Me cuento entre quienes ejercen y procuran agraciar con una mueca a los demás la idea del que el escepticismo o a veces la autocrítica son adicciones, o vicios sin retorno, como alguna vez dijo el poeta español José Agustín Goytisolo para celebrar que él entendía las cosas al revés. Estas cosas suelen confundirse con arrebatos anarquistas, dadaístas o ateístas. Muchas veces no son estados de ánimos sino de clase. Digo esto para empezar y casi para terminar, porque los rigores del espacio disponible son una vaina seria de verdad. Pero sobretodo, porque a veces se me revuelven las tripas y el corazón y mis talones de Aquiles. Y es que así he andado en estos días de marramuncias bancarias, de traiciones, de discursos, de leches. Ando y desando esta “ciudad gótica” que a diario recorren mi Alcalde Jorge Rodríguez y Miguel el tocuyano en motos fantasmagóricas, tras una rata o una lata o un tumulto de ellas que no sólo afean la ciudad, sino que alborota al malandrismo malapaga de Globoterror. Esta ciudad querida y odiada, donde un vagamundo sin conciencia, necesitado de fe y de algo más, apuntó con un revólver en la cara a mi mujer en “Parque” para quitarnos “el dinero y el oro” (dígame usted, camarada Presidente, “el Oro”…. ¿cuando en mi vida?), si nosotros íbamos a hablar del llano en FILVEN, a vernos con Jorge Valero, con Miguel Márquez y Montiel, Ferrini, con los amigos de siempre…
Pero hay vainas que le devuelven a uno el alma al cuerpo: ayer nuestro Presidente le tiró una “paralélica” al ánimo de quienes no ocultamos el orgullo por su inteligencia llanera. La Rabo 'e Cochino se quedó corta cuando engalanó al Tigre. Nadie recordaba a ese felino jipato, excepto por haber sido el primero en salir en defensa de CAP el 4-F del 92, y por exhibir su brindis en Miraflores cuando el golpe de Estado del 2002. Hoy aparece en un canal. Aparece en otro. Le hacen entrevistas. Y yo recuerdo a José Ignacio Cabrujas cuando dijo que a ese cunaguaro lo acompañaba la desdicha de que nadie, pero nadie, podía creer en él, así hablara de las propiedades curativas del limón amarillo. Es decir, no se le puede pedir peras al horno ni a José Luis Perales. Véalo chocando las copas con el Breve, Camarada Hugo. De todos modos, Gracias Comandante Tribilín por la travesura. La verdad es que sería un buen contrincante.
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