Hay quienes dicen que la cárcel y el cementerio están llenos de gente inocente. Estoy de acuerdo con tales afirmaciones, y de las cuales se deduce que la persona que debería estar en cualquiera de los dos sitios, no lo está; es decir, el culpable. Esto viene a colación a propósito de la cantidad de accidentes de transito que ocurren en nuestras carreteras nacionales y regionales, en las vías urbanas, etc. A cualquiera puede ocurrirle: Al gandolero, al autobusero, al comerciante, al turista, al taxista, a particulares, en fin, a todo el mundo. Por ejemplo, colóquese en una esquina de cualquier ciudad del país, y si le gusta la estadística, observe y cuente todos los carros nuevos y viejos que están chocados y presentan golpes o rasguños en cualquier parte de su estructura, y hágase una pregunta ¿Están manejando bien los venezolanos?
Claro, alrededor del tema existen muchas variables que pueden determinar en parte tal resultado. Por ejemplo, ¿Existen campañas de concienciación e información sobre conducción de vehículos, o sobre las normas de tránsito? ¿Se realizan con frecuencia? ¿Se ubican policías de tránsito en las esquinas caóticas o en los puntos neurálgicos de cualquier ciudad? A esto se suma la conducta agresiva del conductor o chofer del vehículo, muchas veces producto de la agresividad de los demás conductores.
Esta situación puede generar o genera choferes ofensivos que utilizan el carro como arma para abrirse paso, cueste lo que cueste y arrinconar a otros sin importarle los daños físicos o materiales que puedan causar. Un ejemplo, puede ser, cuando usted se quiere incorporar a una vía, pone su luz y hace el intento de asomar la “trompa” del vehículo, más vale que no, porque entonces el otro chofer acelera de tal manera que a usted, lo que le queda es esperar un alma caritativa que lo deje incorporar. Otro caso puede ser, cuando usted ve la oportunidad de cruzar en una esquina, porque notó que el carro que se acerca, lo hace lento, pero cuando usted acelera su carro, el otro hace lo mismo y lo estrecha como en una película de Bruce Willis en cualquier versión de Duro de Matar.
En el caso de los taxistas, cuando recogen pasajeros, hay quienes arrancan tan rápido que el pobre pasajero que acaba de subir, lleva guindando el pie porque parece que el chofer está apurado. Pienso que la presión del taxista por hacer el dinero para entregarlo al dueño del taxi, no implica poner en peligro la vida de las demás personas. Aclaro, no son todos los taxistas.
También hago referencia al cuidado que debe tenerse con las “camionetotas”, porque algunos, quienes las conducen creen que están por sobre las leyes y las utilizan como abre camino, intimidando a los demás conductores. Posiblemente, piensa que su camionetota está asegurada y el seguro responde por daños materiales y por daños a las personas.
Por todo esto, hay que erradicar la maldad cuando se está conduciendo; Venezuela debe convertirse en un espacio donde predomine la conciencia, la solidaridad y la cortesía de quienes conducen vehículos, esto determinará la fluidez vehicular. Además, contribuirá a no congestionar permanentemente las avenidas, ni a producir bajezas humanas en cuanto a violencia y ofensas personales, ni a causar daños a los vehículos así estén asegurados.
Finalmente, se debe analizar sobre cuantos accidentes de tránsito y victimas inocentes pudieran evitarse si los conductores respetáramos las normas y señales de tránsito, es decir, si no se “volara” en las carreteras, si no se cometieran imprudencias al conducir, y si sobre todo a quien compete, arregla las carreteras y vías urbanas, que en realidad representan el mayor porcentaje de responsabilidad en la provocación de accidentes de tránsito. Posiblemente, si esto ocurriera, en la cárcel y el cementerio no habría tantos inocentes.