A propósito de autopostulaciones

En el listado definitivo de postulados del PSUV que participarán en los comicios internos de donde saldrán los candidatos de nuestra organización política a ser electos diputados de la Asamblea Nacional aparece el nombre de este humilde servidor de ustedes, con más de cuarenta años de servicio en el periodismo venezolano tanto en medios impresos como en Radio y TV. Para tranquilidad de mi conciencia y a manera de explicación sobre por qué presté mi nombre para esta actividad, escribí estas líneas.

Lo primero que quiero demostrar con esta postulación mía a candidato a diputado de la Asamblea Nacional es que el Partido Socialista Unido de Venezuela es verdaderamente una auténtica organización democrática. En el PSUV se valora la calidad del ser humano y se respeta la aspiración del ciudadano a dar lo mejor de sí cuando la persona quiere demostrar su condición de revolucionario, socialista, bolivariano trabajando por el bienestar de sus semejantes. Este es mi caso en particular, lejos de cualquier protagonismo enfermizo o de ambiciones desmedidas de poder y figuración.

¿Cuándo antes partido político alguno había dado a su militancia la opción de ofrecer su nombre, sin distingos ni restricciones para algún cargo de elección popular que no fuera avalado previamente por las cúpulas de dicha agrupación? Ni pensarlo! Sin la anuencia de los “grandes cacaos” del partido, nadie osaba asomar su candidatura aunque fuera a ser jefe Civil, porque corría el riesgo de ser execrado de toda militancia y era visto como un enemigo de la disciplina partidista. Esta práctica excluyente era la norma sagrada que imperaba en todas las instancias de la repartición del botín del poder puntofijista, y en los sanedrines y conciliábulos políticos era donde se escogían los nombres de quienes podrían optar a participar en una determinada contienda electoral.

La llamada “maquinaria” del partido imponía sus ungidos, de acuerdo a los “méritos” o compromisos establecidos previamente, y una vez garantizada y comprobada la lealtad de los candidatos a los más profundos intereses burocráticos de la organización partidista y su alta dirigencia, conformada por los “cogollos” que quitaban y ponían a su conveniencia los personajes de los cargos bien fueran de elección comicial o impuestos a “dedo”. De esto huelgan los ejemplos tanto en AD como en Copey. La historia política venezolana tiene como prueba de ello los “maletinazos”, las peleas a cuchillo, las agresiones de las bandas armadas y otras menudencias, que de manera tan pintoresca como vergonzosa fueron la normativa que guiaba la conducta de aquellos tristemente célebres protagonistas de los días de la “democracia representativa”, que afortunadamente no volverán.

Con mi auto postulación, creo que estoy ejerciendo un derecho deslastrado de cualquier síntoma de egoísmo o exclusión arbitraria, aprovechando la oportunidad que de manera abierta y ejemplarizante está dando la única organización político-partidista que practica la auténtica democracia participativa y protagónica que se haya conocido en toda la historia republicana de Venezuela.

(*)Periodista


isquior2@hotmail.com


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