En varias ocasiones nos hemos referido a los inmigrantes chinos en Venezuela y en especial, a las oleadas que en los últimos años han proliferado como arroz y se dedican a diferentes ramas del comercio.
Es muy común encontrarlos en redes de supermercados, abastos, restaurantes, ferreterías y últimamente también, en la venta de repuestos para vehículos.
No queremos significar, ni calificar su creciente presencia la cual sabemos no solamente se extiende por nuestro país, sino por toda América y el mundo. (http://www.actualidad-24.com/
Hablar de los inmigrantes es un tema que se ha puesto de moda en los últimos años; con la gran diferencia del trato recibido en nuestro país, nada comparable con el desprecio o el maltrato que reciben en los países europeos del Mediterráneo, las grandes oleadas de africanos quienes luchan por ingresar a dicho continente.
Escenas terribles y tragedias de muerte hemos visto a través de los medios de comunicación, lo cual ha sido criticado hasta por el Papa Francisco, quien en sus intervenciones públicas desde El Vaticano las ha condenado. (prodavinci.com/.../muerte-en-
Hablar de los inmigrantes en Venezuela ha sido un proceso que ha tenido en el tiempo también varias oleadas o etapas. Muchas de ellas, a finales del siglo XX y a comienzos del siglo XXI, cuando justamente migraron de los países europeos y llegaron a nuestro país y a otros de Latinoamérica, huyendo de la Segunda Guerra Mundial.
En muchas de las grandes ciudades venezolanas está la huella de su aporte, en la mayoría de los casos, en obras de infraestructura las cuales quedaron como símbolo de una inmigración prospera y emprendedora, principalmente de lusitanos, italianos y españoles quienes vinieron en el período de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Muchos de estos inmigrantes se dedicaron a la industria de la construcción y transfirieron sus conocimientos y su tecnología a los trabajadores venezolanos, quienes aprendieron de ellos su incansable dedicación para levantar y construir edificaciones, edificios para residencias, hoteles, instalaciones públicas y también carreteras y autopistas.
Otros como los canarios, se dedicaron a la agricultura y a trabajar en parcelas ejemplares con su entorno familiar; como los éxitos hogares de isleños, instalados en los Valles de Aragua como en Villa de Cura, Turmero, Turagua y Guayabita, entre otras poblaciones.
Al tocar el tema de los inmigrantes también nos hace recordar episodios ligados a su actuación en distintos campos de la vida nacional. Porque justamente, después de construir edificios y obras públicas para el Estado venezolano, muchos de ellos con el tiempo se dedicaron al negocio de las panaderías, bares, restaurantes y hasta prostíbulos en importantes ciudades de Venezuela como Maracay, Valencia, Barquisimeto, Maracaibo y San Cristóbal.
Recordamos también, de algunos inmigrantes, otros episodios casi anecdóticos como en el oriente de nuestro país, especialmente en la Isla de Margarita, Maturín y Carúpano donde muchos árabes y turcos se dedicaron al comercio, venta de línea blanca, almacenes de ropa y últimamente a la lotería y a la administración de centros hípicos.
También existen experiencias como las vividas en la industria petrolera nacional, antes de la nacionalización, cuando las herederas de las trasnacionales, (Lagoven, Maraven y Corpoven) llevaron a sus cuadros directivos figuras de hijos de inmigrantes, con apellidos muy recordados (Segnini, Quintini, Mandini, Mantellini, etc.).
Su influencia era tan exquisita que se ayudaban unos con otros, como hacen todos los paisanos al encontrarse en cualquier región extraña o del extranjero lejos de su Patria.
Un venezolano, colega muy respetado y recordado con afecto Luis Moreno Gómez, quien laboraba en una de las filiales de Pdvsa antes de la sinergia que las consolidó como Pdvsa, (Lagoven) escribió en una prestigiosa revista (Nosotros), la historia de los inmigrantes en Venezuela y se refirió a la colonia italiana.
El destacado periodista quien hizo alusión a los antecedentes históricos de algunos italianos, como los sicilianos y la “mafia corsa”; esto bastó y sobró para que aquellos “intocables” ejecutivos de ascendencia italiana se sintieran aludidos y le cayeran encima en cambote a aquel ilustre ejecutivo, autor de varios libros; como el que guardamos con orgullo, “Cartas de Hotel” y tantas otras obras literarias y de periodismo científico con su fina pluma, las cuales quedaron como testimonio de su creación para la posteridad.
Pero haciendo referencia a los inmigrantes chinos, quienes hoy abundan como arroz en nuestro país, es importante recomendarles que se pongan en cintura; con todo el respeto que se merecen, los llamamos para que se sumen al combate contra la guerra económica la cual tanto afecta en la actualidad el bolsillo de todos los venezolanos.
En cualquier rincón de Venezuela hoy están presentes los chinos al frente de supermercados, abastos, ferreterías y ahora también los vemos en la venta de vehículos y de repuestos. El llamado es para que no le hagan el juego a la oligarquía en su guerra de precios y guerra económica, la cual tiene como promotores a los enemigos de la Patria y del pueblo bolivariano.
A los chinos y a los inmigrantes de cualquier país los recibimos en Venezuela con afecto, los queremos integrados a nuestra sociedad. No queremos presuntos inmigrantes para que sobornen a funcionarios de instituciones públicas en su búsqueda por conseguir licencias, permisos y documentos de identificación.
Queremos a las bellas chinitas tropicalizadas y a los chinitos comiendo arepas reina pepeada con caraota, que ya los hay; pero no deseamos inmigrantes para que vengan a sumarse a los enemigos de la Patria y a la red de especuladores y acaparadores. Tampoco queremos asiáticos quienes pretendan crear desabastecimiento en el mercado de los venezolanos, a estos últimos hay que meterlos en cintura.
¡Unidad, lucha, batalla y victoria!