Los bachaqueros son inocentes, tanto que no se dan cuenta de lo perversos que terminan siendo. Los bachaqueros, quienes se benefician de manera espasmódica porque compran unas pocas mercancías a precios justos y luego las revenden entre sus vecinos a precios hasta quintuplicados, en realidad hacen un trabajo muy flaco en contra del pueblo, a la vez que terminan beneficiando a los grandes explotadores, a los poderosos distribuidores mayoristas de mercancías, a los dueños de las cadenas de supermercados. En fin, a la perpetuación del dominio capitalista.
Hace pocos días visité el supermercado Unicasa de Colinas de Bello Monte. Suelo hacerlo, necesitaba comprar unas pocas cosas para preparar mi almuerzo cotidiano con el que acudo a trabajar de lunes a viernes. Otra vez me topé -como siento que ocurre desde finales del pasado año- con las colas de siempre, con los rostros de siempre, con los acapadores de siempre. Afuera, algunos “apoyos tácticos” como se llaman entre ellos mismos, esperaban para ayudar con los traslados de los paquetes que van a parar a distintos puntos de la ciudad donde son revendidos a muy altísimos precios.
Esta vez me llamó la atención esa señora, bien vestida y hasta elegante, algo regordeta y con un niño de unos tres años de edad, tomado de su mano. Muy cerca de las cajas registradoras había estacionado su enrejado carrito a tracción, con unas seis latas de leche en su interior. Tres guardias nacionales, de nuestra Bolivariana Guardia del Pueblo se ocupaban de apoyar para que no se desordenaran las colas que hacen quienes deben comprar según el orden de sus números de cédulas, porque van a adquirir productos que, supuestamente escasean. Tal vez la exagerada preocupación por mantener el orden en unas colas que no deberían ser de su incumbencia, puesto que eso corresponde -si acaso- al personal privado del supermercado. En cualquier caso, ninguno de los Guardias escuchó a la señora bachaquera, vendiendo sus latas de leche dentro del mismo mercado, a unos precios exagerados, altísimos e inexplicables. Quienes le compraban a la “subsidiaria” de aquel Unicasa, además de lo que pagaban a la señora directamente, también en la caja debían pagar el “precio justo” marcado en cada lata.
Este cuento viene al caso en este artículo porque en él se observa cómo el tema de la perversidad del bachaqueo está rodeado, en las acciones directas de quienes bachaquean, de una serie de cómplices que van, desde el inocente niño -real o prestado- que acompaña (en este caso) a la persona bachaqueadora, para darle un toque de mayor dramatismo a la escena que, nada de extraño tendría, esté siendo registrada para informativos transnacionales de CNN, ABC, El País, El Espectador u otros que luego rebotan por el mundo la noticia de “la crisis en la que Maduro tiene sumida a Venezuela”.
Al lastimero caso de la pobrecita bachaquera acompañada por su supuesto hijo, se le suma el de los compradores directos que aprovechan su “oferta” dentro del mismo mercado, en el que sus jefes y empleados, muy probablemente se hagan de la vista gorda, al igual que se la hacen las autoridades públicas encargadas de “resguardar el orden”.
Estamos ante una expresión directa de la guerra económica declarada contra Venezuela por las transnacionales y en la que los bachaqueros desempeñan un perverso papel que solo beneficia, en última instancia, a los intereses del gran capital, a las grandes transnacionales fabricantes de diversos productos de necesidad, real o impositiva, a sus distribuidores y comercializadores a distintas escalas.
Los beneficios declarados por las grandes cadenas de supermercados (no solo la aquí mencionada, sino absolutamente todas) en un solo mes, rebasan las ganancias de todo un año, producto de las acciones del bachaqueo y la difusión masiva del terror por la supuesta escasez. Al supermercado le conviene vender al “precio justo” para evitar ser sancionado. Y así lo hace. Pero lo hace ante una demanda abultada por el terror de la guerra sicológica que lleva a realizar compras compulsivas e innecesarias, por parte de gente que tiene disponiblidad de liquidez para hacer tales adquisiciones y avanzar en su negocio bachaquero.
La perversa inocencia de los bachaqueros está allí. Beneficiando a los grandes capitales, a los dueños de distribuidoras y supermercados, a quienes coordinan y dan las órdenes de ejecución de está guerra económica con la que atentan contra nuestra Revolución Bolivariana y Chavista y contra el Gobierno que encabeza nuestro camarada Nicolás Maduro.
La perversa inocencia de los bachaqueros debe ser derrocada y vencida para siempre. Para ello hace falta golpear a la cabeza, golpear al capitalismo y a todos sus mecanismos de miserabilización de los pueblos.