Es evidente que vivimos una profunda crisis, y si hubiera que nombrarla sería: una crisis de agotamiento de la teoría, de los proyectos.
En el gobierno, la hegemonía de la marginalidad y la pequeña burguesía no puede producir un proyecto de país, se limitó a copiar lo superficial de proyectos ajenos y a deslizarse, guiada tras bastidores por la burguesía nueva y vieja, hacia la restauración del capitalismo. La burguesía aprovecha las carencias del gobierno que abandonó la teoría revolucionaria, al Socialismo, y va llenando el vacío con sus propios programas depredadores. El capitalismo internacional traslada sus planes aprovechando la rendición del gobierno que se arrodilla y sólo atina a unos gritos que ni siquiera asustan a los niños.
La oposición en la mud juega la carta de la democracia burguesa, sienten mayoría en las elecciones parlamentarias y esperan (no necesitan proyecto, los gringos se encargarán de eso); por ahora se limitan a atacar de frente al gobierno, a debilitarlo, funcionan como un mal ejército de ocupación. Los golpistas trabajan esperanzados en un estallido que ya asoma con el "bachaqueo".
La economía se les fue de las manos al gobierno, aparecieron formas inéditas de distribución de la renta que él no consigue descifrar y que parecen obedecer a las desviaciones socialdemócratas rentistas que planteaban distribuir la renta, crearon esa expectativa y la sociedad inventó maneras más expeditas, al margen del Estado, que está desbordado. La economía se dolarizó, el bolívar se hundió, los precios se liberaron, la delincuencia es masiva, y el gobierno se ve el ombligo en un proceso de autohipnosis que sólo a él engaña: agónico, se limita a permanecer; pasar un día más en Miraflores es un triunfo.
El juego se trancó. Es la derrota estruendosa de la marginalidad y la pequeña burguesía conduciendo al país, esto ya no le cabe discusión. El asunto ahora es para dónde va el país, qué pasará. Veamos.
La sociedad irá hacia donde la lleve el que tenga mejor organización, más disciplinada, real, cohesionada. Esta organización puede ser la Fuerza Armada. Pero le falta un componente: la ideología que guíe a esa fuerza, que le dé la cohesión de un proyecto, que la dote de estrategia. Ese componente podría ser un nacionalismo desarrollista que rápidamente caiga en fascismo. Ya en Maracay, centro militar, apareció la doctrina de que la seguridad de un segmento de la sociedad justifica tropelías. El otro componente podría ser el rescate de las ideas de Chávez, el Socialismo verdadero.
Puede ser que la organización surja rápidamente alrededor de una idea y de los vestigios de la organización del pasado, de lo mejor del PSUV, en combinación con el rescate de las ideas de Chávez.
Por ahora la derecha interna y externa ponen sus esperanzas en el opio electoral, el gran sistema de dominación burguesa. Las parlamentarias pueden barajar el juego y desestabilizar de tal manera al gobierno que se produzca la estabilización de la democracia burguesa y se ahogue definitivamente el recuerdo de Chávez. Pero la calidad de la crisis no les permite este tránsito, las elecciones parecen significar la caída del gobierno y éste no parece convencido de entrar en el juego de la democracia burguesa, temen. El asunto es aislar a los que tengan un poco de pudor frente a la entrega, prometer amnistía de lado y lado y convencer al gobierno de la alternabilidad.
Esta opción de voto se enfrenta a los que creen que la profundidad de la crisis amerita una dictadura que sea capaz de aplicar duras leyes para enderezar la economía, de reprimir el descontento que vendrá, eliminar a los líderes de una rebelión posible, y sólo después se pueda instaurar la democracia burguesa.
La incógnita es saber de qué están hechos los líderes socialistas; si entrarán en el combate por la hegemonía de la sociedad, o si son tigres de papel y todo se fue junto a Chávez.
