La idea es limitar el control de cambio al ingreso exclusivo del Estado de cuanto dólar entre al país, y dejar libre la paridad o convertibilidad de la divisa, o a cargo del libre mercado.
El antecedente más significativo de esta suerte de control de cambio lo tenemos con la desaparición de aquella libertad de emisión de billetes de banco y acuñación privada de monedas. En Venezuela, varios bancos privados emitían billetes de libre circulación y acuñaban sus propias moneditas; lo hacían a su conveniencia y al margen del Estado; semejante libre cambio duró hasta 1939, cuando se fundó el Banco Central de Venezuela[1].
Esa libertad de emisión de circulante monetario reinó en Venezuela hasta que por instrucciones imperiales capitalistas se adoptó la centralización de esa emisión y acuñación de billetes y monedas por parte del citado Banco Central de Venezuela, de allí su demagógico nombre político y comercial.
Esa variante de control de cambio ha venido perfeccionándose desde que el gobierno y la Administración de la V República le ha reivindicado autonomía a esa institución financiera que hasta la llegada del Presidente ChÁVEZ sirvió más a los intereses particulares de la burguesía que a los de los trabajadores, más a países extranjeros imperialistas que a la patria venezolana.
Durante la paridad oro, la paridad fue Bs.1/$1. Esta misma paridad determinó la de Bs.4, 3/$1 porque del respaldo en oro se pasó al respaldo en plata y luego de este metal al níquel.
Digamos que las devaluaciones vinieron respondiendo a devaluaciones del valor intrínseco, o sea, pérdida del poder nominal-Bs.1 de plata vale más que Bs.1 de níquel, y ambos son valores nominales.
Obviamente, toda pérdida o merma en el poder nominal arrastra pérdida del poder de compra para cada moneda y por ese motivo el Estado debe ajustar el salario mínimo, que sólo será incremento del poder adquisitivo de todo el salario, pero no de las monedas del caso.
Este tipo de devaluaciones no traducen inflación propiamente dicha, sino ajustes cambiarios en las transacciones de compraventa, como tampoco se devaluó nuestra moneda cuando elimino aquellos 3 ceros.
Tampoco inducen alzas de precios, salvo que se pierda el respaldo que corresponda a la emisión de monedas fiduciarias.
Una vez establecida la estabilidad del respaldo intrínseco de la moneda nacional, las ulteriores devaluaciones han respondido al cociente Bs.-/dólares disponibles en poder del BCV.
La paridad creciente Bs. /dólares se ha incrementado no por falta de dólares que el BCV lanza a la circulación, sino porque ha sido entregado a importadores inescrupulosos en una inapropiada forma de subsidiar los bienes de primera necesidad, como se ha hecho hasta ahora.
Este es el punto sobresaliente de mi proposición: el Estado debe retirar circulante en bolívares mediante la venta de los dólares a precios regidos por la paridad paralela o la del libre mercado, y luego, para evitar la devaluación de hecho, subsidiar los bienes básicos con reintegro de bolívares al importador, o sea, subsidios directos al consumidor sin pasar por las pegamentos manos del importador.
Tal es la posible y necesaria compatibilidad entre un severo control de cambio y el respeto a la paridad que "libremente" bote la ofertademanda de dólares que entren y salgan del país y sean tasados con la misma paridad dinámica que el libre mercado vaya estableciendo y estabilizando. La diferencia de esta compatibilidad control de cambio y libre paridad con la devaluación ortodoxa es que con la venta de dólares al precio del dólar paralelo el incremento de precios por causa de esta devaluación subsidiada se queda en los libros y no llegaría a la mesa del consumidor.
[1] Lo de Banco Central ha sido cierto, pero lo de Venezuela no pasó jamás de ser una formalidad demagógica como ocurrió con el llamado Banco de Venezuela. Con la llegada de HUGO ChÁVEZ, tales mentiras burguesas han venido siendo develadas.