En el capitalismo todo se vende. Todo se compra. Esa es la ley del capital. “La lógica del beneficio incrementa la diferencia entre los pobres y los ricos, y de explotación del planeta. Sin embargo, se prevalece la lógica de compartir y de solidaridad es posible corregir la ruta y orientarla hacia el bien común”, eso dijo el Papa Benedicto XVI, en vida. Pero el Papa Francisco, hoy montado en el “coroto” del Vaticano, dijo, entre tantas verdades que ha dicho en su poco tiempo de reinado, que “La Patria hay que comenzarla a construir “desde la pertenencia chica”. Y añadió: “Patria es el barrio, es la buena convivencia vecinal. Patria es de lo chico a la grande”. Igualmente, el Sumo Pontífice, acertó al decir que el mandamiento “No matarás” establece un límite claro con el fin de proteger la dignidad humana”. Pero más acertado estuvo, cuando señaló: ¡No generaras una economía de exclusión ni desigualdad, porque esa economía mata”.
II
La venta de la conciencia también mata
En el capitalismo salvaje, se vende todo. Hasta los escoltas. Un jefe de escoltas del joven revolucionario que soñaba con construir la Patria desde los barrios de Caracas (tal como lo indica en sus palabras el Papa Francisco), y eso de estar alebrestando a la gente para seguir el camino de Hugo Chávez, considerado el segundo Libertador de Venezuela, no le gusta al imperio del capital y las máquinas de matar, y a sus lacayos locales. Por eso Robert Serra se convirtió en un objetivo que había que eliminar, como a otros. Pero a él le tocó, después del asesinato de otro joven revolucionario: Eliecer Otaiza.
Para quitarlo del medio, era preciso asesinarlo. Y para asesinarlo había que seguir un plan perfecto. Y para elaborar un plan perfecto se necesita comprar conciencias. Y para comprar conciencias se necesitaban, por lo menos 250 mil dólares. O mucho más. El imperio, a través de sus lacayos, dispone de millones y millones de dólares, con el fin de minar las bases del chavismo, y apoderarse del “coroto”, tan apetecible. No sólo por tener el poder sobre el pueblo venezolano, sino poner al país y sus riquezas en manos de la insaciable y voraz boca del Tío Sam.
III
El lugar escogido para asesinar a Robert
“El Colombia”, el paralimitar colombiano, que comandaba una banda de delincuentes dedicada al secuestro y al tráfico de drogas, en Caracas, no conocía personalmente a nuestro diputado mártir, Robert Serra. Lo vino a conocer mediante el traidor jefe de los escoltas del joven diputado, después que le pusieron en la mano un puñado de dólares. Y “El Colombia” determinó que el mejor sitio para la eliminación física de Robert era la casa que habitaba en La Pastora, y donde se encontraba su ayudante, María Herrera. Una vez que se realiza la “compra” de la conciencia de escolta, lo demás fue fácil para los paramilitares colombianos. Pero no contaron con que serían puestos al descubierto, gracias a la instalación de un dispositivo de seguridad, que había dispuesto el diputado en la casa. Pero eso no evitó que aquella aciaga noche, los criminales, terminaran con la vida del joven líder de la juventud del PSUV y su ayudante.