Pobres explotando a pobres

Cuando estuve preso en el cuartel San Carlos, y luego en la isla del Burro, en la década de los 60, por mi participación en lo que se denomina “El Porteñazo”. Es decir, un movimiento cívico-militar cuyo epicentro fue la Base Naval de Puerto Cabello, el 2 de junio de 1962, tuve mi primer contacto con la literatura soviética, para la época. Leí a Marx, a Lenin y Engel, como a los autores no políticos. Pero también leí a Gallegos a Jorge Amado, entre otros. Fue en esa época, siendo un joven de 25 años, cuando supe lo que significaba “la explotación del hombre por el hombre”. Pero esa es otra historia. Ahora quiero ocuparme de algo actual que golpea en lo más profundo de mi corazón.

Fue Carlos Marx, quien acuñó el término “lumpemproletario”, para referirse a un grupo o una parte de la población, situada socialmente al margen del proletariado, desde el punto de vista de sus condiciones de trabajo y de vida. Son personas degradadas, desclasadas y no organizadas, que, en un momento dado, actúa ilegalmente, quebrantan la ley y carecen de conciencia. Pareciera que estas personas, hombres y mujeres, que están haciendo negocios con el hambre del pueblo, no son más que lumpemproletarios. Aunque, como es lógico, ellos no lo saben, y son capaces de vender su alma al diablo.

Para mí, es cosa de fin del mundo. Resulta que ahora la explotación que estamos viviendo, además de la primera que no perderá vigencia nunca, es la explotación de pueblo contra pueblo. Este mismo pueblo de las barriadas, que sufre como sufren todos los pobres, sean chavistas o no, está haciendo negocios, grandes negocios con los alimentos de primera necesidad de las comunidades populares de Ciudad Guayana. Me imagino que esto sucederá en muchas partes del territorio nacional.

¿Cómo se manifiesta esta explotación, el robo y la usura? Muy fácil: se agrupan en familias, o en vecinos, y van a los Abastos Bicentenario, a Mercal y a PDVAL, y compran a precio justo y solidario los alimentos, y los revenden en sus respectivos barrios con ganancias del cien, doscientos y más de trescientos por ciento el producto: llámese leche en polvo o descremada, aceite, harina precocida, papel tóale, carne, pollo, mantequilla, y pare usted de contar. La compra se realiza en los ojos de la milicia bolivariana o guardia nacional bolivariana. Así como de las demás policías. Nadie hace nada por parar este negociado y esta explotación entre pobres.

Yo, utilizo este maravilloso portal informativo de Aporrea para dirigirme, en primer lugar, al Presidente Nicolás Maduro, quien debe ordenar una investigación a fondo en este grave problema. Enviar a los barrios a investigadores honestos, que no se dejen comprar, y les decomisen los productos, a estos hambreadores, y además se lo lleven presos. En la cárcel deben estar estos desmadrados que no tienen conciencia y que Lenin los definía como el lumpen del proletariado. Y en segundo lugar, llamo la atención a los ministros que tienen que ver con la distribución de los productos alimenticios a la población, tal es el caso de Félix Osorio, ministro del Poder Popular para la alimentación. Ministro tiene que actuar con mano dura. Sin contemplación alguna.

Señor Presidente Nicolás Maduro: está bien lo que usted ha ordenado respecto a la contraofensiva a la guerra económica de los grandes cacaos. Pero el brazo ejecutor de esta contraofensiva tiene que llegar a los barrios para desmantelar a este lumpen que le está haciendo un gran daño a la revolución y al resto de los venezolanos. Mano dura y cárcel para estos degenerados. Se lo merecen, con más razón que los grandes empresarios y comerciantes usureros. Hay que actuar ahora. Para mañana, puede ser muy tarde. ¡Se cansa uno! ¡Volveré!

Puerto Ordaz, 25 de enero de 2014


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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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