No sé si con asco o un lejano pesar me atrevo a expresar de manera pública mis impresiones sobre ese personajillo insignificante y mendaz en el que se convirtió Pompeyo Márquez, el otrora Santos Yorme de la lucha clandestina contra el dictador militar Marcos Pérez Jiménez, el mismo que participó en la construcción de la estrategia unitaria que parió la Junta Patriótica y dio al traste, con un extraordinario movimiento de masas y una alianza cívico-militar, con la feroz dictadura militar-policial que en 1948 había derrocado al escritor Rómulo Gallegos.
Sus errores políticos, para entender su infame posición política de servil agente y vocero de la oligarquía y de la extrema derecha venezolana que ayer lo persiguió a muerte, que lo encarceló, lo amansó, lo ablandó e hizo que una metamorfosis lo transformara en uno de los agentes que hizo zozobrar el proceso victorioso de la lucha armada en los años 60, lo enfilara a la destrucción, junto con Teodoro Petkoff, del Partido Comunista de Venezuela donde había militado por años para formar, en aquel escenario de confusiones, traiciones, delaciones, una organización socialdemócrata y crecientemente derechista, oportunista y busca puestos en la administración pública que fue el MAS, pasticho político-ideológico y sucia prostituta que se le abrió al capital y a los capitalistas criollos y extranjeros en memorables acciones políticas como aquella de eliminar el régimen de prestaciones de los trabajadores impulsado por Petkoff siendo ministro de Cordiplán; partiducho cuyo carapacho, hoy al mando de advenedizos como Felipe Mujica o Puchi, apuntala a la contrarrevolución, a la reacción, transita el golpismo de derecha y la subversión apátrida.
Que un individuo como Pompeyo Márquez –lo que algunos revolucionarios ven generosamente como una actitud senil– diga, por ejemplo, con una torpeza y estupidez inaudita, que Misiones como la Robinson –que permitió enseñar y escribir en sólo un año a casi millón y medio de compatriotas, miles de los cuales continúan su aprendizaje de la primaria completa– son criminales, lo que evidencia es la decadencia no ya política e ideológica sino también moral y espiritual de un hombre que muchos le auguraban un destino digno y glorioso en el campo de la revolución y de las ideas más avanzadas y progresistas de la humanidad, y hoy no es más que un sirviente de esas clases poderosas que lo utilizan como marioneta y lo ponen a decir lo que ellas quieren.
Pero esa traición al ideario revolucionario y esa triste y denigrante figura que hoy escuchamos en los medios de prensa imperialistas y vemos arengando en las concentraciones golpistas como la del 27 de febrero en la avenida Libertador que le dio inicio a la criminal guarimba, hay que rastrearla mucho más atrás, en el período incluso de la dictadura y en ablandamiento ideológico y político que comenzó en los 60 cuando empezó a quebrarse en la conducción de la lucha armada e hizo lo imposible porque ésta se derrumbara, pero fue mucho más allá en su traición, presentó su aparente disidencia ideológica y política con el PCV como una consecuencia de la derrota que deliberadamente él, Petkoff y otros –algunos de buena fe como Alfredito Maneiro– habían fraguado, no es que la habían concebido producto de una contradicción política como fue presentada sino como una consecuencia de una traición, de venderse al enemigo, al enemigo imperialista incluso que los alineó en el campo de la guerra fría y del anti socialismo y hace que aún estando dentro del PC arremetiera él, Pompeyo Márquez, contra la Revolución Cubana, contra Fidel Castro, contra el Che Guevara.
Aparentemente era una confrontación ideológica, se hacía incluso a nombre del marxismo y del socialismo, en el fondo eran el o los agentes del imperialismo norteamericano desarrollando inteligentemente el cisma de la izquierda venezolana y latinoamericana. Por un lado Petkoff atacaba al socialismo soviético con su panfleto “Socialismo para Venezuela” –¿cuál socialismo, el de vender el régimen de prestaciones de los trabajadores venezolanos? –, por el otro Márquez “polemizaba” con la dirigencia cubana con su también panfleto “¿Qué discuten los comunistas?” Al final ¿qué resultó de toda aquella morcilla ideológica? Pompeyo y Petkoff ministros de Caldera –¿su pacificador?– El MAS, en la persona de TP, abrazado al hediondo cadáver de CAP el día del alzamiento de Chávez aquel glorioso 4 de Febrero de 1992, dándole un pestilente aliento oloroso a cuota de cargos públicos.
Quizás el momento más lúcido del MAS –que no de Pompeyo y menos de Teodoro– fue darle el apoyo a Chávez en 1998, los hechos han demostrado que fue más una imposición de las bases y de los cuadro medios más avanzados y algunos elementos de su dirección, porque al final el grueso de esa dirección volvió adonde había estado los últimos 20 años, en las trincheras de la derecha, junto a la burguesía monopólica y la oligarquía, disfrutando prebendas, sinecuras, puestos, diputaciones, alcaldías –como la de Vargas– y algunas gobernaciones –como la de Anzoátegui– alcanzadas más con el esfuerzo del portaviones de Chávez que con la fuerza propia.
Pompeyo Márquez había estado relegado a un insignificante segundo plano, a un bajo perfil político, se reactiva, como el otro judas de Miquilena, con el proceso actual y comienza su nueva “militancia” en las filas de la extrema derecha, de la reacción, de la CIA y el imperialismo, del conspirador embajador yanqui Shapiro; sus colegas periodistas son la Colomina, Napoleón Bravo y esa fauna de miserables palangristas que vendieron su alma al diablo.
Responder las agresiones de Márquez al proceso en verdad no vale la pena; el suyo es un discurso pobre, sin fuerzas, repetición mediocre del libreto que trazan los oligarcas dueños de las televisoras apocalípticas. No hay ideología, no hay argumentos con alguna densidad; en algún momento intenta retomar la fuerza discursiva de los años 60, pero hoy la realidad es otra y éste Pompeyo no es el mismo, aquel murió, quedó en el recuerdo de los miles de jóvenes que él y Petkoff, entre otros, embarcaron en una guerra justa contra las agresiones y la violencia burguesa de Betancourt y AD.COPEI, jóvenes que después dejaron embarcados, cuando no muertos, presos o desterrados, pero los que quedaron ni renegaron de sus principios, de sus ideales, de sus convicciones y tuvieron perfectamente claro que militar en las filas de la revolución venezolana era permanecer fieles al pueblo, al ideario revolucionario que hoy se transformó en bolivariano, en guevarista, en zamorano, en robinsoniano, en chavista.
Pompeyo Márquez da pena ajena de tan bajo que ha caído. Uno puede entender que no esté de acuerdo con Chávez ni la propuesta política bolivariana, pero ¿alinearse con la extrema derecha, juntarse con los asesinos y represores de ayer y de siempre, con los que vendieron y destruyeron la patria? ¡Jamás!
(12-07-04)
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