Uno de los problemas críticos en la historia de nuestra independencia ha sido el de la corrupción. Desde la Primera República, en plena guerra los supuestos patriotas, que vendían armas, municiones y alimentos al enemigo, o le entregaban los fuertes, diezmaron las posibilidades de triunfo del ejército libertador.
Con esto se alargó nuestro proceso en 20 duros años de lucha, que al final consiguieron la separación de la Corona Española, pero no la instauración de pequeños reyezuelos, cuyo primer ejemplar fue Páez traidor al proceso revolucionario de independencia y a Bolívar.
Y como en aquella época la contemporánea está llena de estas historias, desde Presidentes que se les quemaron las manos, pasando por banqueros que vaciaron las arcas públicas, empresarios que saquearon los programas productivos del país o funcionarios que vendieron nuestros alimentos en otras latitudes.
Ciertamente no se puede tapar el sol con un dedo, cuando Ud. Vea a un personaje que vivía en el oeste de Caracas, o en un pueblo humilde del interior de la República y en corto tiempo resulta viviendo en el este de la capital, con anillos de oro que usa como el pianista Liberace, carro nuevo o se ve la opulencia súbita en sus familiares, no queda otro remedio que pensar en cuanto será el sueldo de semejante prócer.
Y es que en estos años de Revolución, gracias al liderazgo de nuestro Comandante Eterno, los factores hegemónicos del poder fueron reducidos políticamente a su mínima expresión por lo cual ya desde hace varios años dejaron de ser factores activos de influencia en nuestro acontecer político.
Pero queda la contrarevolución, que en nuestro caso no es un problema ideológico, sino moral que es más peligroso.
En las áreas económica y social, han sido múltiples las acciones, proyectos, programas, y gracias a ellas el pueblo venezolano ha mantenido uno de los niveles de desarrollo más alto del mundo. Sin embargo, tan loable acción es empañada por personajes de pacotilla, miserables y traidores a la patria, que resultan peores que los dirigentes capitalistas de la derecha, pues se aprovechan del dinero público al servicio del Pueblo y además aniquilan, limitan y entumecen la organización popular, enturbiándola con la mentalidad cochina del corrupto.
Aquí la acción del Gobierno Revolucionario del Presidente Maduro es contundente, desde que tomó posesión de la máxima magistratura ha sido uno de sus puntos de debate más importantes. La lucha contra la corrupción, la organización popular incorporada a esta lucha y la acción coordinada de los poderes del Estado.
Y ya está dando resultados, aunque el Estado Venezolano, por la división de poderes se hace de una complejidad que dificulta las acciones, se ven los primeros frutos, con las recientes noticias de funcionarios de instituciones detenidos por la supuesta participación en actos de corrupción, acaparamiento, desviación de divisas o contrabando de extracción.
Esta quizás sea la lucha más dura que tenga la revolución, se trata de aplicar las 3 R, a lo moral sin caer en una cacería de brujas, y antes de que esos mismos corruptos nos entreguen a la derecha golpista. Es necesario el sacudón de la estructura, como lo dijo el Presidente Maduro, para que no caigan sólo los “Chinos de RECADI”, sino que salgan del Poder los verdaderos actores intelectuales y jefes de grupos, que desde esas estructuras han podido penetrar la revolución, han creado apetencias políticas, destruyendo la organización popular, sometiéndola a sus designios, los cuales califican como “decisión institucional”.
Es hora Presidente Maduro, compatriota y camarada, de revisar el aparato productivo socialista, de auditar empresas productoras de harina de maíz, café, cacao, vehículos y maquinarias desde las cuales deberíamos tener ya la soberanía económica, rumbo a la soberanía tecnológica, pero que extrañamente no están produciendo o sus productos no llegan al Pueblo. Es hora de determinar las responsabilidades de quienes administraron estos proyectos y no los concluyeron, porque equivalen a quienes entregaron el fortín de Puerto Cabello, al mando del Coronel Bolívar en 1812 y por lo cual se pierde Caracas y Miranda tuvo que capitular ante Monteverde.
También es hora de revisar nuestra industria petroquímica, que no está produciendo insumos básicos para la sustitución de importaciones, ni está estimulando nuestro mercado interno en la creación de empresas como fábricas de pinturas, tintas o telas.
Al igual es importante la revisión de SIDOR, la empresa de Cemento, quienes tienen en sus manos la distribución de materiales de construcción los cuales han desaparecido del alcance de los venezolanos.
Y que no caigamos en el juego de la oposición con sus llamados “enchufados”, ellos los que vendieron precisamente a SIDOR, CANTV, BAUXILUM, y cualquier otra cantidad de empresas estratégicas para nuestra Nación, porque las quebraron y según ellos mismos era mejor regalarlas por las enormes pérdidas que dieron entre los años 80 y 90 no son precisamente quienes puedan denunciar ni criticar a nuestra revolución, por inmorales.
Es la Revolución la que limpia a la Revolución, “Solo el Pueblo salva al Pueblo” y eso es lo que está haciendo nuestro Comandante Maduro, limpiar los últimos vestigios de la cuarta República, para que las nuevas generaciones puedan conocer la patria que nos forjó Bolívar y los libertadores, y que rescató Chávez 200 años después.
¡Bolívar Vive!
¡Chávez Vive!
¡Viva Maduro y el Pueblo Venezolano!