Estocolmo, 17 de agosto. Los biocarburantes, muy preconizados para sustituir a las energías fósiles y reducir las emisiones de CO2, no son la panacea, según expertos que subrayan que su producción requiere mucha agua, un recurso muy limitado.
También temen que la fabricación a gran escala de estos carburantes “verdes”, hechos a partir de productos agrícolas, se lleve a cabo en detrimento de la producción de los alimentos básicos.
“Cuando gobiernos y empresas discuten la solución de los biocarburantes, pienso que tienen bastante en cuenta la cuestión del agua”, indicó a la Afp, Johan Kuylenstierna, director de la Semana Mundial del Agua.
No alcanza el agua
Este congreso anual celebra actualmente su edición 17 en Estocolmo y congrega a unos 2 mil 500 expertos del sector del agua, venidos de todo el mundo.
En el futuro, “la producción de alimentos deberá aumentar, el consumo de agua en el sector agrícola crecerá enormemente y la producción de biocarburantes se incrementará. Desde el punto de vista del agua, la ecuación no se sostiene”, advirtió Kuylenstierna.
“¿De dónde saldrá el agua que sirve para cultivar alimentos para nutrir a una población mundial creciente si se desvía para la producción de cereales que sirven para los biocarburantes”, se interrogó por su parte David Trouba, portavoz del Instituto Internacional del Agua en Estocolmo (SIWI).
Según el SIWI, en 2050, la cantidad de agua necesaria para la fabricación de biocarburantes equivaldrá a la requerida por el sector agrícola para alimentar al conjunto de la población mundial.
“Los biocarburantes no son ‘la’ solución sino ‘una’ solución”, estimó Kuylenstierna.
Para Sunita Narain, directora del Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente de India, los biocombustibles son “una buena idea en teoría, mala en la práctica”.
Según esta experta, la prioridad pasa por abordar, examinar y solventar la cuestión del consumo de carburante.
Porque resulta “extremadamente idiota” imaginar que será posible en el futuro consumir tanto biocarburante como actualmente consumimos combustible fósil, estimó.
“Si queremos consagrar agua (a la producción de biocarburantes), debemos reducir el consumo de biocarburantes. Por ejemplo, destinarlos a los autobuses y no a los automóviles”, explicó.
La guerra de la tortilla
Más allá de la cuestión del límite de la disponibilidad del agua, los expertos temen que la producción a gran escala de los carburantes “verdes” provoque una fuerte subida de precios de los productos alimenticios básicos.
“La producción de biocarburantes podría volverse una importante competidora de la producción de comida. Los precios mundiales de los alimentos podrían aumentar”, explica Kuylenstierna, opinión que comparte Narain, que denuncia la presión alcista sobre los precios de los alimentos y cita como ejemplo “La guerra de la tortilla”: el aumento en Estados Unidos de la producción de etanol a partir de maíz provocó a principios de 2007 un incremento del precio del maíz en el mercado internacional y una subida del precio de la tortilla de maíz consumida por los mexicanos.
El etanol es un biocarburante que ha pasado a figurar como prioridad nacional en Estados Unidos, donde representa 5 por ciento del volumen total de gasolina vendida.
Llenar un depósito de 95 litros de etanol puro requiere unos 200 kilos de maíz, es decir, suficientes calorías para alimentar a una persona durante un año, señala el SIWI en un informe de prensa.