“Hay que acabar con los terroristas. Enviemos tropas a la Casa Blanca”. Noam Chomsky, filósofo norteamericano.
Con Ronald Reagan de presidente, el imperialismo yanqui inició una etapa aún más agresiva y militarista en su empeño por lograr la hegemonía mundial frente a su rival de entonces, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Durante ésta, la administración Reagan-Bush (padre) financió grupos nacionales ultraderechistas, llegando – incluso - a entrenar y a suministrarle armas a quienes, como los “contras” en Nicaragua, trataban de derrocar a los gobiernos que no comulgaban con los intereses de Washington y que podrían orbitar alrededor de los soviéticos.
Durante esta etapa, la Casa Blanca intervino en la isla caribeña de Grenada y en El Salvador, donde apoyaron abiertamente a los grupos ultraderechistas que enfrentaban a los de izquierda, con la intención de contener a los sandinistas de Nicaragua; sin atender a los reclamos internacionales y precipitando una escalada armamentista en la región centroamericana, de la cual no fue ajena Venezuela al vendérsele una flota de aviones F-16 solicitados por el gobierno del Presidente Luis Herrera Campíns, al manejarse una hipotética guerra con Cuba. Todo esto dentro de su esquema de confrontación con ese otro bloque de poder imperialista que lo representó la Unión Soviética. Bajo tal argumento, la CIA y el Pentágono armaron ejércitos a Osama Bin Laden en Afganistán y a Saddam Hussein, al entrar Irak en guerra contra Irán durante diez largos años.
Desaparecida la URSS, alguna gente creyó ingenuamente que el mundo unipolar heredado de la Guerra Fría podría ahora sumergirse en una era de paz, desarrollo y convivencia feliz bajo el patrocinio capitalista. Los hechos posteriores, caracterizados por una feroz acometida del neoliberalismo económico fomentado por las corporaciones trasnacionales “made in USA” y un resurgir de luchas nacionalistas y populares, evidenciaron las graves dicotomías existentes. Es cuando surge en el Pentágono la fórmula de la guerra preventiva, con la cual Estados Unidos podría atacar y suprimir la amenaza potencial de algún gobierno o movimiento enemigo. Sin embargo, esta tesis guerrerista, surgida a finales de la administración de Bill Clinton, no parecía disponer de mucho asidero en la política imperialista norteamericana hasta que ocurrieron los muy oportunos ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York.
Hoy vemos cómo la administración imperialista y arrogante de Bush invade territorios en Asia, África y Europa, buscando consolidar su posición geopolítica hegemónica e ignorando adrede la opinión de sus mismos ciudadanos, el Derecho y las organizaciones internacionales. Intenta prever la situación de emergencia que la nación norteña sufrirá en los próximos decenios cuando comiencen a agotárseles los recursos estratégicos y tenga que competir con el poderío económico de Europa unida y con las naciones asiáticas, con China a la cabeza. De ahí que su mirada se pose, nuevamente, sobre lo que siempre consideró su patio trasero: América Latina. Sólo que confronta una realidad imprevista y bastante incómoda con el proceso revolucionario bolivariano que tiene como escenario a Venezuela, de ahí que no haya escatimado recursos y esfuerzos por ver derrocado al Presidente Hugo Chávez, estimulando acciones terroristas de parte de la oposición interna, como el golpe de Estado del 11 de abril de 2001, y amenazando, de paso, recurrentemente, con desatar una intervención armada directa en este país. Todo con la finalidad de que el mal ejemplo venezolano no se extienda por toda la ancha geografía americana y caribeña, acuñando la necesidad de “preservar la libertad democrática” y evitar el totalitarismo “castro-comunista” que Chávez extendería.
Por ello no extraña que el terrorismo que tanto preocupa a Estados Unidos y que le ha llevado a establecer bases y planes militares en todas las regiones del mundo, especialmente en nuestra América, tenga un tinte particularmente norteamericano, es decir, que es alimentado por las mismas apetencias de control económico y dominio territorial de los mismos Estados Unidos. Frente a tal realidad, cuaja con mucha vigencia lo dicho por el Che Guevara de “crear uno, dos, tres… muchos Vietnam” como una manera de combatir efectivamente el poderío imperialista norteamericano y lograr la emancipación total de nuestros pueblos explotados.-
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!
HOMAR GARCÉS
¡¡¡Rebelde y Revolucionario por siempre!!!