Realmente tenía dudas al momento de escoger la película que quería ver. Entre los títulos que aparecían en cartelera estaban: “Bastardos sin gloría”, “Diabólica tentación” y “La cruda verdad”. Tras pensar unos microsegundos, finalmente me decidí por la primera. Para sorpresa de mi gusto fue muy acertada la decisión de entrar a la sala donde se proyectaba “Bastardos sin gloria”, porque precisamente se trataba de espías, de crímenes, de ejecuciones a sangre fría realizadas por la extrema derecha nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Armados hasta los dientes con la respectiva “chuchería”, ocupamos las butacas que consideramos de la mejor ubicación. En medio del silencio de la sala expectante se escuchaba el chasquido de la gente comiendo maní. Aunado a ese ruido que parecía venir de las corrientes del Chururú, el sonido estereofónico hacia de cada escena una experiencia casi natural, donde el humo que quedaba tras los disparos parecía el rocío de la muerte que no dejaba huella de los malditos bastardos.
El chasquido de los “maniseros” se fue apagando a mitad de película. Se sentía, se respiraba una sensación de miedo colectivo. Eso es algo normal cuando se ve este tipo de película, pues las personas piensan que a la salida del cine van a encontrar a estos paramilitares-sicarios nazis disparando a mansalva. Reprochándose mutuamente la pareja del lado se reclamaba que hubiera sido mejor elegir “Diabólica tentación” o “La cruda verdad”. Atrapado en medio de ese drama, me puse a pensar que sólo se trataba de una película, donde todas sus escenas son planificadas, con un guión, unos actores y un director.
Después de casi ciento treinta y cinco minutos de plomo parejo, y concluida la última escena, los asistentes se fueron retirando. Yo me quedé hasta el último crédito y al final decía: “Basada sobre hechos reales”. Y con esa frase revoleteando en mi cabeza salí directamente a escribir estas reflexiones que quiero compartir con todos ustedes. Aunque “Paramilitar para paramilitares” no es el nombre de una película, sino el título del libro de Fernando Garavito escrito en el año 2006, que recién termino de leer, allí se denuncia con pasión de cortometraje las tendencias paramilitares del estado colombiano y el movimiento de sus piezas sobre el tablero de la violencia, donde los alfiles y peones se abrazan en la raya fronteriza para sembrar la muerte y crear el caos.
Entonces, el paramilitarismo es una realidad que se da sobre una realidad y que actúa en tiempo real, como diría mi amigo Miguel Ángel Sánchez. Así tenemos que del otro lado del tablero tenemos un presidente que no manda sino que obedece, convirtiéndose en un triste peón y hacia lo interno en un paramilitar para paramilitares. Y así, en nuestra patria han ido reclutando otros peones para que también pasen a formar parte de la peonada paramilitar.
Con guión preparado y un director que despacha desde Hollywood, ayudado con siete cámaras de alta resolución, apoyadas sobre bases militares, se prepara el gran golpe contra la tierra de Bolívar y Zamora. Los protagonistas reales y de segunda salen al escenario y simulando vender mazamorra con lluvia de maní, van penetrando el territorio. Para un comienzo de terror, desde Hollywood se ordena la ejecución de algunos de estos personajes de segunda, considerados bastardos sin gloria. Esa es la cruda verdad de la diabólica tentación.
Politólogo.
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