1.- Cuando por cualquier razón, de mantenimiento ó emergencia, en un sistema hidráulico de suministro de Agua Potable se determina la necesidad de una parada general del sistema, todas las áreas operacionales del mismo están obligadas a levantar lo que se llama un protocolo de parada, esto es, un listado de las tareas prioritarias que sólo pueden realizarse cuando se da la situación esporádica de una parada general, así como la planificación y logística necesaria para la realización de éstas. Demos un ejemplo sencillo y frecuente. Una válvula averiada en una tubería de alta presión no se puede sustituir si la tubería no está vacía. Surge así la noción de que una parada general del sistema debe ser “aprovechada”.
Esta especie de parada general del sistema de lluvias a las que nos tiene sometidos el fenómeno climatológico de El Niño y los efectos cada vez más presentes y actuantes del cambio climático, no está siendo “aprovechada” para iniciar el camino hacia un cambio radical en nuestra relación, como sociedad, con el agua.
Cuando diseñan un edificio, sea cual sea la clase social que vaya a vivir en él, arquitectos e ingenieros proyectan sistemas sanitarios en los que se presupone que con agua potable se arrastren heces fecales y orina. Esto evidencia una relación social con el agua que se presupone buena cuando es mala, limpia cuando es sucia, ambientalmente sustentable cuando es inviable por depredadora y porque que no hay los litros de agua en la biosfera para seguir teniendo esa relación con ésta, salvo que se asuma que unos puedan bajar el tanque de su poceta a pesar de que otros no tengan para preparar su tetero. En tiempos de abundancia y con los embalses hasta el tope, esta reflexión carecería de oportunidad, pero con la situación hidrológica que vive Venezuela, plantearse cambios en nuestra relación social con el agua, es el primer objetivo que nos debemos trazar.
2.- ¿Será que el agua, como toda la naturaleza, pero en particular el agua, como cuna y fuente de la vida, tiene algunos derechos que le estamos conculcando? ¿Será porque es indio aymara, el compañero Evo Morales, Presidente de la República Plurinacional de Bolivia, que ha reivindicado en todos los foros internacionales la afirmación de la naturaleza como ente sujeto de derechos?
Nuestra cultura se astilla ante tal perspectiva, porque la cultura occidental, judeo-cristiana, técnico-científica, se sustenta sobre el bíblico “…dominareis la Tierra…”, lo que transforma a la naturaleza en recurso y no le confiere ningún alma, ninguna espiritualidad, ninguna sacralidad a la unión de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno.
Sin embargo, ése sería el primer cambio necesario: Reconocer que el agua, derecho humano fundamental por formar parte de la trama de la vida misma es, al mismo tiempo, un ente sujeto de derechos.
3.- No estamos en sintonía con la gravedad de la situación. Ni siquiera cerca. La serie de cuñas sobre la crisis del agua, hechas con la mejor intención y en la que participan destacadas personas de la cultura, el deporte y la comunicación social de este país, sin pretenderlo escandalizan. Se convierten en una oportunidad que tienen los pobres, el 80 % de la población, de ver cómo viven los ricos, el 20 % de la población, y en muchos casos resulta hiriente. “Cierra el chorro” dicen, y aparecen casas en las que hay llaves y grifos por todas partes y es más o menos evidente que tienen servicio continuo y tarifas muy baratas, porque dejan el chorro abierto mientras se afeitan, para poder quitar la espuma de la máquina de afeitar. ¿Qué le dice eso a los habitantes de viviendas en las que sólo hay una o dos llaves y de ahí en adelante todo es tobo, pimpina y pipote? ¿Cómo le suena ese “cierra el chorro” a quienes estamos en zonas en las que el acueducto que surte el agua potable no es de régimen permanente, sino de régimen cíclico, esto es, que el agua llega, llena los depósitos que se tienen (tanques, pipotes, pimpinas, botellas de refresco, etc.)y se va hasta el siguiente ciclo de suministro que puede demorar entre una y tres semanas? En esas zonas donde es relativamente frecuente la práctica de recoger el agua que se utiliza para el baño y usarla en descargar la poceta, algunos llamados al ahorro de agua, a pesar de la buena intención, pueden resultar insultantes.
A esas personas, sin embargo, les gustaría ver cuál es la conducta a seguir en relación a ese chorro abierto y cotidiano que, en sus barrios, significa el estado calamitoso de una red de distribución que fue instalada hace cuatro o cinco décadas por la provisionalidad, el abandono y la desesperación y que hoy significa, por lo menos en los barrios de Caracas, perder el 50 % del agua que se envía en cada ciclo.
“No te pedimos que no te bañes, pero apaga el calentador…” dicen, y así, la mayoría de la población, que no tiene calentador porque éste es un país tropical, se da cuenta del estilo de vida de una minoría para la que, paradójicamente, parece haber estado diseñada la sociedad desde siempre.
Sin embargo es en relación a algo absolutamente popularizado, algo que está presente en la mente de ricos y pobres como lo más natural, sobre lo que quiero afincar mi crítica a la relación entre nuestra cultura occidental y el agua. Me refiero a la llamada Ingeniería Sanitaria. Llegamos tímidamente a decir en la propaganda: “ten cuidado con el tanque de la poceta, que no se quede botando..” pero ni de vaina nos metemos con la ideología de la poceta, ni su relación con la naturaleza.
Lo sanitario, lo higiénico, lo civilizado sigue siendo utilizar entre 12 y 25 litros de agua potable en desalojar de nuestra vista y de nuestro olfato nuestro producto urinario-fecal. Eso si el sistema funciona bien, si no dos y tres veces, hasta que desaparezca el más mínimo rastro. Los más abandonan aquí sus preocupaciones ambientales, y con tal de que salga de su casa no les importa si llega al río o a la playa. Sólo algunos pocos, ambientalmente preocupados, suponen que tras decenas de kilómetros de tuberías que las colecten, debería haber una planta de tratamiento de aguas residuales que, en alguna medida, las descontaminara, las reintegrase a la biosfera y nos tranquilizase la conciencia un poquito.
Antes de considerar la lógica y la eficiencia de este concepto ambiental que nos legó el imperio romano con las cloacas, miremos el problema desde otra punta: la energía
4.- Tiempos aquellos en los que la atrevida ignorancia, el desconocimiento de la agresión a la naturaleza y al ambiente que significa una represa, permitía llamar a la hidroelectricidad “energía limpia” sencillamente porque no dejaba residuos de combustión de hidrocarburos. Hoy sabemos que una represa puede contaminar y calentar más que una planta termoeléctrica, pero el asunto es reflexionar sobre los modelos de desarrollo que hemos experimentado en nuestro país durante la historia reciente y sobre los que, en base a sus resultados, podemos comenzar a emitir algunos juicios. Uno no se pega del Guri como de un poste de la electricidad en un barrio.
El 75 % del país está conectado al Guri porque se quiso así, porque se pensó y se planificó que eso era lo mejor, porque operó como modelo a seguir. Lo que al parecer no importaba era la energía que se quedaba en la transmisión a lo largo de kilómetros de cable para llevar energía del Guri a lugares como Santa Cruz de Mara, en el Edo. Zulia. Por aquellos años, en el pueblo de Bailadores en el Edo. Mérida, Don Luis Zambrano practicaba la electrificación de poblados y aldeas andinas con turbinas de fabricación casera, que se insertaban en los cursos de aguas que bajaban de los Andes sin represarlos ni envilecerlos. Obteniendo la energía necesaria para la población atendida.
Como vemos, no fue su modelo de autonomizar la generación de electricidad allí donde fuese posible, para disminuir la dependencia de las grandes fuentes de generación, el que se impuso. Se impuso el modelo contrario: No inventes, ¡pégate del Guri! Estamos pagando las consecuencias del modelo ¡Pégate del Guri! El Caroní podía no ser eterno y, borrachos de abundancia, jamás nos preparábamos para la carencia.
Si de verdad hubiésemos aprendido la lección estaríamos ingeniándonoslas para autonomizar en lo posible la producción de energía. Y ya en esa búsqueda de autonomía energética, ¿son nuestras heces fecales fuente permanente y renovable de un tipo de energía alterna?¿Existen experiencias que lo comprueben?¿Hay investigación científica que lo sustente?¿Existen bacterias de laboratorio que en un medio fecal incrementan geométricamente su producción de gas?¿Podría pensarse en edificios autónomos en términos energéticos, con biodigestores avanzados de materia fecal y “sombreros” de celdas solares, desde las fotovoltaicas hasta los espejos cilíndricos, capaces de transformar al sol en kilovatios? Dejarían como residuo de su proceso otra de las grandes necesidades de la humanidad: suelo fértil, abono orgánico.
¿Sería pensable que las ciudades, esa avasallante tendencia universal, produjeran para el campo el abono orgánico necesario para sustituir a los cancerígenos fertilizantes químicos?
¿A quién le conviene que sigamos haciendo, como sociedad, ese batido de pupú y pipí que desde que se fue por el ducto lo que necesita es gasto? Gasto en agua potable para arrastrarlo, gasto en tubos que se la pasan tapándose, rompiéndose y botándose, gasto en energía para estaciones de bombeo a lo largo y ancho del país, gasto en hipotéticas (Caracas, por ejemplo, no tiene) y existentes plantas de tratamiento de aguas residuales que, al haber tenido la genial idea de juntarlas con las industriales y su inefable carga de metales pesados supercontaminantes, nunca tienen cómo producir una depuración completa lo que limita las posibilidades de sus aguas para uso agrícola.
¿A quién le conviene que sigamos con este despilfarro de agua, de tubos, de energía, de cemento y cabilla, en fin, de ambiente al que llamamos Ingeniería Sanitaria? Ciertamente, al planeta no. Y no digo el planeta en abstracto.
Lo que le hacemos al río Guaire en Caracas lo paga el río Tuy cuando el primero desemboca en este último, juntos irrigan de contaminación la vega barloventeña y desembocan al mar Caribe por los lados de Higuerote, en playas que hoy no son aptas para bañistas.
5.- Juntemos ahora las dos reflexiones. La cloaca no es un concepto inocente. Es una radiografía de la mentalidad imperial de los romanos, quienes fueron de los primeros en considerar que el río de su ciudad, el Tíber, pudiera ser usado en llevarse sus excrementos, en base al viejo principio de acuerdo al cual que se la calen otros.
No desconozco que la ingeniería sanitaria confronta el tratamiento de otras aguas residuales distintas a las fecales, provenientes de duchas, lavamanos, fregaderos, lavadoras, cuyo procesamiento es susceptible de diversos cuestionamientos y replanteamientos que este material no pretende abordar por el momento. Sostengo que la ingeniería sanitaria construida en base al arrastre de excrementos con agua supone un agua infinita y no sólo no lo es, sino que ya se puede decir que hoy, en muchas partes del mundo y de Venezuela como parte de éste, algunos descargan sus pocetas con el agua que otros no tuvieron para beber. Por otra parte, no es lícita una ingeniería que de una materia que puede ser energía y fertilizante, produzca un desecho tóxico.
Las posibilidades de energizar crecientemente a conglomerados humanos mediante la utilización combinada de diversas fuentes renovables y no contaminantes de energía, entre las que está la materia fecal que producimos diariamente, es el rumbo de un planeta que quisiera, de verdad, salvarse de la debacle.
Continuar creyendo que lo sanitario, lo higiénico, lo civilizado es utilizar el agua que no se tiene para vivir en arrastrar excrementos carece de sentido.
6.- Pensemos ahora en algunos cuerpos de agua que nos permitan mirar, analizar con ojo satelital, desde lo alto, nuestra relación con el agua:
El lago de Maracaibo: Es nuestro más grave enfermo y por su magnitud, por el complejísimo ecosistema que conforma, es sin duda alguna, como país, nuestra mayor prioridad ambiental y, particularmente, hidrológica. Además de su más evidente contaminación, expresada desde hace un siglo en forma de derrame petrolero, su enfermedad se llama eutroficación (o eutrofización) y consiste en una elevación crecientemente acelerada de los niveles de nutrientes (nitrógeno, fósforo y potasio) en sus aguas.
El agente causante es múltiple. Tenemos la sedimentación que arrastran los ríos andinos y perijaneros que desembocan en sus aguas con un muy significativo componente de agroquímicos en suspensión que son básicamente nutrientes. Tenemos la aportación de las aguas residuales industriales y domésticas de las ciudades y pueblos que lo circundan. Pero, fundamentalmente, en una proporción de 80% en relación a las otras causales, tenemos como agente causal a la cuña salina que penetra desde el golfo de Venezuela hasta el fondo y el centro del lago a través del canal de navegación. El canal de navegación es una zanja de 250 metros de ancho, 14 metros de profundidad y 100 Km. de longitud, abierta en el lecho del cuerpo de agua, que comunica, a los efectos del tránsito de los tanqueros petroleros y buques de carga de gran calado, el interior del lago, donde están los muelles de embarque petrolero y el puerto de Maracaibo, con el Golfo de Venezuela y el mar Caribe.
Su primera versión, de dimensiones más modestas, data de 1935-36, cuando el dragado estuvo a cargo del Cuerpo de Ingenieros del Ejercito de los Estados Unidos, que se aseguraba así un acceso seguro y relativamente más rápido a los yacimientos petroleros recientemente hallados en el Lago de Maracaibo y su cuenca. Su tamaño actual data de finales de los años 60’. El canal de navegación implicó que el delicado equilibrio que, antes de la apertura de éste, tenía esa comunicación del lago con el mar a través del estrecho y la bahía de El Tablazo, y que hacía posible que el Maracaibo de 1900 tomase para su consumo agua del lago, se rompió con la entrada de la cuña salina que penetra por el canal de navegación. Esta agresión a las condiciones originales del lago de Maracaibo tiene tres cuartos de siglo produciendo en el fondo y en el centro del mismo el llamado cono hipolimnético, que podríamos describir como un tumor, una zona muerta carente de oxígeno, que alcanza al 38 % del volumen total del cuerpo de agua, formado por la masa de agua salada y la creciente acumulación de nutrientes.
Esta separación de las aguas por su densidad, saladas en el fondo, dulces en la superficie, fenómeno denominado estratificación de la columna de agua, se concatena con otro fenómeno que es la interrupción del intercambio gaseoso entre el fondo y la superficie, lo que a su vez inhibe la descomposición del nitrógeno mineral o asociado a nitrógeno gaseoso que se libera a la atmósfera. Esa especie de respiración del lago, cuando libera nitrógeno a la atmósfera, es algo que sólo el lago puede hacer y que representa la posibilidad de depurar por sí mismo la mitad de la contaminación por exceso de nutrientes en suspensión. La lemna y el verdín son las manifestaciones sintomáticas de esta asfixia del lago que no puede respirar.
En 1935 no había ecología que se le pusiera por delante a la sed de petróleo. Romper y envenenar un ecosistema no era un impedimento para dejar de hacer negocio. Durante todo el período de explotación petrolera se fue consolidando la noción del lago como “área de sacrificio”. Para profundizar en la metáfora digamos que en el altar del petróleo se sacrificaba al agua. En el 2010, la situación de ésta en el mundo nos pone de manifiesto que nada es mejor ni más apremiante para la vida y el ambiente del futuro de la República Bolivariana de Venezuela que la recuperación, a lo largo de un proceso que se asume en décadas, del lago de Maracaibo como fuente de agua susceptible de ser usada para riego y consumo humano. Recuperar nuestro mar dulce enfrentando, como enemigo principal que no único, a la cuña salina que penetra por el canal de navegación.
El río Caroní: Sólo le falta hablar. Pero pareciera estar diciendo que recibimos en sequía, en merma de caudal, en apagones, lo que le hacemos en devastación de cuenca. La cuenca del Caroní es la cuenca devastada por la explotación aurífero-diamantífera. Ahora podemos decir a los que, desde las balsas equipadas con motobombas y mangueras desmenuzan con agua a presión las paredes de los cauces de los ríos de la cuenca alta, haciendo un lodo mercurizado de sus aguas, que muchas gracias. Que gracias a sus nobilísimos proyectos de vida, hacer dinero a costa de quien sea y de lo que sea, y gracias a la infraestructura cómplice que los protegió y protege, que les permitió y permite el paso de combustible para mover balsas y motobombas, que se hace la loca frente a la extracción desde aeropuertos clandestinos de la mayor parte de la producción aurífero-diamantífera, hoy estamos por un lado devastando la selva con su biodiversidad, su agua y su oxígeno, y por otro, reduciendo a más de la mitad el tiempo de vida útil de la infraestructura eléctrica sobre la que está montada el 75 % de la demanda nacional.
El río Orinoco: Hace ya más de tres décadas recibió la puñalada del cierre de Caño Manamo para hacer navegable, durante todo el año, el trayecto hasta Ciudad Guayana de los buques cargueros de gran calado que entraban y salían del delta del Orinoco por la Boca Grande o de Navíos. El ecocidio-genocidio, dada la mortandad que ocasionó en la población indígena guarao la salinización de tierras y aguas del delta que constituía su hábitat a consecuencia del cierre del caño Manamo nos habla, como en el caso del lago de Maracaibo, de cómo el capitalismo se relaciona con los cuerpos de agua. Lo que tendríamos que asegurar es que el socialismo del siglo XXI, con la explotación de su faja petrolífera, no le haga al Orinoco lo que el capitalismo del siglo XX le hizo al lago de Maracaibo.
El río Guaire: Pensemos en por qué no está seco, como el resto de los ríos del país, y encontraremos una de las características más especiales de este río y su complejísima cuenca de cinco millones de personas, desde Los Teques hasta Guatire pasando por Caracas, en el hecho de que le entran cada segundo 18 metros cúbicos de agua procedentes en un 65% de la cuenca del río Guárico, a través del embalse de Camatagua, y un 35 % de la cuenca del río Tuy.
Un río cuyo caudal sea de 18 metros cúbicos por segundo es un señor río. De ese tamaño es el río eléctrico y entubado que le llega al Guaire los 365 días del año por medio de los sistemas Tuy I,II y III que alimentan al acueducto metropolitano de Caracas.
Como casi todo lo que sube baja, los 18 metros cúbicos por segundo que se subieron desde el embalse de Camatagua y el río Tuy, encuentran en el Guaire su ruta de bajada hacia el Tuy de nuevo y de ahí al mar, después de haber sido usados o botados por los habitantes de la metrópoli caraqueña. El modo como actúan esos 18 metros cúbicos por segundo es dramático, pues se realiza un proceso sistemático de cloaquización de todos los cursos de agua de la cuenca del Guaire, desde las quebradas de Las Adjuntas, Macarao, Antímano y La Vega hasta las de Petare, pasando por los ríos como el Caroata y el Catuche entre otros
No pienso repetir aquí las ideas expuestas en la primera parte del material. Asumamos que un alto porcentaje del volumen incorporado a la cuenca se transforma en aguas residuales (como ocurrirá sin duda por bastantes años más). ¿Qué se hace con ellas? Es desde esta pregunta de donde partió en el año 2005 el proyecto general de saneamiento de la cuenca del río Guaire, el cual era y sigue siendo, sin lugar a dudas, el plan rector de una ciudad que no podrá estar bien hasta que no encuentre con su cuenca una relación mínimamente sustentable.
Ese comprender que las filtraciones y los deslizamientos en los barrios de Caracas son asuntos de la cuenca del río Guaire, los botes de agua y los autolavados sin sistema de reciclaje, son asunto de la cuenca del Guaire; ese asumir que cuando llueve, cada calle y avenida de Caracas se convierte en un afluente del Guaire da una idea del carácter holístico que tiene que tener nuestra mirada sobre la cuenca del Guaire. Hoy por hoy al Guaire le caen todas las aguas de lluvia mas todas las aguas residuales. Este proyecto de saneamiento implicaría la conducción de estas últimas hasta los dos existentes y colosales colectores de tres metros de diámetro que, en ambas márgenes del río, estarían destinados a conducir las aguas residuales de Caracas a la planta de tratamiento (por construirse) para, después del proceso de depuración, entregárselas al río de nuevo.
Con esta descloaquización de los cursos de agua, torrenteras, canales, quebradas y ríos, que ahora sólo deberían transportar sus aguas propias, si las tienen, y las de lluvia cuando llueva, el Guaire recuperaría su condición de río dejando la de cloaca abierta que hoy ostenta.
No ignoro que para hacer lo que aquí está planteado Caracas tiene que abrir sus tripas y reconducirlas. Justamente de eso se trata, de rehacer las tripas de la ciudad para que viva con su agua, con su cuenca sin emponzoñarla. Este material no puede profundizar en los detalles, son reflexiones muy generales, pero las ruinas de la usina que producía electricidad a principios del siglo XX, aguas abajo de lo que hoy es Puente Baloa, nos hable de un río desconocido en nuestras propias narices. Un río de cuyas aguas tendríamos que volver a poder beber.
7.- Los cuerpos de agua y cuencas sobre los que me he paseado son, creo, los más acuciantes por la población implicada y la importancia coyuntural de su cuenca, pero no le restan importancia a otras situaciones como la del lago de los Tacariguas o lago de Valencia, o el acuífero del Turimiquire por citar sólo dos. Creo además que de lo que se trata es de despertar una noción de cuenca que reencuentre a la cumanesa con el Manzanares, al barquisimetano con el Turbio, a la trujillana con el Castán, al barcelonés y portocruzano con el Neverí, y así sucesivamente a cada quien con su cuenca. Es justamente el afincamiento de la noción de cuenca como ente ordenador uno de los objetivos de estas reflexiones.
He tratado de mirar desde el borde de la poceta, desde la orilla del embalse o del río, desde la cresta de la cuenca para constatar que en todos los niveles estamos muy mal con el agua. Estamos, como sociedad, en gran deuda con ella por haberle infligido mucho daño en respuesta a la vida que nos provee.
Pero no creo que sea cierto que las culpas están repartidas por igual. Esas expresiones en las que hablo de una sociedad que tiene deudas con el agua aluden a las conductas que todos tenemos no sólo cómo normales, sino además como buenas, como por ejemplo bajar el tanque de la poceta. En ese sentido creo que todos somos responsables. Aunque no todos tienen esa infraestructura sanitaria, todos parecen querer tenerla. Pero creo que el criterio de que la naturaleza está puesta ahí para servirnos, y que es de quien la agarre, no es ni mucho menos achacable a todos. Los pueblos indígenas no creen ni piensan eso. Los pobres, que tienen suministro de régimen cíclico, ¡y qué cíclico!, no pueden ser acusados del despilfarro de quienes disfrutan de suministro de régimen permanente.
El capitalismo, el mismo que no tuvo reparo en destrozar el frágil ecosistema del lago de Maracaibo envenenando diariamente kilómetros cúbicos de agua dulce y cristalina, el mismo que no tuvo miramiento con los guaraos que se morirían con el cierre de caño Manamo, mira el futuro del agua, y al incremento de la demanda, por una parte, frente al incremento de la escasez en la oferta, por la otra, responde con mercantilización, privatización y agua embotellada.
¿Cuál debería ser la conducta de quienes impulsamos el proceso revolucionario bolivariano? ¿También en la V República privará el criterio de “área de sacrificio” y la contradicción petróleo-agua la ganará el petróleo…o esta vez ganará el agua?
Caracas 5 de abril, 2010
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