Para después del 15 de agosto quedó establecido una especie de diálogo entre el gobierno y los dueños de la tv privada, es decir, se puede sencillamente deducir que sectores de la oligarquía como Diego Cisneros admiten que el presidente Chávez no será revocado en el referéndum venidero.
Pero el hecho en sí de la entrevista deja muchos elementos para el análisis, sobre todo después que el comandante dijera que Cisneros lo había reconocido como Jefe de Estado y que se apegaría a la Constitución Bolivariana. Es decir, como señalé en mi anterior trabajo, Cisneros, reconoce su tremenda derrota política y económica y evidencia el desmembramiento de la dirección política contrarrevolucionaria que encabeza la oligarquía.
A 50 días del referéndum en Venezuela no se ve ni oye más nada que el gigantesco hormiguero rojo del pueblo organizando la Batalla de Santa Inés, la creación de miles y miles de patrullas electorales, para ganar por amplia ventaja de 5 a 1 lo que hemos dado en llamar el referéndum reafirmativo, es decir, superar como mínimo los cinco millones de votantes. ¿Dónde está la movilización de la derecha contrarrevolucionaria a no ser en el aspecto mediático, en la tv, la movilización virtual, imaginaria, ficticia?
Eso lo sabe Cisneros desde hace rato porque él y su grupo manejan las cifras de las encuestas que ellos mismos hacen y en donde Chávez está con el 55% de la intención del voto. O sea, que vienen una nueva y aplastante paliza política y la supervivencia de Cisneros como grupo económico transnacional está en juego y está tratando de evitar la hecatombe que se ve venir, incluyendo los delitos en los que está incurso, traición a la patricia, conspiración y servicio a una potencia extranjera, sabotaje, terrorismo, apoyo y mercenarios y paramilitares, tenencia ilícita de armas de guerra y panfletos subversivos.
Ningún pacto podrá evitar, por ejemplo, que se apruebe la Ley Resorte o de Responsabilidad Social, que meterá en cintura toda la programación de radio y tv, que regulará la conducta de la televisoras y les quitará el poder omnímodo que ahora tienen y que las convierte en especie de mini estados dentro del Estado, lo que equivale a nacionalizar las telecomunicaciones, la fractura de los monopolios comunicacionales e informativos existentes en la actualidad.
La presencia de Carter -quien aparece como el vínculo entre el sector de la oligarquía criolla-transnacional que encarna Cisneros y el Gobierno- tiene evidentes connotaciones políticas y lo hace aparecer como una especie de amanuense de esos sectores oligárquicos, ya hubo un antecedente cercano, cuando el ex presidente norteamericano y el hoy ex secretario general de la OEA, César Gaviria, después de reunirse con los todopoderosos dueños de los medios televisivos donde se discutía sobre los reparos, en lo que pareció como una orden, se presentaron en la sede del CNE, pasaron por encima de sus autoridades quienes no estaban informadas de que irían, rompieron formalidades y protocolos, educación aparte, y llamaron, en insolente ingerencia en los asuntos internos venezolanos, a una rueda de prensa donde ejercieron pública e indebida presión sobre el organismo comicial para que éste acelerara el conteo de las firmas del proceso de reparos. Repetían los dos ex presidentes lo que quería la oligarquía de los medios que se dijera.
Por eso no deja de ser interesante el encuentro entre Chávez y Cisneros, no tanto por lo que allí se dijo sino por lo que no se dijo, sobre todo de parte de uno de los flancos más poderosos de la oligarquía y sus tentáculos transnacionales, el Grupo Cisneros, quien buscó desesperadamente esa reunión, después de soportar el ataque sostenido y público del Jefe del Estado, quien lo ha venido denunciando reiteradamente como golpista y fascista.
¿Cambió en algo, después de esa reunión, la infame programación de Venenovisión? Por supuesto que no, Napoleón Bravo se puede decir ha arreciado sus ataques contra el proceso y contra el Presidente y el tono oposicionista y subversivo del canal 4 sigue siendo el mismo, y podemos presumir que va a profundizarse los próximos días, en la medida que se acerque el 15 de agosto; entonces, no parecen ir por allí las búsquedas del fascista.
¿Qué busca un políticamente y económicamente debilitado Cisneros -vocero de poderosos grupos de telecomunicaciones norteamericanos trasnacionales- con ese encuentro, manejado mediáticamente tanto por el Centro Carter y por él mismo?
¿Que se frene la inexorable aprobación de la Ley de Responsabilidad social, que cuenta con un respaldo social y del movimiento popular de grandes proporciones?
¿Tener entrada en la dinámica política de las rondas de negociaciones cuyos mayores beneficiarios son los pequeños y medianos empresarios?
¿Influir en las políticas comunicacionales que se anuncian en lo próximos tiempos, herido de muerte como está el modelo informativo y comunicacional neo colonial y anti venezolano, fielmente representado por Cisneros y su grupo económico?
¿Buscando un temprano perdón presidencial por los casi seguros cargos que la justicia le hará por delitos de subversión y conspiración cometidos durante un tiempo y que pueden significar, en el mediano plazo que vaya a prisión o tenga que auto exiliarse de Venezuela con las consiguientes pérdidas económicas y la afectación de sus cuantiosos intereses?
Más la entrevista tiene otras aristas, que, en el marco de las graves y agudas contradicciones que estremecen el campo de la contrarrevolución, la llamada Coordinadora Democrática, los mini partidos y grupúsculos que la integran, tienden a contribuir con el desmadre de la oposición fascista en un momento en que buscan sacar al presidente Chávez del poder a través del referendo revocatorio.
Actuando como conspicuo oligarca, Cisneros, representativo de una oligarquía a nuestro juicio en vías de desintegración, se movió políticamente sin consultar ni rendirle cuentas al alto mando de la CD y el resto de los opositores, siguió sus propios intereses y, sin confirmarlo ni negarlo, dejó correr -al menos eso se creyó- que habían acuerdos secretos entre él y el Presidente. En las filas opositoras hay, sin dudas, desconcierto, porque a pesar de que aún no hay muestras de que baje el tono golpista y subversivo de las programación del canal 4 o Venenovisión, se presiente que ello ocurrirá. Ya lo tildan de traidor en los conciábulos de la subversión, incluso entre los más moderados. Están apagando el fuego con gasolina y el desastre es bastante previsible. La poca resistencia a Chávez pareciera que está a punto de caer, ¿aguantará esa oposición los 50 días que faltan para ir al revocatorio o tirarán la toalla como todo hace presumir?
Todo el mundo sabe que Cisneros es el candidato a la presidencia de Venezuela por sectores de la oligarquía norteamericana que ya lo postularon para presidir una presunta Junta de Gobierno de transición. Con tamaña raya como tiene Cisneros, que nadie en este país lo quiere, sólo podría cumplir su sueño bajo un gobierno invasor y un ejército de ocupación que gobierne a sangre y fuego -sin contar la tenaz e impredecible resistencia popular y de nuestro propio ejército- ¿un personaje de tan baja catadura moral asumirá las riendas del país? Huele más a exilio y a una derrota devastadora de sus intereses, porque todavía el pueblo no ha dicho la última palabra con relación a Cisneros y sus televisora como los otros canales, responsables en altísimo grado de los más grandes males que hoy padece el país. No hay pacto que valga, él lo sabe. (24-06-04) (caracola@cantv.net)