La despenalización del aborto (VI)

“La vida, como el vivir, es un proceso”

 Joseph Fletcher

 

“¿Podrá justificarse alguna vez el embarazo obligado?”

 Garret Hardin

 

VI

 

 A través de cinco artículos ya publicados, se habrá podido apreciar la complejidad del problema del aborto i los conocimientos i consideraciones que han de tenerse para abordarlo. I fíjense que hablo de problema i no del tan arraigado ya, disparate de tratar de problemática la situación, como si el término significara “conjunto de problemas” ya que gramaticalmente es un adjetivo que significa oscuro, dudoso, ambiguo, no preciso, etc., (de eso he escrito i no voi a extenderme) a punto de que es correcto poder decir, “este es un problema problemático”. Entonces, para entrar a considerar lo ético i lo legal del aborto, necesitamos deslindar más la diferencia o frontera que existe entre aborto clandestino o criminal, i el aborto por indicación médica justificada (el antes llamado aborto terapéutico). Cuando escribimos sobre un tema tan delicado i con intención de legislar, no solamente hai que saber cómo se hacen las leyes (conozco un libro específico de la Dra. Julia Barragán, pero deben existir muchísimos tratados profundos al respecto, en el estudio del Derecho) sino su repercusión social, puesto que se legisla fundamentalmente para la vida del hombre que, como expone Joseph Fletcher, Doctor en Teología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia, el vivir es un proceso. Por eso recuerdo también que, tal como estudiamos en Filosofía del Lenguaje, los términos o palabras, tienen sentido i significado. El primero es la forma de presentar el objeto, i el segundo, hacia lo que señala i por lo tanto el primero puede variar i se impone el más correcto o adecuado, algo así como recordando que Platón pensaba, en el pasado lejano, que debería haber una cierta “rectitud” entre la palabra i el objeto. Creo que en jurisprudencia, eso debe ser esencial. De lo contrario, sería un problema problemático.

 

 Las dos formas de aborto: el criminal i el por indicación médica.

 

 Veamos alguna definición; conozco que en texto de un eminente abogado de apellido Mendoza, que es jurista reconocido, define el “aborto terapéutico” o aborto médico (pienso que tratando de incriminarlo) como “Es la terminación artificial de un embarazo viable” (el subrayado es mío)”. No sé si es por ignorancia, falta de conocimientos médicos o por condenar el procedimiento, cuando expresa que es un embarazo viable. El término aborto es incompatible con viable. Precisamente, todas las jurisprudencias colocan el problema en el tercer trimestre, cuando ya es feto i viable. De modo que me resulta incomprensible que en un texto de derecho, aparezca un error tan grande que pueda desviar a quienes poco reflexionan lo que leen o estudian, i eso temo mucho que suceda en la Asamblea Nacional, aunque como puse en un artículo sobre política, André Maurois dijo que “al demostrar a los fanáticos que se equivocan, no hay que olvidar que se quieren equivocar”.

 Lo que científica i éticamente deseamos quienes nos ocupamos de estos problemas i por ello discutí en la Constituyente, es por el aborto médico realizado en perfectas condiciones hospitalarias o clínicas de seguridad, garantizando la vida de la madre, i para lo cual es absolutamente necesario legislar al respecto. Mis intervenciones están recogidas en la Gaceta Constituyente i en una obra titulada Los derechos sexuales y reproductivos en la nueva Constitución. Testimonios de un debate, bajo la coordinación de Mercedes Muñoz i la colaboración i redacción de tres investigadores, Zuleyma Escala, Rafael Fernández i Livia Pereira.   

 El aborto inducido, provocado, criminal, clandestino o ilegal, u otras denominaciones que se le dan, es aquel que desemboca siempre en el aborto séptico, que es decretar la muerte segura para la paciente madre. Este inmenso o grave problema que nos aterra a quienes ejercemos en el área de la ginecología i la obstetricia, tuve que precisarlo en una publicación en la ANC, respondiendo a constituyentes como el Dr. Herman Escarrá, quienes señalaron a los profesionales que piensan como yo, de hombres inclinados a la cultura de la muerte.

 Para respuesta recurrí al magnífico prólogo de la Dra. Egla I. Farías Moya, en su obra publicada en 1998, titulada El aborto séptico a finales del siglo XX dedicada a “la memoria de las mujeres que murieron a consecuencia de un aborto séptico”.

 En ese prólogo i en ese libro que recomiendo leer, la Dra. Farías Moya nos dice: “El aborto séptico y sus secuelas, la sepsis y el shock séptico son las complicaciones más temidas por la morbi-mortalidad que de ellas se deriva, siendo una de las primeras causas de muerte obstétrica. Una proporción muy alta de defunciones modernas en países desarrollados como aquellos en los que el desarrollo son (sic) el resultado de los embarazos no deseados, muchos de los cuales terminan en el aborto. De las 585.000 defunciones maternas que se producen anualmente en el mundo, de 100.000 a 200.000 se deben a abortos ilegales”.

 Quienes hacen guardia en los hospitales i maternidades del país, han visto con frecuencia casos de mujeres jóvenes, que llegan con una matriz o la vagina perforada, quemada con cáusticos, heridas infectadas, verdaderas barbaridades, cometidos los hechos clandestinamente por personas audaces e irresponsables, al tratar de practicar un aborto que, por hemorragia, el grave estado de la mujer i la consiguiente infección, no valoran ni el tiempo perdido por el delito que se comete, i remiten la paciente al hospital cuando ya es caso perdido i el resultado es la muerte de una joven madre, que posiblemente deja huérfanos a dos o tres pequeños más. En el aparte de los aspectos éticos ampliaré información. Por cierto, estas son de las muertes más dolorosas que puedan verse: una bella joven llena de ilusiones en la vida, en el estado más triste i deplorable, víctima también de su pobreza, porque en las clases pudientes, hai muchas veces más casos de abortos provocados sin indicación médica, pero tienen recursos para buscar servicio médicos privados. En Madrid me decían que, la gente rica, iba a hacerse los abortos a Francia o Inglaterra, regresando como de un viaje de placer o de negocios. Expondré entonces, las consecuencias socio-económicas i morales de este verdadero crimen, paradójicamente impulsado por los errores de leyes deficientes o faltantes. Este es el delito que se debe sancionar i penalizar en las leyes o en el articulado del Código Penal; pero no debe meterse todo en un solo espacio o concepto delictual, asemejándolo al aborto por indicación médica. Para alarmar a la gente, especialmente a los fanáticos religiosos, diciendo como lo hace notar Fletcher, que sí está consciente del problema, de que los médicos con el aborto por indicación médica, están “asesinando niñitos antes de nacer” i que todas las veces el aborto provocado, inducido o realmente legal, es un asesinato, i en consecuencia un grave delito, es falso. La iglesia católica, orientada por el tristemente célebre Cardenal José Ignacio Velasco, hasta repartió unos folletitos de los que conservo uno, de varias hojas color naranja, (señalando de mi parte las mentiras i disparates que contiene), donde el embrión es prácticamente un niño en miniatura (dibujos mal intencionados, así como las medidas señaladas), algo similar como en la Edad Media, cuando pintaban un hombrecito parado que solamente le faltaba un bastón i un sombrero, dentro de la cavidad uterina. Por cierto que, el primero que dibujó un feto como está realmente en el interior de la matriz o útero, no fue un médico ni un investigador, sino el genial Leonardo Da Vinci. De eso publiqué hace años en una página divulgativa de historia de la medicina del diario PANORAMA, con los dibujos correspondientes de Leonardo.

 Lo lamentable en la vida es que, así como deforman la realidad i mancillan la verdad, los poderosos de dinero, las oligarquías, los hombres que manejan la opinión pública, como delincuentes al fin, tienen los medios de difundir mentiras atroces. Veamos; desde muchos años atrás, i lo cita como falsedad el propio Joseph Fletcher en un libro de la serie Clínicas Obstétricas y Ginecológicas, en diciembre de 1971, el Washington Post publicó una carta al director que decía: “Una vez que se concibe una vida, está en las manos de Dios. Abortar esta vida es asesinato en primer grado, trátese de la decisión de la madre, las manos del médico o el político que firma una ley. Todos son culpables”. Jamás he vuelto a leer una soberbia estupidez condenatoria de todos los derechos i libertades posibles. En este adefesio de líneas, no se salva nadie, ni Dios, porque es cómplice de que una vida que ya está en sus manos, se pierda o se convierta en una deformidad monstruosa.

 Estos planteamientos -según Joseph Fletcher, doctor en Teología i médico- es una opinión esencialmente “religiosa” (las comillas son de él) que William James llamó la decisión de creer i que desde el punto de vista psicológico i fenomenológico podríamos llamar la “reacción del homúnculo”. Las personas perciben un hombrecito en los tejidos fetales. Entonces expone textualmente: “En realidad hay causas psicológicas, religiosas y culturalmente condicionadas para creer que la vida fetal es vida humana. Sin embargo, esto es exactamente lo que trato de demostrar: que esta opinión es un fenómeno psicológico, y no una conclusión social, científica o racional”.

 (Continuará)


robertojjm@hotmail.com

 

 




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Roberto Jiménez Maggiolo


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