El terrorífico relato que hoy les voy a narrar no es una leyenda antillana con medico brujo, huesitos de pollo y caracoles, no. Lo que les voy a contar es la pavorosa historia de mi abuelo, un heroico viejito que a pesar de que lo mataron hace dos meses, insiste en seguir vivito y coleando.
A Tototo -así lo llamo- lo mataron cuando se disponía a retirar los realitos de su pensión de vejez. Aquella mañana él había revisado cuatro veces su planilla de retiro con la disciplinada minuciosidad a la que se aferra a sus noventa años para evitar meter la pata irremediablemente. Había hecho su cola tranquilo sin saber que con su turno a la taquilla le llegaría la muerte.
Lo siento Señor González -dijo el cajero sin imaginar que le estaba hablando a un cadáver- No le puedo procesar el retiro porque su cuenta ha sido bloqueada. Pase a la oficina de la gerente para que le explique bien este asunto.
Tototo recibió la noticia de su muerte de boca de una gerente que, con insensibilidad mercantilista, apuñaló las orejas de mi nonagenario abuelo: “Como usted no ha realizado retiros en dos meses, el IVSS ha bloqueado su cuenta presumiéndolo fallecido. Esto se hace para evitar posibles fraudes”
Es decir que el IVSS mata a los abuelitos antes de que se mueran para evitar así que los nietos malucos cobren sus pensiones.
Tarcisio aprovechó lo que debía ser su último aliento para tartamudear: “Es que yo me crié en la cultura del ahorro de la Margarita pobre donde crecí...”
Lívido lo vi llegar y supe que algo le había sacado el alma del cuerpo. Estoy muerto, el IVSS me mató porque no gasté mi dinero, dijo mientras ignoraba a un fiel y despistado perro que se empeñaba en saludarlo como si estuviera vivo. ¿Puedes llamar a esa gente, mi niña? Claro Tototo, yo los llamo y verás que eso lo arreglan en un minuto, recuerda que mi presi siempre habla de los derechos de los mayores, de los más vulnerables, recuerda que estamos en revolución.
No se preocupe, eso se arregla. -Me dijo un amable funcionario al teléfono- Su abuelo tiene que venir a Plaza Caracas, de lunes a miércoles, antes de las siete a.m. para que le den su número y lo atiendan. Mientras tanto yo traducía: Tototo tiene que estar en Plaza Caracas a las cuatro de la madrugada para que le den un número a las siete para que lo atiendan a golpe de once de la mañana. Tototo tiene noventa años… ¿Nadie tiene una respuesta mejor para nuestros viejitos?
Desde entonces mi abuelo es un zombie rebelde que enfrenta a la burocracia con una vitalidad envidiable, exigiendo con todo derecho que no lo declaren muerto, porque los muertos huelen a podrido. Que en todo caso, y si no queda más remedio, que lo declaren vencido.
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