23-12-14.-Una lucha diaria y sin descanso por parte de la Guardia Nacional Bolivariana, se ve en la frontera colombo-venezolana, en los pasos de Ureña y San Antonio del Táchira.
Estuvimos en junio en San Antonio del Táchira, antes de las medidas de cierre del paso fronterizo y el balance desde entonces a diciembre, nos permite decir con algo de propiedad que, ciertamente, al contrabando en sus dos modalidades: extracción y de introducción, se les ha dado un frenazo.
La primera gran diferencia es que bajando hacia San Antonio del Táchira desde San Cristóbal, la cola de vehículos, aunque persiste, ha disminuido sensiblemente, pero el número de motos se nos antoja mucho mayor que hace seis meses, tanto que la GNB está solicitando a Pdvsa un día de parada o de “pico y placa” para estos vehículos de dos ruedas. Aunque también tienen su “chip” de gasolina, eso no les impide seguir descargando el combustible venezolano en Cúcuta, donde sigue el modus operandi de las “pimpinas”.
Al otro lado del puente Simón Bolívar no ha variado mucho el panorama. Las ventas de productos venezolanos siguen pero, según algunos vendedores, “ha bajado el paso de mercancía” y se ven poco los “bachaqueros”. La Ley Orgánica de Precios Justos penaliza con 14 años de prisión el contrabando de extracción. Por eso, no es que se ha terminado, no, sino que se ha sofisticado la práctica.
No obstante ahora, confundidos con los pañales, la harina de maíz, el jabón, el aceite, etc., están los anaqueles de medicinas y si usted no consigue Atamel o Voltaren o antigripales en Caracas, seguro lo hará en Cúcuta donde una cajita del antipirético, al cambio le sale en Bs 700 cuando en Venezuela cuesta Bs. 8,40. Fue difícil hacer la foto de los estantes con medicinas pues los vendedores meten miedo con los “paracos”. “Los paracos hacen inteligencia por aquí y si la ven tomando fotos la van a joder”, nos ladró el dueño del negocio. Meter miedo con paramilitares es lo usual.
Ellos son más que nosotros
El teniente coronel (GNB) Humberto José Villamizar, comandante del Destacamento 212 de Frontera de la GNB, durante un conversatorio con estudiantes de la Universidad Bolivariana de Venezuela, admitió que el peso colombiano se ha fortalecido frente a la moneda venezolana y que, además, el precio de nuestro combustible sigue reforzando el contrabando pues es un negocio muy lucrativo. Refiere que mientras un litro de gasolina en Venezuela cuesta Bs. 0, 097, en Colombia es de Bs 84.
Villamizar, en sus 21 años de carrera, está formado para luchar contra las drogas pero ahora le ha tocado conocer otras formas delictuales en la frontera y dice que se están empleando las mismas técnicas del narcotráfico para contrabandear alimentos y productos de primera necesidad. Pasan afeitadoras, desodorantes, etc, como una faja pegada al cuerpo. Los carros los modifican de manera espectacular y hasta en el motor meten cosas, en los asientos, en los cauchos…Pero también, los productos llegan por cajas sin abrir, y eso le hace presumir que salen de los fabricantes directo a la frontera.
Describió cómo se las ingenian los motorizados para continuar el contrabando de gasolina. Bajar a San Antonio con las motos apagadas, por ejemplo, es uno de esos métodos. Sacan dos litros de gasolina y lo vierten en una botella de refresco que esconden en el monte. En el puesto fronterizo los revisan pero si no tienen el tanque lleno los dejan pasar sin sacarles gasolina. Llegan hasta el sitio llamado “La Parada”, justo al pasar el puente Simón Bolívar hacia Cúcuta. Allí vacían parte de lo que le queda. Si llenan la “pimpina”, ganan hasta Bs. 3.200. Los vapores de combustible bastan para regresar hasta el sitio donde escondieron la botella. Allí cargan y siguen su camino. Con seis viajes la gente consigue hasta tres y cuatro salarios mínimos en un solo día “de trabajo”. Las ganancias siguen siendo exorbitantes. Y, estemos claros, con esa cantidad sobornan a cualquiera.
Para combatir esta parte de la historia (sobornos) la rotación de efectivos GNB es mayor y la presencia de los comandantes (nos consta) es permanente.
Se calcula que en San Antonio del Táchira (localidad más pequeña que Caricuao, en Caracas) pululan hasta 4 mil motos. Sólo están registradas legalmente 1.300 en las 32 cooperativas existentes. En su mayoría funcionan como mototaxis.
Los carros que prestan servicio de taxis se han convertido en una forma muy fácil de sacar gasolina y sólo por prueba fue restringido su paso hacia Cúcuta registrándose un ahorro de 32 mil litros de combustible el primer día.
Una nueva medida es devolver los vehículos que tratan de pasar a Cúcuta con el tanque lleno a los cuales se les extrae la mitad. Esa gasolina es devuelta a Pdvsa. Nos impresionó ver las pimpinas cerca del Destacamento. Allí se hace el proceso con una manguerita. Dos jóvenes empiezan la faena desde las 5 de la mañana hasta las 10 de la noche. Terminan exhaustos, con el rostro y los ojos enrojecidos y una tos como de alergia. En tres días vimos a los mismos jóvenes haciendo eso.
La tarea es difícil y peligrosa. Son 18 puntos de control a lo largo de la frontera colombo-venezolana que es de 2.200 Km. “Ellos son más que nosotros”, reconoce Villamizar.
El mayor de la GNB y segundo comandante del Destacamento 212, Abraham Suárez, revela que hasta ahora no han detectado presencia de paramilitares en la zona y estima que de esa expresión se ha abusado tanto mediáticamente como por parte del hampa común. “Se usa el paramilitarismo para crear pánico”, dice Suárez y afirma que ninguno de los grupos delictivos apresados hasta ahora, son paramilitares sino delincuentes comunes. “Ninguno concuerda con la data que ha suministrado Colombia sobre esos grupos irregulares”, explica, ya que ambos países trabajan de manera mancomunada en esta materia.
La bicicleta es otra forma de transportar contrabando y es increíble las modificaciones que le hacen al pequeño vehículo: el cambio más notable es colocarle cauchos de moto y dentro viaja lo que usted se imagine. La GNB ha decomisado cientos de bicicletas.
Es injusto
Pero el colombiano es el que más protesta con las recientes medidas, especialmente porque las requisas han aumentado y además el cierre de la frontera a las 10 de la noche es la acción más “antipática e injusta”. Ese paso fronterizo es particularmente intenso. Un trajín diario y si preguntas a cualquiera que cruza el Puente Simón Bolívar “¿de dónde eres?”, te dirá; “de los dos. Soy de los dos”, quiere decir, de los dos países.
Luis es chofer de una buseta que transporta pasajeros entre San Antonio y Cúcuta. Se define antiuribista y le agradece al presidente Santos un apartamento que éste le acaba de regalar como parte de un plan de viviendas. “Tiene su cocinita, su salita, su comedorcito”, nos dice mientras conduce, y se muestra satisfecho porque en Colombia nunca la salud y la educación habían sido gratis y mucho menos la vivienda. Está muy molesto por las decisiones del gobierno venezolano para frenar el contrabando. Se ríe ante nuestra sorpresa por el aumento del pasaje ya que en junio de este año costaba Bs 50 ir a Cúcuta y ahora vale Bs 100. Despacha sin pelos en la lengua que a él le decomisaron dos paqueticos de harina pan y a un amigo medio kilo de jamón. Nada dice cuando le preguntamos por qué no compra eso en Cúcuta. Pero la razón es simple: todo es más caro en Colombia.
Ciertamente pudimos ver cómo se decomisan pequeñas cantidades de enseres, adornos navideños y hasta huevos. El asunto es que hay verdaderas mafias integradas por varias personas, familias, mujeres, ancianos, y hasta niños, que son utilizados por contrabandistas profesionales para pasar los productos de uno en uno, o de dos en dos. La Guardia Nacional debe ser cuidadosa en esta tarea que a nadie le gusta. La requisa es rigurosa y a ésta no se escapan ni las loncheras de los niños que ven pasar los fusiles con ojitos de asombro.
Hay videos impactantes de cómo han sido destruidas más de 300 trochas; sobre detenciones “in fraganti” de contrabando en camiones que meten por los ríos; se han apresado bandas criminales que no son paramilitares como “Las Hormigas”, “Los Chuleteros”, “Los Totos”.
Las aduanas de Ureña y San Antonio son permanentemente vigiladas desde circuitos cerrados de TV; cada operativo es grabado en video y hay un registro audiovisual de las acciones. El mayor Suárez lleva una sistematización del trabajo realizado en seis meses que nadie ve ni agradece, pero que hemos presenciado en una ínfima parte contarlo.