“Yo creo que eso de expropiar la Agroisleña está muy bien… Esta está del carajo. Yo sé lo explotadores que han sido siempre los Fraga. Esos son isleños. Y cuando llegaron aquí hace más 50 años se dieron cuenta del negocio. Ellos asfixiaron el mercado de las tiendas agropecuarias. Poco a poco, fueron acabando con las tiendas más pequeñas y acapararon el mercado. Con mafias, con trampas. Por ejemplo, si un banco te daba un crédito para sembrar, al lado de los reales del crédito te daban una orden de compra para los fertilizantes. ¿Y dónde tenías que comprar los fertilizantes? En Agroisleña. Obligado. Nadie te preguntaba dónde los quieres comprar, sencillamente te obligaban, junto con los reales, a comprarlo en esa tienda. ¿Cómo se llamará eso? Había que morir en Agroisleña.
“También hay una parte técnica, muy importante, que va más allá de los reales. Ellos, como tienda especializada, están obligados por Ley a prestar asistencia técnica a los productores. Los herbicidas y los pesticidas son peligrosos si no son aplicados con supervisión. Y ellos no la daban. Lo único que querían era vender, vender la máxima cantidad para ganar al máximo. Capitalismo puro, diría Chávez. Pero no les importa si la gente aplica bien los fertilizantes.
“Yo llegué a ver hace veinte años a indígenas aplicando químicos. Fue una de las experiencias laborales más espeluznantes de mi vida. Estaban allí aplicando químicos, sin protección, con las manos, sin botas, sin la vestimenta adecuada. Y uno sin poder hacer nada. Los químicos se aplican en dosis exactas. Como cuando uno se toma una medicina. Si lo aplicas mal pueden suceder varias cosas. Perder la cosecha, contaminar el suelo, perderlo todo y enfermarte. Y eso también es su responsabilidad. Que nada malo suceda.
“Por otro lado está la usura. Ellos compran la materia prima al Gobierno y luego la comercializan. La urea se la compraban a Pequiven y luego la vendían. El Presidente lo denunció. Compraban el kilo de urea a 14 bolívares fuertes y lo vendían luego a los productores en 74. Una desproporción. Ponte que la vendieran al doble por los costos. Pero a ese precio es una grosería”.
“Y finalmente está el oligopolio. Venden de todo. Se expandieron tanto que prácticamente todo lo que necesitaba un agricultor lo tenía esa cadena de tiendas. Fíjate bien. Dominaban casi todo el mercado de ese segmento de la producción nacional. Eso no es bueno en ningún país”.
Fue la respuesta de mi compadre, ingeniero agrónomo, a la pregunta ¿Qué te pareció la expropiación de la Agroisleña? Todo parece indicar que la decisión gubernamental hace justicia. Pero en estos tiempos de revisiones, rectificaciones y reimpulso, preocupa que pase como con el cemento. Que se expropió para vender más barato y queda atrapado en la cadena de comercialización. E igual la gente lo paga muy por encima del precio al que se vende en las cementeras. ¿Cómo se hace para evitar que se especule? Es una tarea pendiente. Tres R a la enésima con eso.
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