Caracas, enero 21 - La manifestación del 23 de enero de 1958, la cual precipitó el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, fue como la 13 de abril de 2002, cuando el pueblo salió a las calles para defender su Constitución y rescatar al presidente Hugo Chávez del golpe de Estado que dio la derecha dos días antes.
La consideración la hizo profesora universitaria Mercedes Vargas, conocida también como “Chela”, quién durante la época del perezjimenismo integró la juventud del Partido Comunista de Venezuela (PCV).
“Yo estuve presente en los dos acontecimientos y sentí lo mismo. El 13 de Abril de 2002 yo fui para Miraflores, y el pueblo presente expresó la misma idea del pueblo del 23 de Enero”, apuntó.
Vargas solo diferenció entre ambos eventos que en el segundo fue mayor la pasión con la que la ciudadanía manifestó. “Yo no había visto un despertar con tanta pasión como la que despierta el presidente Hugo Chávez. Algún germen de esa pasión lo hemos visto presente a través de la historia, en hechos como el 23 de Enero, donde aparte de una pasión hubo un sentimiento y una conciencia desbordada, con respecto a que había que acabar con la dictadura”, destacó.
Afirmó la profesora, consultada por el Correo del Orinoco, que “ahora vemos como esa pasión y sentimiento se eleva, con consciencia, para defender el proceso constituyente”.
“¡MUERA LA DICTADURA!”
La manifestación del 23 de Enero fue “muy bonita”, según Chela Vargas. La profesora recreó una imagen de aquel momento al relatar que, como murmullo de abejas, se oía gritar a la gente: “¡Muera la dictadura! ¡Muera la dictadura, ¡Muera la dictadura!”.
Adicionalmente, se escuchaban las cornetas de los carros y las campanas de las iglesias, porque el clero también estaba incorporado.
“Para mí fue un concierto maravilloso. El murmullo era unitario, como si se el pueblo se hubiera puesto de acuerdo. Insistía: ‘¡Muera la dictadura!, ¡Muera la dictadura!’, y se escuchaba como un eco”.
EL RETORNO A CASA
Chela Vargas no podía entrar a su casa porque la Seguridad Nacional estaba en la puerta esperándola. “Mi papá y mi mamá comieron hallacas con ellos en la puerta (la navidad de 1957). Sin embargo, yo me arriesgaba e iba a una casa de unos amigos para saber de ellos”.
Relató que una vez le comentaron que sus papá quería hablar con ella. Su intención era que se fuera para el exterior, pero para ella eso era imposible. En esa ocasión, apenas tomó la ropa que le habían mandado, se montó en un carro y cuando vio hacia atrás notó que venía la policía.
“Uno sabía lo que tenía hacer, arriesgarse sabiendo que tenía la policía atrás y que podían matarlo”, acotó.
Después del 23 de Enero fue que Chela Vargas pudo regresar a su casa, en Prado de María. Tenía unos dos meses que no la visitaba, porque la represión más fuerte contra ella comenzó después del 21 de noviembre de 1957, cuando comenzó la huelga estudiantil.
Narró que tenía unos vecinos que pertenecían a la Seguridad Nacional y la habían de denunciado. “El 21 de noviembre yo salí de aquí (de la UCV) vestida de monja por unas hermanas de la residencia estudiantil. Salí en el carro de una muchacha rica a la que vinieron a buscar. A partir de ahí tuve que cambiar mi imagen; yo usaba una trenzas y la juventud del PCV me las mandó a quitar”, relató.
Continuó: “Me mandaron a poner casi al rape; pero sin embargo, me reconocían. Una vez me metieron en el teatro universitario para que me maquillaran, porque siempre he sido muy sencilla, pero cuando me iba me vio pasar un amigo y me dijo: ‘Adiós Chela Vargas”.
Entre risas añadió que el camarada que le acompañaba le dijo: “¡Coño, qué vaina! Ni la manera de caminar cambias”.
Todos los hermanos estaban presos; uno de ellos, por ejemplo, era militar y se había alzado el 1 de enero de 1958 con el teniente coronel Hugo Trejo.
“Cuando yo llegué a mi casa vi una manifestación de gente con banderas, y estaba un profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV) dando un discurso sobre la lucha de los estudiantes, y le decía a la gente: ‘Vamos a sacar a los presos políticos de la cárcel’; y de ahí se fue la gente a liberarlos”.
Añadió que la manifestación regresó después con sus hermanos liberados”.
EN LAS “CONCHAS”
Previo al 23 de enero de 1958, la diligencia estudiantil y la juventud de los partidos políticos que confabulaban en contra de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez amanecían haciendo propaganda en sus “conchas” (escondites).
Asimismo, participando en reuniones, tanto en las que realizaban internamente los diferentes movimientos como en las que se hacían con las comunidades.
“En los encuentros se hacían chequeos y balances de los procesos. Siempre estábamos trabajando y organizando, porque era importante el chequeo de las tareas para saber si las cosas se estaban realizando o no”, indicó Vargas.
La misma semana del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, Vargas fue notificada de que iba a ser allanado un apartamento que era una “concha” en el 23 de Enero para elaborar propaganda en contra de la dictadura.
Recuerda que al grupo delatado le dio tiempo de llegar al sitio y retirar el multígrafo que se usaba para reproducir los volantes.
Indicó que la propaganda eran pequeños volantes que decían “muera dictadura”, “por la libertad”, “contra la represión”. “En cada uno denunciábamos todas las cosas de la dictadura; incluso, se había incorporado ya la lucha contra el imperialismo”, apuntó.
Recuerda que los días previos al 23 de Enero no durmió; la noche, por ejemplo, la pasó en casa de unas primas del cantante Alfredo Sadel, en Lomas de Urdaneta, donde estaba “enconchada” (escondida) desde hacía tiempo.
LA DICTADURA SE PODÍA BURLAR
La resistencia del Gobierno de Pérez Jiménez burlaba la dictadura desarrollando actividades culturales. Por ejemplo, organizaba grupos de música en las comunidades, y promovía todas las expresiones del folclore venezolano, como el tamunangue, refirió.
“Era interesante, porque todo lo hacíamos con las y los jóvenes de las barriadas. Hasta la ropa que se iban a poner la confeccionábamos, porque siempre buscábamos la manera de que se vincularan con nosotros”, añadió.
Señaló que, como la juventud del PCV ya participaba en las reuniones de las juntas comunales, ese trabajo era normal. “Con ellos discutíamos las reivindicaciones de la gente, pero todo eso era un pretexto para hacer el trabajo político”, destacó.
Subrayó Vargas que de ese trabajo político en los barrios salieron muchos militantes del PCV. Por eso, para el colectivo comunista era importante vincularse con los barrios y organizar los grupos culturales, que llegó a presentarlos hasta en el Country Club, “para que las muchachas y los muchachos no se desanimaran”.
Recalcó: “Eso era un pretexto para el trabajo político, y mucha gente se convirtió en militante. Lo mismo hacíamos con algo que llamamos contacto de barrios, que consistía en ir hasta las fábricas y reunirnos con las trabajadoras y los trabajadores”.
Asegura que a la juventud del PCV no le alcanzaba el tiempo para todo lo que hacía. “Tenía destacados comités de base en los diferentes sitios. Íbamos a la fábrica de ropa Selfex, que estaba cerca del cine Arauca, en la avenida Nueva Granada. Hasta llegamos a almorzar con las obreras y los obreros en su comedor. Fíjate como burlábamos la dictadura”, acotó.
En estos encuentros se observaba quiénes se destacaban y tenían mayor sensibilidad política. A estas personas se les visitaba en sus barrios, y se hacían trabajos con ellas. “Llegamos a hacer círculos de estudio todas las semanas, en las casas de algunos de los obreros. Nos quedábamos hasta las 5:00 am y nos daban hasta el desayuno”, relató.
Vargas afirma que con este trabajo se desarrolló políticamente la resistencia contra la dictadura, y todas las personas formadas eran incorporadas a la elaboración de propaganda y repartición.
“Dondequiera que había concentración repartíamos propaganda; hasta en las iglesias. Andábamos con faldas anchas que por dentro tenían muchos bolsillos y ahí se escondía el material”, contó.
Como anécdota, la profesora refirió que conoció al cantautor Ali Primera, el cual la veía llegar a los cines “como una loca” con sus “faldotas” llena de propaganda.
LA FORMACIÓN
Entrar a la Juventud Comunista no era fácil, acotó Vargas. “A mí me tocó pararme encima de los carros para dar mítines. Una vez me mandaron a que irrumpiera en una reunión internacional que había en la escuela de trabajo social”.
Continuó: “La directora era la profesora Julita Saldivia, militante del partido. Ese trabajo social funcionaba en El Paraíso, y todo estaba planificado”.
Sobre este particular, expresó que nunca olvidará cuando se fue a la plaza Páez, porque le dijeron que a una hora en particular una muchacha se iba a asomar en un balcón a fumar un cigarrillo, y era el momento para que entrara. “Entré y ellos habían cortado los teléfonos. Denuncié lo que estaba pasando en el país, con un discurso que di. Lance propaganda y me fui corriendo; ahí mismo llegó la policía”.
IMAGINARIO SOCIAL
Cerca de los acontecimientos del 23 de Enero, refiere Vargas, había un ambiente peculiar que envolvía a toda la sociedad y al imaginario social. “Eso hacía que la gente manifestara simpatía lo hacíamos”, apuntó.
Por ejemplo, rememoró, “hacíamos unas bolsas con propaganda a las que poníamos una mechita y la guindábamos en los edificios. Teníamos tres minutos para bajar corriendo y perdernos, porque en ese tiempo se abrían y caían los volantes”.
Con respecto a sus miedos, relató: “Nosotros teníamos una mística especial, que más bien nos producía alegría y satisfacción. Ya a uno no le daba temor nada; estaba dispuesto a enfrentar a la policía”.
UNIÓN CÍVICO-MILITAR ANTES Y AHORA
El plan de la resistencia contra Pérez Jiménez era movilizar a la gente de los barrios y a las estructuras organizativas para que salieran a la calle. Antes del mediodía las calles debían estar llenas de gente.
En este sentido, Chela Vargas apuntó que era importante la unidad cívico-militar que caracterizó el alzamiento final. “El pueblo avanza, pero porque sabe que tiene el apoyo de los militares, después de la sublevación militar del 21 de enero, en Maracay. No resultó, pero manifestó que en la práctica los militares estaban incorporados. Eso sirvió de apoyo al movimiento popular. Lo uno, sin lo otro, no se hubiera dado”, acotó.
Consideró que por lo antes expuesto fue que las personas salían libremente a desafiar la dictadura. “Yo me emocioné porque aquello se fue llenando poquito a poco, como murmullo de abeja. La gente gritaba: ‘¡Muera la dictadura!’, y aquel grito se fue elevando y era emocionante”.
Destacó que la unidad cívico-militar que se logró sigue siendo muy peculiar de Venezuela. A pesar de que algunos militares venezolanos se han formado en la Escuelas de las Américas, tienen una fibra patriótica que viene de la historia.
“Me gusta destacar que eso está presente en el actual proceso revolucionario. Me emocioné en estos días oyendo a la gente del alto mando militar manifestándose frente a la enfermedad del Presidente, y entonces dije: ‘A está Revolución no la tumba nadie”, concluyó.