El asunto con quienes roban a sus pares, a sus iguales, a sus vecinos, al mismo pueblo, es que de esa manera no se convierten en ricos, no llegan a ser burgueses, no se convierten en clase explotadora. Continúan siendo unos miserables pelabolas, víctimas de sus propias acciones.
Creo que la figura del bachaquero no es causa de nada, sino de su propia vergüenza, de su condición de desclasado, de vil lumpen, que parasita a su clase de origen, vive a expensas de ella y alardea de ser lo que no es.
El bachaquero, al igual que el cobrador de peaje a la entrada de nuestros barrios, del carterista dentro de los vagones del Metro o del que asalta las camioneticas o busetas, plenas de trabajadores que regresan cansados a sus casas, es un imitador del burgués extorsionador, pero jamás le alcanza.
El burgués, el explotador, el patrón es el ladrón creado o surgido de las relaciones en una sociedad desigual en la que unos pocos son dueños de los medios de producción y, por ello se sienten socialmente autorizados para robar impunemente al trabajador, que es la inmensa mayoría sin otra mercancía que ofrecer en el “libre” intercambio capitalista, sino su fuerza de trabajo. Pero los bachaqueros son, como diría Alí Primera en aquel símil musical, unos pretendidos “bachacos fundillúos”, sin tener exactamente con qué, a no ser que la esclavización o alienación de su pensamiento, al del burgués, a quien tratan de imitar en sus prácticas sociales.
Por eso debemos insistir en que los bachaqueros son bachaqueados en su conciencia. El bachaquero es un ser de mirada a corto plazo. El bachaquero se siente feliz cuando tiene acceso económico a una paca de bolsas de harina para hacer arepas, cada una con un kilográmo de peso, a un promedio de 20 bolívares por unidad y que luego consigue vender a un precio cinco veces mayor al que las compró, lo que quiere decir que sale “forrado de billetes” en una tramposa, extorsionadora y latrónica operación, en la que está jodiendo a sus iguales, a sus vecinos, a sus pares... pero a quienes no reconoce como tales, sino como a “proveedores de beneficios”.
El bachaquero no es el único ni el peor en esta práctica propia y “natural” del capitalismo. Peores son los banqueros (por cierto: no hay banqueros socialistas, no se llamen a engaño. Todos los bancos y los banqueros, son capitalistas, enemigos de clase de l@s trabajador@s), cuya usura es absolutamente legal en las relaciones capitalistas, mientras que al “pobrecito” bachaquero todavía se le persigue. Pero ambos, primogénito y “benjamín” son actores moldeados por una misma práctica productiva, por una misma cosmovisión y por una misma ideología, que se reproduce hasta el infinito (sobre todo cuando surgen fenómenos nuevos como el conocido en la actualidad venezolana como “bachaqueo”).
No es, entonces, que la hayamos agarrado con los bachaqueros y nos ensañemos contra ellos. Sólo queremos dibujar una realidad de reproducción del dominio, de la extorsión, de la explotación, del despojo de las y los más pobres de nuestra sociedad, de los sin nada, en fin. Los bachaqueros son reproductores de todos los esquemas de la dominanción, a escala nuestra, de los de abajo. Los bachaqueros son pobres pero sin conciencia. Son pobres ideologizados por el capital, por la visión de falsa conciencia a la que ellos nos inducen. Son pelabolas jodiendo a otros pelabolas, pero para beneficiar, en última instancia, a los dueños del capital, a los burgueses, a los explotadores.
Por eso, los bachaqueros son del bando enemigo, son enemigos, son reproductores del dominio del capital, son contrarrevolucionarios, son apátridas, antibolivarianos y antichavistas... a menos que nos demuestren lo contrario.