partiendo de falso supuestos, de agresiones gratuitas y de leyendas locas como la que Aporrea me encasquetó. Esa leyendita me hizo sentir como uno de esos generales que están buscando a través de carteles. Tampoco fue que le paré mucho, pero me sobresalté al llegar a un sitio y alguien me saludó con la advertencia: “Los alternativos te andan buscando por ahí, ¿te leíste en Aporrea?”.
Tampoco hay que perder la sindéresis. Alguien escribió que debíamos dar una mención a todos y cada uno de los medios alternativos. Bueno, ya eso no sería una premiación sino una verbena. En mi vida he intentado siempre respaldar con obras mis palabras. He escrito mucho en periódicos y periodiquitos que nacen y mueren en y con el pueblo. Asumí un programa en YVKE Mundial sólo para desde allí apoyar las misiones del gobierno, y otro en el canal 8 para, desde el Kiosco Veraz de “Golpe de Gracia”, promover todas las publicaciones comunitarias que me llegan, así como la literatura que los grandes medios silencian. Eso he hecho y eso sigo haciendo. Ambos programas, siendo un profesional del periodismo, los hago sin pedir ni aceptar remuneración alguna. También, de vez en cuando, les mandó mis artículos a los queridos amigos de Aporrea, pero como me hicieron arrechar, no les voy a enviar más nada hasta que me pase la arrechera
En medio de la histeria que generó un veredicto, no faltó quien me diera una “clase” de periodismo digital y me ubica en los tiempos del Correo del Orinoco. Distinción inmerecida para mí. Hay una mezcla de snobismo e ignorancia en este asunto. Manejar una computadora de última generación no te hace mejor ni peor periodista. Hay portales que exhiben la más avanzada tecnología, pero el contenido y la forma de sus mensajes no soporta el análisis más elemental de las exigencias del periodismo. ¿A quién premiamos, al Web master o al comunicador social? ¿Al periodista por lo que investigó y escribió o al medio dueño del portal? En el periodismo como en la literatura, la tecnología no hace la calidad y la excelencia, como tampoco abre espacios para la elevación espiritual de mujeres y hombres. Esa tecnología no es más que un recurso. El talento, la imaginación y la creatividad están en otra parte –muy cerca de nosotros, a veces, muy adentro- y nada de eso se consigue chateando ni se almacena en disco duros. Ese viejo Correo del Orinoco que hoy provoca sorna en los sobrinos de Microsoft, sólo sirvió, es cierto, para abrir los caminos de nuestra libertad. Más nada.
Repito, a quienes critican el veredicto del jurado desde los medios comerciales, ni les respondo. Las críticas desde medios alternativos y comunitarios sí las tomo en cuenta y les escribo por el respeto que me merecen. A esta altura ya me pasó la arrechera con Aporrea porque las calenteras entre amigos y camaradas duran poco. En verdad, más que con enojo, he escrito con sorprendida tristeza. Tenemos muchas cosas y abrigamos no pocas pequeñeces –hablo en plural y en primera persona- que hemos de revisarnos. Un abrazo a todos.