25 junio 2013.- Cómo fue la experiencia con el papa Francisco? ¿Ya usted lo conocía?
No, era la primera vez que lo veía. Conocía a un sobrino de él, que también es jesuita y fue mi compañero de estudios en Roma. De mi experiencia puedo decir, primero que nada, que nos encontramos una institución que nos esperaba con gran cariño. Había todo un ambiente de preparación para recibir a la delegación venezolana. Se cumplió todo el protocolo del Vaticano para recibir a un jefe de Estado. El Presidente se reunió primero en privado con el Papa. Luego nos recibió a todos. Fue un momento de gran familiaridad. El Papa estaba de muy buen humor, tuvo una pequeña chanza para dirigirse a cada uno. A mí me regaló un rosario y me dijo: Para que rece por mí. El Presidente salió de la entrevista muy positivo, con una imagen de un Papa amigo, solidario con América Latina, comprometido con la lucha de los pueblos, sobre todo de los pobres. Para mí también fue importante encontrarme con el padre Federico Lombardi, jesuita y jefe de la Sala de Prensa y director de Radio Vaticano, es decir, el equivalente al ministro de Información de la Santa Sede.
Usted fue el representante de los religiosos católicos venezolanos en esa reunión ¿no se saltó la jerarquía?
No, no. Para nada, las visitas al Papa no tienen nada que ver con tener o no una jerarquía. Cualquier fiel católico, si el Papa lo recibe, puede ir a hablar con él. En este caso, además, yo tenía el permiso de mi superior, el provincial de los jesuitas (Arturo Peraza SJ), él me dijo que fuera, que si podía prestar el servicio de propiciar el diálogo, debía hacerlo. Si yo, humildemente, puedo ser puente entre el Gobierno venezolano y la Santa Sede, no me niego y lo entiendo como una misión, igual como fue lograr un encuentro entre el Presidente, el Nuncio Apostólico y la directiva de la Conferencia Episcopal. Creo que mi papel fue prestar un servicio a la Iglesia en este caso.
El hecho de que haya estado usted y no uno de los jerarcas de la Conferencia Episcopal, ¿no produce algún tipo de roce?
No, no creo y no debería producirlo. Yo fui invitado por el presidente Maduro, en un acto público en Catia. Él estaba consciente de que yo debía pedir un permiso. Fui porque el Presidente me invitó y el superior me dio permiso.
REIMPULSO A JOSÉ GREGORIO
Pareciera que con esta visita ha habido un reimpulso al proceso de beatificación de José Gregorio Hernández. ¿Es así?
Ciertamente que con la propuesta del presidente Maduro se generó una nueva matriz de opinión en cuanto a José Gregorio, se despertó una campaña que estaba como dormida. Es verdad que hay un postulador de la causa de la beatificación, que es monseñor Fernando Castro, obispo auxiliar de Caracas, pero ha sido cuesta arriba dados los requisitos de la Santa Sede. El tema con José Gregorio es que ha hecho muchos milagros que podrían ser constatables, pero la gente no se ocupa de recoger los testimonios, de presentar los recaudos y eso ha hecho que se quede en el cuento, en el mito, en el comentario de calle. Hay que demostrar científicamente sus milagros. Por ejemplo, si a alguien le habían diagnosticado un cáncer terminal y él lo salvó, es necesario presentar los informes iniciales de la enfermedad y la constancia de que no hay una explicación médica para la curación. La Congregación para la Causa de los Santos tiene un equipo de médicos y especialistas que revisan esos recaudos y es lo que determina que se beatifique o no a una persona. Por otro lado, José Gregorio era laico, no pertenece a una congregación religiosa que esté pendiente de documentar y sistematizar todos estos recaudos. Todos son dolientes, pero ninguno es doliente. Mi mensaje para la gente que nos lee es que si conocen a una persona que haya tenido la gracia de una sanación milagrosa, que busque sus recaudos y los consigne ante monseñor Castro, que eso va a ayudar a la beatificación. Por otro lado, creo que la Iglesia deberá revisar las vías de beatificación. Además de demostrar que el candidato hizo un milagro específico, debería valer lo que diga el pueblo. Cuando un pueblo entero dice que alguien es santo porque pasó por esta vida haciendo el bien, ¿cómo no va a ser reconocido ese testimonio, sin necesidad de que haya una prueba científica?
Hablando de lo que dice la gente de José Gregorio, siempre se ha dicho que uno de los obstáculos para su beatificación es precisamente que el pueblo lo ha ligado a creencias consideradas paganas.
¿Eso puede haber influido en que la causa se haya frenado?
No creo, eso se ha tornado en leyenda, pero no es verdad. La Iglesia no tiene por qué culpar al postulado a la santidad por algo que la gente ha hecho con él. Antes no permitían que un hijo natural fuese sacerdote, pero luego la Iglesia eliminó esa norma porque ¿qué culpa tenía el muchacho? En este caso es lo mismo: el postulado no tiene la culpa de que un grupo lo use para una superstición u otro culto. De hecho, muchos santos canonizados han sido utilizados para eso. De modo que no creo que eso signifique ningún inconveniente. Yo creo que el Papa ha recibido de muy buen agrado la propuesta y creo que cuando el Presidente hace ese planteamiento no está hablando por él, sino por el clamor de un pueblo.
También se dice que el doctor Hernández tenía algunas debilidades racistas que en algún momento perjudicaron a otro gran sabio de la Medicina, Rafael Rangel ¿será también otra leyenda?
En la investigación que se hace de un cristiano postulado a la santidad, todas esas cosas se estudian, pero se está claro en que la persona no era santa porque nunca cometía pecado, porque era inmaculada. No, los santos nunca se creyeron santos y murieron sabiendo que eran pecadores. Y José Gregorio con más razón, porque fue un asceta y vivió mucho tiempo en el monasterio, él estaba muy consciente de que tenía sus errores. Es posible que tuviera actitudes racistas y, por supuesto que al santo hay que estudiarlo en el contexto histórico y geográfico. Él venía de los Andes y allá siempre hubo mucho racismo.
DOGMATISMO PERIODÍSTICO
El jurado del Premio Nacional de Periodismo decidió otorgarle un reconocimiento especial al presidente Chávez y eso ha desatado las críticas del Colegio Nacional de Periodistas y de otros comunicadores, quienes alegan que el Comandante no era periodista graduado en una universidad. ¿Usted qué opina, como hombre de Dios y del periodismo?
Los periodistas tenemos que bajar los niveles de dogmatismo. Esa norma de que el premio es para periodistas graduados se estableció en algún momento de la historia antes no existía. Es más, antes ni siquiera existía el periodismo como profesión. Un viejo periodista de Mérida, Carlos Páez, me dijo una vez que era egresado de la UCV, y luego me explicó que no era de la Universidad Central de Venezuela, sino de la universidad de la calle y de la vida. Y era un tremendo comunicador La verdad es que un título no lo hace a uno comunicador, la comunicación es un acto humano y para ejercerla, para vivirla, para demostrarla, no hace falta un certificado. El presidente Chávez fue un gran comunicador, eso lo sostiene gente en el mundo entero. Los que adversan el premio no es porque crean que no comunicaba, sino porque era Chávez. Si fuera otro, dirían dénselo. Esa mezquindad nos hace daño. En el caso del Presidente se merece ese premio y muchos otros porque sus dotes de pedagogo de la comunicación, por su claridad, su gran manejo de la lengua y por ser un lector voraz. Si vamos ver, reunía todas las características que debe tener un buen periodista.
LOS PECADOS DE LA PRENSA
Usted pertenece al Movimiento Periodismo Necesario, muy crítico con la gran prensa. ¿En qué diría usted que faltan a la ética periodística los grandes medios venezolanos?
El movimiento se llama así porque estamos necesitados de un tipo de periodismo que tenga como norte la verdad. El gran problema de la ética periodística es la carencia de verdad, no solo porque la obligación de respetarla está en nuestro Código de Ética, sino porque recibir la verdad es un derecho del pueblo. La gente tiene derecho a que mi producto, que es la información, le llegue puro, limpio, impecable, transparente. El periodista hoy debería ser un asceta, capaz de renunciar a bienes materiales porque, muchas veces, esas supuestas noticias que vemos por ahí tienen que ver con que alguien ha comprado al periodista. Otra falta de ética muy grave es el silencio mediático, que muchas veces ocurre porque no se quiere decir la verdad. Esos silencios cómplices de la prensa se devuelven como bumerán y le hacen daño al medio y al periodista. En Venezuela, la Constitución y el Código de Ética obligan a que la noticia sea veraz y también oportuna. Si los medios callan hoy los méritos de una misión social, por ejemplo, e informan sobre ellos dentro de cinco años, cometen una falta tan grave como la mentira.
Y los medios públicos, ¿qué pecado cometen?
Les falta ser mucho más críticos, darle más oportunidad al pueblo de que hable. Hoy hablamos mucho de eficiencia o nada y eso no se va a lograr hasta que seamos capaces de denunciar. Si los medios públicos no abren más espacios a la denuncia, se convierten en paraísos terrenales que hablan de todo lo bello. El proceso político que se vive en Venezuela tiene sus errores y no se van a corregir hasta que no los reconozcamos. El modo de progresar de un ser humano o de un colectivo es reconociendo sus errores. Hay que darle más terreno a la crítica constructiva del pueblo, no a la crítica malsana, que de esa tenemos mucho. Ahí tenemos un ejemplo, que es el portal Aporrea, que es una referencia por su amplitud.
¿Harían bien los medios públicos en informar, por ejemplo, sobre la violencia criminal?
Yo creo que ese tema hay que tratarlo con mucho cuidado porque si se hace énfasis en él, se puede estar con ello legitimando esa violencia. Pongo un ejemplo: hace dos años, en Venezuela no sabíamos qué carrizo era un pran, hasta que un periódico de circulación nacional sacó en primera página, un titular que decía: Pranes dispuestos a negociar con el Gobierno. Ese día, ese medio legitimó una cosa que es tan dañina y tan mala porque estaba equiparando a un delincuente, jefe de una banda carcelaria, con un ente institucional que tiene derecho a discutir con el Gobierno. Con eso lo que se logra es que muchos jóvenes quieran tener esas posiciones de poder para ser reconocidos y aparecer en las primeras planas de la prensa. No digo que los medios públicos no deben hablar del tema, pero hay que buscar, tanto los públicos como los privados, una visión edificante, que al lector no le quede duda de que esa violencia es mala y hay que desterrarla. Yo creo que, en buena medida, toda esa violencia que estamos viviendo hoy ha sido alimentada y cultivada durante años desde el campo mediático.
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Ministro, pero de culto
Aunque no se lo dijo en secreto de confesión, el padre Numa Molina debe guardar confidencialidad respecto a lo que sabe de la conversación entre el papa Francisco y el presidente Nicolás Maduro. Sin embargo, se permite deslizar que compartieron una coincidencia: hace tan solo unos meses ninguno de los dos se planteaba la idea de estar en el cargo que ahora tienen. Ambos están todavía tratando de acostumbrarse a que les digan a uno Papa y al otro Presidente.
Molina está feliz de haber presenciado el encuentro y también de haber sido una especie de guía de Maduro en Italia. Lo llevé a conocer los sitios emblemáticos, o mejor dicho, él me llevó a mí porque andaba muy emocionado, manejando por Roma.
Ya de regreso en Caracas, el Presidente invitó al padre al Consejo de Ministros para que, con su conocimiento de la Iglesia, le ayudara a informar a los ministros acerca del significado de la visita al Vaticano. Una parte de la reunión del gabinete fue transmitida por Venezolana de Televisión, razón por la cual un colega sacerdote lo llamó por teléfono y bromeó: ¿Hablo con el ministro Numa Molina?. Y él le respondió: Bueno, sí, pero ministro de culto.
Esa noche, por cierto, el presidente Maduro lo llevó, esta vez al volante de uno de los vehículos presidenciales, hasta la residencia del templo de San Francisco. Todavía había gente por ahí caminando me imagino que se habrán preguntado quién será ese señor tan importante que el Presidente va de chofer.
Las crisis alimentan la fe
Numa Molina (Mucuchachí, Mérida, 1957) es sacerdote jesuita, doctor en Teología Espiritual por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y licenciado en Comunicación Social egresado de la Universidad Cecilio Acosta de Maracay. En el punto donde se cruzan sus dos vocaciones, es profesor de Espiritualidad de la Comunicación en la ya mencionada universidad italiana. Como sacerdote, es párroco del histórico templo de San Francisco, en pleno centro de la capital, y como periodista es colaborador de Ciudad Ccs y se dispone a recibir, el próximo 28 de junio, el Premio Municipal de Periodismo Científico Arístides Bastidas, por elevar con gran contenido ético, a través de la palabra el espíritu humano.
-¿Alguna vez usted ha experimentado una crisis de fe?
-Sí, es lógico, el que diga que nunca ha tenido una crisis de fe en este mundo de la vocación sacerdotal es un mentiroso. Siempre las tendremos y son las que alimentan la fe porque cuando logras salir de ellas, te fortalece para seguir creyendo en un Dios que es amor, que me quiere a pesar de mis debilidades, a pesar de ser pecador.
-¿Y alguna vez ha dejado de creer en el proceso político bolivariano?
-Siempre he creído en este proceso, a pesar de todos los errores que tenga, porque su base es la solidaridad con el mundo de los pobres, es decir, que comulga con lo que predica el Evangelio en el que creo.