Las paridades con las que todos los días hasta los buhoneros a diario ajustan y remarcan precios envuelven delitos de severa punibilidad

Nuestro actual Control de Cambio acusa debilidades en su cumplimiento

 

Las exógenas paridades cambiarias con las que todos los días hasta los buhoneros a diario ajustan y remarcan precios envuelven delitos de severa punibilidad. Hoy este delito representa una de las más lucrativas y perversas  formas de esquilmar al consumidor, al intermediario  aguas abajo,  a los recaudadores de impuestos  aguas arriba,  a los socios menores por parte de los mayores, y etc.

 

Todo mercado burgués puede considerarse un semillero, un depósito y centro de acopio y producción de transacciones unilateralmente leoninas. Los comerciantes, mientras más practican esa actividad más ganan en creatividad para ganar dinero de todas las formas posibles, a manera de ganancias  colaterales  desprendidas de la principal forma de explotación sobre la que descansan finalmente sus ganancias: la de sus asalariados.

Aprendieron a ganar en el peso, en el metraje, en las medidas de líquidos, en los empaques, en la venta de gato por liebre, en adulteraciones contables ante las Alcaldías, ante el  Seniat, y en sus compañías anónimas a  sus socios de menor poder económico porque unos y otros buscan cómo ganarle al otro. Ganan con sus diferentes estados financieros debidamente elaborados en beneficio de unos con cargo otros, por ejemplo, los Estados de Ganancias, al que eufemísticamente llaman: “Estados de Pérdidas y Ganancias”, como si algún capitalista pudiera concebir y montar una empresa con miras a perder[1].

Todas esas ganancias van arrimándose a las arcas de los capitalistas sobresalientes, o sea, las de los financistas, de quienes agotados ya los mercados convencionales-llevan ya unos 500 años abriendo mercados, ampliándolos y modernamente induciéndolos. Tal es el caso del despilfarro cometido con los mercados inducidos o desafíos tecnológicos comerciales, y otras perversas inducciones económicas.[2]

Los capitalistas y sus sesudos consejeros parecen no saber Aritmética[3]. Esto es lo que se infiere del empleo de fabulosos  recursos en obras para la producción de bienes cuya necesidad jamás ha estado   en el imaginario ni en ninguna cesta básica familiar, ni siquiera como bienes de lujo.


[1] Esa incongruencia se lo oí a un Administrador Público.

[2] La Segunda Guerra Mundial, como expresión genuina de competencia destructiva anticapitalista, ha sido hasta ahora la más perfecta forma de inducir o recrear mercados capaces de absorber rentablemente las incalculables fortunas burguesas exponencialmente acumuladas desde que Colón ingenuamente pisó tierra firme en este continente. Por supuesto, el financiamiento de la recuperación de Europa fue con cargo a suministros provenientes y parcialmente gratuitos de países como Venezuela con sus inducidas y entreguistas exportaciones de  oro e  hidrocarburos a través de connotadas concesionarias del casi todo el siglo pasado: holandesas. inglesas y norteamericanas; eso es ya vox pópuli.  

[3] Ese desconocimiento aritmético es más real de lo que a primera vista se pueda apreciar. Se trata del grado de obnubilación que el lucro crematístico es capaz de provocar hasta en los cerebros más lúcidos de la Apología burguesa. El capital no sólo cubre mercados preexistentes, además de los que cualquier innovación  tecnológica pueda requerir, pero, generalmente se trata de reemplazos que dejan obsoletas unas mercancías en favor de los sucedáneos del caso. En este artículo estamos señalando los mercados netamente inducidos, de necesidades inducidas a partir de mercancías en cuya fabricación se invierten gigantescas sumas de dinero a pesar de que en otros mercados existentes  no se añade 1 dólar para que no se abaraten los precios.  Tal es el drama de la inflación inducida en sus variadas manifestaciones. El caso venezolano de por ahora, además de los trasfondos políticos que lleva consigo, básicamente responde a la formación de precios al margen de los costos reales ortodoxos a cambio de los costes reales del mercado. Paradójicamente, el Estado ha inducido la renta de millones de venezolanos que por primera vez coparticipan de la Renta Petrolera, y la repuesta capitalista no se ha hecho esperar con sus forzados encarecimientos de precios. Lo curioso es que el Estado y el BCV han tolerado hasta ahora  que el comercio nacional e internacional de donde importamos  realicen asientos contables, que parecen no saber leerlos aritméticamente, en base a una ilegal paridad del dólar. Esas paridades con las que todos los días hasta los buhoneros a diario ajustan y remarcan tienen todos los visos de delitos que acreditarían una severa punibilidad.



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Manuel C. Martínez


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