Hace unos meses coincidimos en un restaurante con Leopoldo Puchi y nos
atrevimos a felicitarlo por la postura racional que expresa en su columna
semanal, muy a sabiendas de que la misma se enmarca dentro de la
perspectiva de la oposición venezolana.
Hoy nos vemos obligados a recoger nuestras palabras, a raíz de la
posición ilógica e irracional, expresada esta semana por nuestro
personaje, en la referida columna.
Bajo el título “Cultura Libertaria” no sólo cuestiona, Puchi, la
detención de Oswaldo Álvarez Paz; sino que la muestra como un ataque a la
libertad de expresión, por parte del gobierno; en una descarada
manipulación que insinúa que la decisión del fiscal que lleva el caso, es
la consecuencia de una orden emanada desde el poder ejecutivo.
Se suma con ello Puchi a la matriz de opinión que impulsan los medios de
comunicación, sobre la existencia de un gobierno totalitario que controla
todos los poderes.
Adicionalmente, nuestro personaje expone textualmente que “el sentimiento
venezolano, heredero del Siglo de las Luces, se inclina hacia una
libertad de expresión amplia y sin restricciones. La gente valora mucho a
quien habla sin cortapisas, aunque cometa excesos y hasta trasgreda la
ley.”
¡Qué forma tan sosa de defender la posición del borrachito maracuho!
¿Cómo es eso de que la gente valora a quien habla sin cortapisas, aunque
cometa excesos y trasgreda la ley? ¿Qué clase de gente es esa? Obviamente
Puchi se refiere, como si fuesen el país, a sus amigos de la oposición.
La verdad, amigo Puchi, es que lo que admira y respeta el pueblo
venezolano es la valentía y la gallardía para asumir las consecuencias de
lo que se dice y lo que se hace. No admiramos, por lo menos los
venezolanos como nosotros, a quienes con frecuencia se van de la lengua
para luego asumir posiciones de víctimas cuando se les exige que
respondan por sus actos.
Resulta poco menos que grotesco que alguien proponga que quienes tienen
acceso a los medios de comunicación tienen derecho a decir lo que les
venga en gana sobre cualquier tema o persona, sin prestarle atención a
las restricciones que impone la ley.
También agrega este defensor de la “libertad de expresión” que “si bien
opinar tiene consecuencias que pueden ser, en algunos casos, dañinas para
otras personas o para la sociedad, en Venezuela es mayoritario el
criterio según el cual es preferible pagar el precio de ese daño, y de
los delitos en que se pueda incurrir al expresarse públicamente, con tal
de preservar el efecto saludable de la libertad de opinión.”
¿En Venezuela pensamos así? Definitivamente Puchi debe estar bebiendo
lo mismo que Oswaldo.
No amigo, Puchi, no. La libertad de expresión no puede ser excusa para
dañar la imagen y la reputación de personas honorables y mucho menos a la
sociedad o la patria.
¿Le gustaría a usted que amparándose en su tesis, alguien atacara la
reputación y la dignidad de su padres, de sus hijos o de su esposa y que
estos no tuviese la oportunidad de defenderse legalmente… Ojo que una
cosa es ser opositor y otra es ser un pendejo fanatizado.
Por último, el mencionado político y columnista hace una defensa “del
crecimiento que tuvo el derecho a la libertad de expresión en los últimos
gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera” y lo contrapone con la
supuesta tiranía que hoy encarcela a un hombre como Oswaldo Álvarez Paz
por opinar diferente.
¿En qué país habrá vivido nuestro personaje en los últimos veinte años?
¿Libertad de expresión en la cuarta? De seguro Puchi no se enteró, por
sólo nombrar un caso, del encarcelamiento y la agresión de los que fue
víctima aquel aprendiz de brujo que se atrevió a afirmar que Caldera
moriría de un cáncer de próstata antes de concluir su mandato.
Definitivamente el güisqui que toman en la oposición está puyado.
Abril 2010
arellanoa@pdvsa.com