Que cada quien eche su cuento

A la memoria de Néstor Francia, quien en su último artículo para Aporrea se refirió a estos acontecimientos.

Santiago Arconada Rodríguez

Mi cuento no arrancó exactamente el mismo domingo 28, sino el sábado 27, imprimiendo la flamante credencial que me acreditaba como Testigo Nacional de Avanzada Progresista. Le había pedido a unos amigos en esa organización política que me facilitaran la presencia en el acto de escrutinio de los votos en mi centro de votación, por más que ese fuera mi derecho ciudadano legal y constitucional. Con esa credencial, firmada por Elvis Amoroso, Rector principal del CNE, con su respectivo código QR, teóricamente yo podía entrar en todos los centros de votación del país, cuánto más en mi propio centro de votación, la U.E.N. Eucario García Rivas, ubicada en la Calle Unión del Barrio Santa Ana, en la parroquia de Antímano.

No se escucharon dianas por mi sector. Amaneció el domingo 28 de julio de 2024 bastante soleado, y que Delsa Solórzano, la representante de la oposición ante el CNE, declarara en televisión antes de las 8 a.m, que las irregularidades denunciadas en diversos puntos del país no llegaban ni al 1% de los centros de votación, y que estaban ya en funcionamiento la casi totalidad de los mismos, era como para desayunar tranquilo. La televisión transmitía multitud de reportes, desde distintos lugares del país, en los que se podía apreciar largas colas de electores esperando para ejercer su derecho al voto. Salí para mi centro de votación con la idea de presentar mi credencial, votar, y salir al otro centro de votación cercano, en la UEN Antonio Lauro, a ver cómo se estaba desenvolviendo el proceso electoral. En la entrada, presenté mi credencial al efectivo de la FANB/Plan República que daba el paso a los votantes en cola al interior del recinto. Leyó sin mucha atención la credencial del CNE y me dijo que no, que ya los testigos estaban adentro y que él no sabía de eso, pero que con esa credencial yo no entraba. Le advertí que yo era votante de ese centro y me contestó que hiciera mi cola para la mesa en la que votaba, que era la número 2, en un centro de votación de solo dos mesas. Entré y, tras saludar a los vecinos que ejercían funciones en las mesas, le presenté a varios de ellos mi credencial. Se aproximó la representante del PSUV, quien dijo que no, que esa credencial no valía y que no. Intercedió por mí la presidenta de mi mesa de votación, vecina de toda una vida, pero la representante del PSUV que no y que no. No caí en provocación y voté. Al ir a meter la papeleta en la urna electoral, me sorprendió ver, a través de la ranura, la montaña de votos que se había depositado. Para ser tan solo las 9 a.m, había ya muchos, y una cola que fluía, a la que la gente seguía llegando. La participación estaba siendo muy evidente. Tras llamar a Bruno Gallo para reportarle la incidencia, volví a mi casa.

Regresé a mi Centro de Votación pasadas las cinco de la tarde. Esta vez entré directamente y me dirigí a mi mesa para esperar, en primer lugar como ciudadano, consciente de sus derechos legales y constitucionales, a presenciar el acto de escrutinio de los votos, pero también como Testigo Nacional de Avanzada Progresista.

La representante del PSUV y el efectivo de la FANB/Plan República, esta vez con la mano derecha sobre la culata de su arma, volvieron a negar mi derecho ciudadano, como votante de ese centro y de esa mesa, e institucional, como representante de una organización política reconocida por el CNE, a estar presente en el acto de escrutinio. ¿Por qué la tendencia del gobierno es a ocultar? Salí del centro de votación. Justo en la puerta, llamé a Bruno Gallo una vez más para reportarle el conjunto de la situación, de modo que me oyera el efectivo de la FANB/Plan República. Un joven que estaba en la puerta, y que se enteró de lo ocurrido, me preguntó qué iba a hacer, y le contesté que me iría al muro desde el que podía ver a las aulas en las que se contarían los votos. Así lo hice, me retiré al muro de la escuela que da acceso visual a las aulas que habían sido utilizadas como mesas de votación. Si no me dejan estar, por lo menos los voy a ver, me dije a mí mismo, y me puse en mi puesto de observación. En eso llegó a mi lado un muchacho de 13 o 14 años y me preguntó: señor, ¿no lo dejan entrar? Le contesté que él mismo había visto cómo me sacaron del centro de votación. A lo que el muchacho me respondió: Pero mi prima les leyó el artículo y parece que la van a dejar entrar. Fui de nuevo a la puerta a ver que estaba ocurriendo, y encontré a una digna vecina de mi barrio quien, revestida de la autoridad que le daba su condición de ciudadana, y representando a un grupo de unos siete u ocho vecinas y vecinos que la acompañaban, le informaba a otro efectivo de la FANB/Plan República diferente al que me había sacado a mí y que, al parecer, era de rango superior, que estaban a la puerta de su centro de votación con la intención de entrar al acto de escrutinio porque era su derecho legal y constitucional, y además estaba escrito hasta en los papeles del CNE, pegados en la pared, que acompañan las listas de los electores. Después que escuchó la intervención de la vecina, el efectivo de la FANB/Plan República respondió diciendo que por ahora nos fuésemos todos de la puerta, pues iban a grabar el video que daba constancia de que no había electores en cola, que nos pusiéramos cerca pero no en la puerta, que él nos llamaría a diez electores de los que habíamos manifestado voluntad de entrar cuando se fuese a empezar el conteo. Rápidamente se corrió la noticia y en cinco minutos estaba una vecina protestando que no podían ser diez opositores, que por lo menos entraran cinco del gobierno/PSUV y cinco de la oposición. Se nos imponía la negociación si queríamos lograr la victoria de que electores del centro de votación presenciaran el acto de conteo de los votos y de totalización de las actas. Me acordé mucho de mi compañero amigo, Enrique Ochoa Antich. Intervine para decir que la propuesta de cinco y cinco me parecía bien, que yo cedía mi puesto en la comisión de cinco de la oposición, para dar más oportunidad a los otros vecinos, con el compromiso de que me comunicarían inmediatamente todo lo que vieran y escucharan, además, por supuesto, de los resultados de la votación. Así quedamos.

Pasadas las 9 pm me llamaron. El informe fue el siguiente. La mesa 1 no pudo totalizar por razones técnicas. La mesa 2 fue escogida para verificar en físico los resultados del acta de totalización. Los resultados fueron 324 votos a favor de Edmundo González Urrutia contra 267 a favor de Nicolás Maduro Moros. Hubo unos muy poquitos votos por algunos de los otros candidatos.

Esperando en mi casa, frente al televisor, el mítico primer boletín del CNE, pensé que yo tenía perfecto derecho estadístico a proyectar los resultados de mi mesa de votación a las 30.066 mesas electorales instaladas por el país. Esa derrota electoral del presidente Maduro se producía en un bastión oficialista, como había sido hasta entonces, la parroquia Antímano en términos electorales. Es más, dada esa razón, era probable que el resultado nacional fuese más holgado a favor de Edmundo González Urrutia. No ignoraba que, mientras esperábamos cerca del centro de votación, me llegaron mensajes y videos de gente amiga de La Vega, en los que se informaba de celebraciones en la plaza La India. A otra vecina le llegó información de que también en Propatria, tras el cierre de las mesas y el conteo de los votos, habían salido a celebrar. Tal parecía que había ocurrido una avalancha electoral a favor de Edmundo González Urrutia.

Más allá de lo que haya declarado a Venezuela y al mundo Elvis Amoroso, Rector principal del CNE, al filo de la una de la madrugada del lunes 29 de julio de 2024, el formato del primer boletín era deliberadamente "billete de trece", deliberadamente "fake". Para empezar, cosa esta que no es en absoluto banal sino muy grave, muy seria, van más de dos decenas de fallecidos en todo el país, no estaba para dar ese boletín fundamental, del que se derivan los hechos de paz o violencia en toda la nación, el cuerpo colegiado de los cinco rectores del CNE. Faltaba el Rector Juan Carlos Delpino, quien no firmó lo que Elvis Amoroso leyó, entre otras cosas porque lo que Elvis Amoroso leyó no fue el primer boletín. El primer boletín lo produce la sala de totalización y ésta no fue activada, como lo denunció el candidato presidencial Enrique Márquez, quien sí tenía representación en la sala de totalización, y supo lo que se hizo y lo que no se hizo. Haya sido el que haya sido el papel que Elvis Amoroso leyó, dio cifras con el 80% de las actas escrutadas y, faltando más de dos millones de votos por contar, declaró a una presunta diferencia de 700.000 votos de Maduro sobre González, como "tendencia irreversible", lo cual era matemáticamente falso. Adicionalmente a las cifras que leyó, Elvis Amoroso informó que el sistema informático y de transmisión del CNE, había sido víctima de un hacqueo. Para aumentar la credibilidad del Poder Electoral, tumbaron la página web del CNE hasta el presente y, no contentos con eso, cerraron las dependencias del CNE al público. Óigase bien Venezuela. El CNE pasó los días siguientes a las elecciones presidenciales cerrado al público.

El lunes 29 de julio íbamos a conocer el tratamiento que los medios de comunicación social televisivos del país le iban a dar al boletín emitido por Elvis Amoroso, Rector principal, y tres rectores más, que no por el CNE, que es un cuerpo colegiado de cinco y no de cuatro personas.

La primera cosa extraña fue que la emisión matutina de El Noticiero de Televen, no arrancó después del himno, a las seis y piquito de la mañana, sino que empezó casi a las seis y media. De luto cerrado, el comunicador social Carlos Fernándes, empezó por excusar la tardanza pues, en ausencia de transporte público, el canal tuvo que improvisar un servicio para las y los trabajadores que hacen posible la primera emisión del Noticiero Televen. Un paro del transporte público no se hace para festejar unas elecciones transparentes. Carlos Fernándes jamás dijo con sus palabras las cosas que yo entendí. El repitió las cifras que dio el Rector principal del CNE pero, a punta de lenguaje corporal, de muchos mmmm, de muchos eh, y sus habituales muletillas, el comunicador social se las arregló para que supiéramos que el empastelamiento era muy considerable, y que quizás, tal vez, lo más seguro ¿quién sabe?

Sobre las diez o diez y cuarto de la mañana empezamos a oír el inconfundible ruido internacionalmente conocido como cacerolazo. Sonaba cerca, por los lados de El Refugio. Se iba hasta Carapita y subía de nuevo por Las Torres. Creció rápidamente en contundencia y para cuando yo estaba haciendo todo el ruido que podía con un par de tapas de olla, era claramente el clamor de ¡NOS ROBARON! Pensé en que, mientras yo anotaba muy concienzudamente las reflexiones que iban produciendo los hechos, existía otra conducta que manifestaba, de la forma que podía, que no se la calaba. Tuve mucho orgullo en sumarme a esa conducta, y dejar mis anotaciones para después. El cacerolazo duró el tiempo suficiente para saber que nos estábamos convocando para un estruendo mayor. Que aquel cacerolazo matinal era de entrenamiento.

El CNE incompleto batió todos los records de velocidad para proclamar, a doce horas de la emisión del boletín que leyó Elvis Amoroso, a Nicolas Maduro Moros como presidente reelecto de la República. Tanto apuro era en extremo sospechoso, pero al parecer, se trataba de eso, de que pareciera trampa, de que oliera a trampa.

El antecedente histórico al cacerolazo que sonó en Venezuela el lunes 29 de julio de 2024, a las siete de la noche, fue el cacerolazo del viernes 12 de abril de 2002. Ambos fueron contra Golpes de Estado. El más antiguo fue contra el Golpe de Estado al gobierno del presidente Hugo Chávez Frías. El reciente fue contra el Golpe de Estado a la voluntad del pueblo venezolano cuando escogió a Edmundo González Urrutia como presidente en las elecciones del 28 de julio de 2024. Si los que caceroleamos en el 2002 fuimos los héroes anónimos y múltiples que iluminamos ese trece de abril que para tantas y tantos se volvió fecha patria, los que caceroleamos en nuestras casas densa, nutrida y contundentemente durante largos minutos de la noche del 29 de julio de 2024, estábamos gritando un inmenso NO NOS LA CALAMOS y algo pasó que ya no somos los mismos. El gobierno del presidente Maduro sigue teniendo los Sukoy, los destructores, los tanques, las municiones y toda la capacidad de violencia que le da la conducción del gobierno militar-policial-cívico que preside, pero el pueblo de Venezuela ya no es el mismo porque vio lo que vio en su mesa electoral, y le pregunta al presidente Maduro que dónde fue que ganó él, porque no fue en su mesa, ni en su centro de votación, ni en su barrio, ni en su parroquia, ni en su municipio, ni en su estado, entonces ¿cómo fue que ganó en el país?

Después del cacerolazo, hice consciente que me sentía totalmente distinto a como me sentía tras las elecciones de Maduro en el 2018. Entonces me sentí aplastado y ahora nada que ver. Estaban intentando robarnos, pero no nos habían robado todavía. Todavía podía salirles mucho más caro ese vulgar arrebatón.

El martes bajé a pie hasta la estación Antímano del Metro, pues ni las líneas de jeeps, ni las camionetas estaban trabajando. Al salir en la estación Chacao, una pinta prolijamente realizada, con muy buen sentido del diseño gráfico, rescataba dos palabras del himno que me estremecieron: LIBERTAD PIDIÓ.

En la muy buena reunión que tuvimos, Andrés Caleca resumía lo ocurrido tras las elecciones presidenciales como un "fraude electoral con características de golpe de Estado". Lo cierto es que el CNE incompleto duró hasta el miércoles 31 de julio, cuando el presidente Maduro llevó a la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia un Recurso Contencioso Electoral. Con inusual celeridad, la Sala Electoral admitió el Recurso y sin más dilación convocó para el viernes 2 de agosto a las dos de la tarde a los diez candidatos que participaron en las elecciones.

La jugada del gobierno/PSUV al refugiarse en el TSJ "pa’lo que salga", en el mismo TSJ que, con la excusa de una presunta grabación que jamás se investigó, anuló las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 en el estado Amazonas para quitarle a la oposición la mayoría calificada, y como sabía que no las podía repetir, porque perdería hasta el diputado que había sacado, sometió al estado Amazonas a quedarse sin representación parlamentaria, no es que produzca una inundación de confianza, pero es un reconocimiento objetivo de que el CNE era una instancia que tenía a la presentación de las actas como llegadero ineludible, y que eso era letal para el gobierno/PSUV. En las máquinas del CNE lo único que se podría encontrar es la derrota contundente del presidente Maduro, por eso tenía que buscarse otra instancia más segura a como diera lugar. Pero en modo alguno era la actitud y la conducta de alguien victorioso.

El jueves 1de agosto Javier Bierdeau Restrepo publicó en Aporrea el artículo "La verificación y el escrutinio ciudadano puede resolver esto" dando toda la sustentación legal, constitucional y política de la conducta que había que tener como ciudadanos. Haciendo de la verificación ciudadana y la exigencia al CNE para la presentación de las actas, el clamor y la lucha colectiva de un pueblo que exige la verdad como condición de la autoridad. Tremendo aporte.

El espectáculo del viernes 2 de agosto en el TSJ, a primeras horas de la tarde, confirmó que la exhibición de debilidad dada por el Gobierno/PSUV se profundizaría. De los diez candidatos convocados solo fueron nueve. Edmundo González Urrutia no asistió. De acuerdo a lo que vimos y escuchamos, aquella citación de la Presidenta de la Sala Electoral era para informar a los candidatos que la Sala Electoral del TSJ había decidido que éstos tenían que entregar a dicha sala todos los recaudos electorales que tuvieran en su haber, fundamentalmente las actas oficiales recabadas por sus testigos en las mesas electorales. "Oóh, no te pide nada el cuerpo…" habrá dicho más de uno por lo bajo. Terminó el acto tras la salida de las magistradas y el magistrado, y la gente empezó a despedirse.

Al parecer estaba prevista una intervención de los candidatos a la prensa nacional e internacional, pues había una tarima y un micrófono. Subió Claudio Fermín y pidió transparencia, para lo que se necesitaba la presentación de actas por parte del CNE.

Después vino la intervención de Enrique Márquez quien cumplió con la histórica tarea de transformar una ocasión como esa, la citación de la Sala Electoral a los candidatos, en una estrepitosa derrota del Gobierno/PSUV. El único sin corbata en aquella inmensa sala, empezó diciendo que se iba como había venido, sin saber qué era ese Recurso Contencioso Electoral, ni si por el hecho de haber sido incoado por el presidente Maduro, ello significaba que éste estuviera contendiendo su propia proclamación como presidente reelecto. Era muy importante aclarar eso: ¿qué significaba y qué pretendía ese Recurso Contencioso Electoral? Él no se sentía notificado de nada. Lo que él, Enrique Márquez, temía, y así lo expresó, era que los rectores y rectora del CNE pretendieran esconder su responsabilidad constitucional, de la que dependía la paz de la República, bajo las togas de los magistrados. Que el CNE se tenía que poner a derecho y presentar las actas que sustentan los boletines emitidos por el Rector principal Elvis Amoroso. El ambiente se crispó ostensiblemente.

Le tocó el turno a Javier Bertucci quien habló de "que se obligue al CNE a presentar todas las actas y todas las papeletas", "..que empiece la auditoría de la Fase 2 para que el 28 de julio sea esclarecido". De lo que se infiere que está muy oscuro.

Siguió José Brito, con su originalísimo "quien canta bingo presenta el cartón". El gobierno cantó bingo y no presentó el cartón. Se sumó discretamente al clamor para que el gobierno presentara las actas.

A continuación, Daniel Ceballos se montó igualmente en el bus de los que pedían transparencia y presentación de actas.

Vino Antonio Ecarri, quien sentenció que sin respeto al voto no hay respeto al ciudadano. Denunció que quien estaba "escurriendo el bulto" era el CNE. Cerrando con que la voluntad del voto era sagrada.

Benjamín Rausseo no fue particularmente original en su llamado a la paz y la reconciliación, para lo que dijo que era indispensable la transparencia y la presentación de las actas.

El presidente Maduro cerró el evento descargando a Edmundo González Urrutia por no haber ido a la citación de la Sala Electoral, y le dijo de todo menos bonito.

Luis Eduardo Martínez prefirió no declarar.

Aquello era muy significativo pues, salvo Enrique Márquez, quien ni firmó el compromiso previo a las elecciones, ni reconoció resultados, el resto de los candidatos que intervinieron eran firmantes del compromiso pre electoral y habían reconocido los resultados del presunto primer boletín, lo que no impidió que agitaran banderas invocando la inexistente transparencia y sumándose al coro de ¡CNE: presenta las actas ya¡

A cinco días de su realización el 28 de julio, las elecciones naufragaban el 2 de agosto en los espacios del TSJ: No las defendía ni el presidente Maduro, a quien habían declarado ganador, y quien sabía perfectamente que su eventual proclamación, antes de que se hubiese terminado de contar los votos, era extemporánea. Y sin embargo los resultados estaban ahí: En el corazón de las máquinas, en las actas que el CNE se negaba a presentar. No era precisamente orgullo lo que el Plan República podía mostrar, y lo que el sistema automatizado de votación reflejaba era que, por encima de la manipulación, era invulnerable, y esa era la razón por la que el CNE no presentaba las actas.

Hoy martes 6 de agosto, cuando cierro este intento de sistematizar la experiencia de estos días, el país se sumerge en la incertidumbre. Su ejemplar participación cívica el día de las elecciones, ha quedado frustrada por una desembozada y descarada pretensión de forzar los resultados para que no dijeran lo que dijeron a través del sistema electoral más confiable del mundo. La verdad sigue estando en las actas que el CNE se niega a presentar al pueblo aunque, al parecer, ya se las entregó a la Sala Electoral del TSJ.

Nada ha pasado. Todo está pasando. Que termine en el conocimiento de la verdad de los hechos, o que se instale un fraude electoral masivo, también depende de cómo se comporte nuestra ciudadanía.



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Santiago Arconada Rodríguez


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