lo verdadero y entonces lo maravilloso
acaba por parecer también verdadero”
Goethe
Expuse en mi artículo anterior las consideraciones preliminares i más aceptadas por la historia i la ciencia médica, sobre la muerte del Libertador Simón Bolívar, un tanto escandalizada actualmente por la declaración, mal razonada de un médico norteamericano, Paul Auwaerter, de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, lo que ya para la mayoría le parece el pontificar de un sabio. Convengo que la medicina norteamericana es mui avanzada tecnológicamente, como poco humanista –por el capitalismo que la transforma en comercio de la salud− como desde hace muchos años denunció un libro de Martin L. Gross, titulado LOS DOCTORES (Edit. Grijalbo,1968), crítica fundada “en que muchos no tienen ninguna formación en cuanto al desarrollo de la personalidad, cosa que es indispensable para un verdadero doctor en medicina”. El profesional del norte, siempre ha obviado la cultura general i la filosofía o el humanismo, como fuentes de ayuda para el curar o ayudar a vivir, en contraste con los que vemos en los médicos cubanos, “bloqueados” por el Imperio. Prueba de ello, al menos para mí, es el hecho de ser la revista (ya desaparecida hace años) MD, un maravilloso ejemplo de esa conjunción entre ciencia i humanidad; la dirigió i guió con unos editoriales estupendos e inolvidables, un médico español radicado en los Estados Unidos, el Dr. Félix Martí Ibáñez, donde la escogencia de colaboraciones era realmente de alto nivel intelectual, no solamente científico-tecnológico. Además, en la medicina española hubo autores de grandes obras de Medicina Interna como el Dr. Jiménez Díaz, donde para describir una enfermedad, hasta nos iniciaba un capítulo, mostrando la relación médico paciente que se establecía, cuando el enfermo entraba en su consultorio i las circunstancias i las manifestaciones mui personales que demostraba, al referir su padecimiento, lo cual orientaba el diagnóstico, en el cual la semiología, la clínica o el examen clínico, estaba por encima de todo, incluyendo el laboratorio (que era entonces el mejor recurso o apoyo) o la radiografía i los avances que iban apareciendo. Así, la medicina que aprendí con profesores notables aquí en Maracaibo, como el Dr. Wintila Pérez Romero (hijo del poeta Udón Pérez) i un profesional excepcional; el Dr. Adolfo R. Pons, eminente especialista en Medicina Tropical, descubridor del Kala-zar en Venezuela; Dr. José Hernández D’Empaire, el gran cirujano e insigne rector que graduó la Primera Promoción; el Dr. Luis Maggiolo Atencio, profesor de farmacología, i otros mui notables en sus especialidades como Delgado Rivas, Vinicio Casas Rincón, Julio Árraga Zuleta, Ramón Gómez h., Jorge Hómez Chacín, José León García Díaz, etc., fue en gran parte una medicina humanista, que señalaban como un apostolado (quien quiera hacerse rico, busque otro negocio o actividad comercial, repetían, no con la medicina), tal era la vieja enseñanza de Francisco Eugenio Bustamante, José María Vargas, Luis Razetti, Adolfo D’Empaire o mi padre Juan B Jiménez. Tenían influencia notable de la medicina española, francesa i alemana, donde la clínica era la Reina de la Medicina. Cuando se fue imponiendo la avanzada tecnología norteamericana, algunos se conservaron i se conservan con el saber humanitario por delante; pero otros se fueron alejando del paciente como persona i viéndolo un tanto de lejos, concretándose a datos obtenidos por grandes aparatos, realmente maravillosos, pero no captan las angustias ni el alma de quien sufre i padece. Autores como Jiménez Díaz, Pedro Pons, Gregorio Marañón, Laín Entralgo, Blanco Soler, etc., estaban presentes en sus mentes i corazones.
Ahora, no es que volvamos hacia aquellos tiempos pasados; no, el médico debe ir en sus conocimientos con la realidad fulgurante del presente. Estamos en una medicina científica por excelencia, mas no debemos dejar de ser seres humanos, comprometidos con la biografía del mundo. Por ello, al volver al pasado histórico, no podemos llevar los aparatos, sino nuestras neuronas.
La noticia de la tesis del Dr. Auwaerter, comienza con una breve introducción diciendo que Bolívar es una de las figuras históricas más influyentes en América Latina i que murió el 17 de diciembre de 1830. En ese entonces se estableció la causa de su muerte como tuberculosis, una enfermedad prevalente para esa época. I en el segundo párrafo, agrega que el fallecimiento del héroe, “siempre estuvo rodeado de misterio” lo que considero falso, i si mui cierto lo de que ha sido, un proceso final, no un enigma, “más estudiados en la región”. De manera que esos estudios, realmente muchos, no han servido para nada, sino que este señor se atreve a afirmar que murió por envenenamiento crónico por arsénico. A esto agreguemos que no se trata de una simple opinión, sino que la noticia expresa que “Que el científico presentó las conclusiones de su investigación durante la Conferencia de Clínicopatología Histórica que se celebra en una universidad”. Considero, pues, es un trabajo serio, científico, con pruebas irrefutables para poder llegar a conclusiones que podrían servir hasta para escribir un libro. Sin embargo no se dice nada al respecto i se pasa a un aparte de “Varios síntomas”. Veamos.
Comienza por asentar que “La mayoría de los signos y síntomas (el subrayado es mío) apuntan a un envenenamiento crónico y lento, como el que resultaría de beber agua contaminada” según expresa el investigador. Siguiendo esta idea, es cierto que la contaminación arsenical se encuentra en todas partes, aire, agua, suelo i alimento, i en el caso del agua, no solamente en aguas sucias, bien contaminadas, sino hasta en el presente en el agua potable. Al hablar de los síntomas, el Dr. PA. (Abreviaré así, Paul Auwaerter) dice que antes de morir (impreciso el tiempo) “Bolívar padeció de una enfermedad muy larga con una amplia variedad de síntomas, incluidas crisis frecuentes de pérdida de conciencia, oscurecimiento de la piel, pérdida extrema de peso, tos, agotamiento y dolores de cabeza persistentes” i más adelante la noticia agrega que el Dr.PA. cree que el contacto con arsénico puede haber sido “totalmente posible”. Yo también lo creo, puesto que hasta los alimentos más comunes, carne, pollo, pescado, etc., llevan arsénico orgánico especialmente en cantidades ínfimas, no así el arsénico que respira un obrero de una fundición de cobre (en la Independencia se fundían campana de los templos para hacer cañones, como sucedió en Mérida) más no creo que Bolívar tuviera tiempo de ser fundidor. Por eso en las fábricas modernas, ciertas fundiciones liberan arsénico inorgánico, mucho más tóxico que produce cáncer del pulmón i de la piel. Empero, se agrega que “se sabe que Bolívar ingirió arsénico como remedio para algunos de sus frecuentes males: dolores de cabeza, debilitamiento, hemorroides y sus episodios crónicos de pérdida de la conciencia” según el investigador. Todo esto, puede aceptarse, por lo dicho del agua contaminada, los alimentos, etc., pero que la pérdida de la conciencia fuesen episodios crónicos no lo creo i volveré sobre el trabajo del neurólogo Humberto Gutiérrez i el trabajo de Carbonell para precisarlo. Sé que en Pativilca, Bolívar sufrió una crisis de los que llamaban “tabardillo” que era una insolación; fue atendido por un médico, quien por cierto refiere que al recobrar la conciencia le preguntó: -General, ¿qué piensa hacer ahora? I la enérgica respuesta fue: ¡Triunfar! Estaba en plenitud de su intelecto. En cuanto a que el arsénico era un remedio para la época, también es cierto. Ya dije que le pusieron en ocasiones cataplasmas lumbares de Cantaridina con arsenicales como revulsivo o vejigatorio i que se usaba también agregándole quinina, para las fiebres palúdicas que el Libertador debió padecer en los llanos. Por eso tenía unas escaras lumbares i como me decía el Dr. Ordóñez Marín, le produjeron al final oliguria, orinar sangre i anuria, complicación final de una muerte cuyo principal diagnóstico por la sintomatología i la necropsia, fue una afección pulmonar grave que más adelante vamos a denominar Tuberculosis, que no solamente es pulmonar i producida por el bacilo descubierto por el Dr. Koch. Lo de que se auto recetó, también lo dicen algunos historiadores, pues cargaba consigo creo que una guía de Higiene.
Prosigue esta información que ha alarmado a algunos i al presidente Chávez le parece una confirmación de que a Simón Bolívar lo mataron, con una revisión de los datos de la enfermedad que condujo al fallecimiento. “Explica que en las dos últimas semana, se vio consumido y extenuado tosiendo constantemente y produciendo grandes cantidades de esputo verde”. Cierto, pero precisamente eso venía no de las últimas dos semanas, sino de muchos meses antes. Para citarle al Dr. PA. una sola prueba, le repito esto que destaca el Dr. Orlando Arrieta: “En el mes de febrero de 1830 dice el General Posada Gutiérrez: <la salud del Libertador decae visiblemente…tenía apenas cuarenta y siete años y parecía un sexagenario>”. Pero quien desee tener una visión completa, profunda, absolutamente ética en medicina i en historia, le aconsejo leer la obra del Dr. Oscar Beaujon, especialmente el Capítulo III, donde hace una formidable exposición : CRONOLOGÍA DE LOS ANTECEDENTES PATOLÓGICOS DEL LIBERTADOR. Es tan pormenorizado lo que señala que, en 1825 apunta: rasguños en la cara producidos por Manuelita Sáenz.
Me gustaría saber qué bibliografía maneja o ha manejado el médico norteamericano. Debería incluirla en su investigación. Para colmo consigo algún disparate o equivocación que puede ser de quienes trasladan la información o noticia, como cuando dice la nota que “El fluido verde de los pulmones y el corazón es un signo muy sugerente de una infección bacteriana llamada bronquiectasia (sic) que era muy común en ese tiempo”. Dos cosas: el corazón no tiene fluidos, a menos que exista un derrame pericárdico, (aclara que el fluido verdoso es de la cavidad pericárdica) aunque si puede salir un fluido igualmente desde los pulmones, pero que afirma: no es tuberculoso; i la bronquiectasia no es una infección bacteriana, es una deformación patológica de los bronquios, dilatación anormal i permanente, producto naturalmente de una infección que la ocasionó, lesionando los componentes musculares i la elasticidad del bronquio. No estoi creyendo, pues, que esto lo haya expuesto así el Dr. PA., i menos enseñándole medicina, más en la ignorancia que debe ser la mía, no he leído nunca que el envenenamiento por arsénico produzca bronquiectasias para que estos síntomas le conduzca a afirmar el asesinato del Libertador. Después agrega que debió ser un cáncer del pulmón “complicación del envenenamiento”.
Al final, el investigado del Hospital John Hopkins, dice que todo su cuerpo estaba derrumbándose i contradictoriamente dice que vivió bastante tiempo así; para exponer de seguido que “la idea de un envenenamiento gradual por arsénico es buena explicación que vincula todos estos síntomas”. Realmente me alarma esta conclusión; eso no le indica otra enfermedad posible, sino un envenenamiento crónico con arsénico. Parece un diagnóstico de la CIA, como cuando diagnosticaron las armas de destrucción masiva en Irak o vincularon a Bid Laden con las Torres Gemelas; pero la pone peor cuando advierte que en aquel tiempo no había los medios ni la capacidad para confirmar una muerte por tuberculosis, de modo que muchas otras muertes de personajes famosos que murieron de aquella “enfermedad social” que daba aires de intelectual o de poeta a muchos hombres de pumpá i de levita, hai que revisarlas. No sé si habrá tomado o incluido en la investigación, un libro de Historia de la Medicina. Tomando en cuenta sí, la historia, dice que por haber sido el Libertador, víctima de varios intentos de asesinato, no se puede descartar que la muerte haya sido provocada; verdaderamente una lógica al gusto o algorítmica tal vez, pues cuando Fidel Castro, por ejemplo, muera algún día como tiene que morir, por una enfermedad diagnosticada claramente, tenemos lógicamente que pensar que esa muerte, de un hombre que sufrió cientos de atentados, tuvo que ser provocada. ¿No podría ser también un envenenamiento crónico por arsénico, cuando en nuestros tiempos estamos expuestos mucho más, tanto al arsénico orgánico como al inorgánico?
Por último, la consecuencia maligna de una afirmación para mí poco justificada o infundada. El investigador dice que es mui difícil llegar a una conclusión definitiva, i aquí viene el veneno no arsenical sino político: “Si algún día pudiera exhumarse el cuerpo habría muchas cosas que podrían analizarse. Y una prueba para detectar el arsénico en el tejido (óseo, supongo) y cabello de Bolívar podría resolver algunas de nuestras interrogantes”.
Este doctor Paul Auwaerter, debería venir a enfrentarse con los historiadores, médicos e intelectuales venezolanos i latinoamericanos que creemos tener bien estudiada la vida, la obra, las enfermedades i la muerte de nuestro Libertador Simón Bolívar; traer sus pruebas para afirmar su diagnóstico de envenenamiento i escuchar nuestra posición histórica i científica. No sé cómo reaccionaría si nosotros dijéramos que Jorge Washington, que según las biografías que hemos leído, vivió sus años finales con los hábitos de un rei europeo i se retiró a Mont Vernon en 1797 para morir tres años después, no sabemos en qué forma, sospechamos que los ingleses derrotados en la guerra de independencia (que no pudieron matarlo con cuatro bajas que perforaron su uniforme sin hacerle daño alguno, por obra de la Divina Providencia) le envenenaron lentamente con una poción de los Pieles Rojas u otras tribus que masacraron, o también con arsénico que allá debe encontrarse en mayores proporciones en el aire, el agua, los suelos o los alimentos, o en el té de la merienda a las 4 p.m. Deberían exhumarlo también, para quitarnos las dudas.
Por ahora, en nuestra Venezuela, reitero lo que debe ser el sentir de casi todos los venezolanos (digo así porque posiblemente los escuálidos pitiyanquis, estén de parte del doctor Auwaerter) en que el sepulcro del Libertador, es intocable, sagrado, respetable hasta lo infinito, i seguir en la paz i la grandeza histórica del Panteón Nacional.
robertojjm@hotmail.com