El Banco Occidental de Descuento ha consumado el robo masivo de sus ahorros a miles de familias en el Zulia. Un modus operandi basado en la estafa tecnológica, permitió a este banco delincuente, engañar a las personas que confiaron en la seguridad del sistema de transferencias por internet que la publicidad del BOD invita a utilizar.
Al reclamo natural de la clientela, el banco responde con desdén, arrogancia y calumniando, ya que según su versión la misma gente se robó. Daño pecuniario y moral contra personas honradas que confiaron, ingenuamente, en banqueros.
Ningún negocio ha sido tan lucrativo en nuestro país como el bancario. Sector parasitario por excelencia, la banca nunca pierde. En la primera mitad de la década del 90 la crisis financiera dejó en la calle a miles de compatriotas, hubo gente que en la desesperación se suicidó. El segundo gobierno de Rafael Caldera entregó miles de millones en los llamados auxilios, que los banqueros se robaron. Nadie fue preso. Hubo bancos cerrados, ningún banquero arruinado.
Esa misma banca fue la que cobró los intereses usureros de más del 70% y la famosa cuota balón, desfalcando los menguados recursos de las familias trabajadoras que pagaban sus viviendas o vehículos por la vía crediticia.
Las familias robadas por el BOD claman un poco de Estado. No piden estatizar los bancos ni menos abolir la banca privada sustituyéndola por el socialismo. Sólo quieren recuperar sus ahorros.
El Gobierno Bolivariano debe tomar medidas oportunas en este caso para salvaguardar el interés del pueblo estafado por el BOD, para conservar un poco de credibilidad y para evitar que la rabia acumulada de la gente siga acumulando frustración en medio de una frágil estabilidad social.
El diputado Eduardo Labrador del Consejo Legislativo del Estado Zulia se ha involucrado a favor de las víctimas. Es necesario que otras instituciones apoyen esta iniciativa, porque el agresor es muy poderoso. Guapo y apoyado.
El primer banquero que llegó a Venezuela fue Ambrosio Alfinger, quien causó desastres a la población originaria del lago de Maracaibo, asesinando y robando todo a su paso. Su primer botín en dos meses de saqueo al pueblo añú fue de ocho mil castellanos de oro. Por cierto, este 31 de mayo se conmemora su muerte acaecida en 1533 por un flechazo envenenado.