El diputado Julio Borges se exhibe poco afortunado. No sé de dónde procede, me refiero a su origen social y familiar, pero pareciera no tuvo los fundamentos de sus compañeros de partido o correrías por la política, quienes sin mucho de talento le han venido desplazando.
Tampoco pareciera gozar la simpatía de quienes reparten la piñata, como para hacerse de una base y hasta trinchera para apertrecharse, reunir sus huestes, que parecieran no ser muy abundantes y hacer, como los demás, su política personal, para ser reconocido como un dirigente fuera de la concha o del grueso caparazón dentro del cual siempre parece encerrado.
Por estas debilidades suyas, sin que uno haga mención al talento por lo subjetivo que eso envuelve, falta de fuelle y su aparente poca disposición a salirse de la concha y actuar siempre como soterrado, en gran medida pasa desapercibido e ignorado, pareciera destinado a jugar atrasado.
Claro, él está consciente de eso y en veces, para llamar la atención se le ocurren cosas de muchacho – a falta de pan buenas son tortas -, como aparecerse a la Asamblea Nacional, en medio de un debate, no con ideas, sino todo contrario, con el cráneo embutido en un casco, sugiriendo protegerse de una posible agresión que se encargaría de provocar o quizás una manera inconsciente de justificar porque aquéllas, las ideas, no le afloran.
De los fundadores de PJ pareciera el mayor. Es más, en los primeros días de actuación pública de ese partido que nació viejo y arrugado, aparecía como su cabeza visible. Si mal no recuerdo, el nombre mismo del partido pudiera ser de su pertenencia personal, pues así se llamaba un curioso programa de televisión donde él hacía de juez a la manera “gomera o gomecista”, para no decir otra palabra que pudiera incomodarle.
Por haberse venido a menos dentro del movimiento que una vez lideró, por falta atributos y tributos, pues los ríos tributarios van a caer “a la mar que es el morir”, o mejor en otros sitios y en bolsillos de otros personajes, ha devenido en generador de trifulcas en la Asamblea Nacional y algo así como embajador itinerante, uno no sabe a ciencia cierta si de la MUD o PJ. En todo caso, un doble rol que le crea la sensación de ejercer un liderazgo parlamentario aunque sea burdo y el de petardista que viaja de aquí a allá buscando primero real y apoyos incondicionales a cambio de pompas de jabón.
Cuando no está en el parlamento promoviendo una trifulca, pero siempre con su cara de “yo no fui” nada simulada, exhibiendo un cartelito, nunca diciendo nada digno de escuchar y menos tomar en cuenta, anda de viaje contando historias que ya nadie cree pidiendo créditos a quienes, como los dirigentes españoles, están en tres y dos por la inopia en que han sumido al pueblo.
Acaba de regresar de España, donde se exhibió con Rajoy y parte de la dirigencia del PP, justamente las personas que ahora mismo están en la picota, acusados por las acusaciones de Luis Bárcenas, extesorero del partido, según las cuales aquellos están tan enredados en la corruptela “como un kilo de estopa”. Como sabemos, el PSOE, por aquel escándalo ha roto su luna de miel con el gobierno, entablada para intentar “salvar” a España de la crisis en que la hundieron y está pidiendo la renuncia de Rajoy y hasta su enjuiciamiento. ¡Pensar que Julio Borges, acaba de llegar de allá donde fue a pedir tres cosas, real para seguir con sus huelgas y su juerga; respaldo político y diplomático del PP y Rajoy para tumbar a Maduro y consejos acerco de cómo hacer las cosas! ¡Vaya que contrasentido o arrume de disparates! Sería bueno que Julio Borges, por estos días, quién sabe hasta cuándo, vuelva a ponerse el casco.
Pero como el frustrado embajador no se conforma con “el éxito alcanzado” en Europa, después de hablar y hablar, acerca de la libertad de expresión y el ejercicio periodístico, al ser abordado por un periodista de Telesur que quiso saber sobre sus gestiones en España y su opinión sobre las acusaciones contra Rajoy, se salió del caparazón y le espetó, como eso suele sucedr, con su habitual violencia y gestualización pendenciera:
“Tú no tienes que venir aquí a preguntar lo que quieras.”
El frustrado jefe de PJ, ahora en papel de reparto, no sólo fue una vez más violento, sino que dio una curiosa lección del ejercicio periodístico; el reportero no debe preguntar lo que debe, atendiendo al interés público o su particular deseo, parte de su libertad, sino aquello que Julio Borges y los suyos impongan.
Ellos mismos se desnudan en plena calle, ante la prensa, cámaras y micrófonos.