Pero precisamente cómo ha podido mantenerse hasta nuestros días, con tanto éxito e injusticia, ésta manera ideológica y antinatural de sobrevivir decadente y paupérrimamente entre lo que nos rodea. El mantenimiento de ésta realidad, del imperialismo neocolonialista , precisamente se basa en el ya casi inmemorial ciclo de la dialéctica del amo y el esclavo , donde la cotidianidad impune, diaria y sangrienta de su estrategia de dominación se ampara bajo relación depredadora, de una supuesta ley natural y divina, entre lo “fuerte” y lo “débil”, perfectamente observable en las frecuentes y constantes demostraciones de la política de Israel y sus primos hermanos de Palestina. Esta relación vertiginosamente encarnizada bajo el espiral de la violencia, persigue tras de sí el pretendido credo sobre la humana incapacidad del hombre para sobrellevar y resolver la existencia y sus diferencias de modo pacífico y con justicia. Esta pretensión, para un imperio que ha logrado ser lo que es precisamente por medio de la violencia , no menos que justifica y estimula la gran producción y atractivo de su industria bélica. Se trata, a través de una monopolizante y no menos atractiva industria de la comunicación imponer un determinado estereotipo de comportamiento, caracterizado en su cosmovisión guerrerista de la vida. Esta forma de realidad trata de globalizar el pensamiento que la existencia humana está gobernada y orientada bajo la práctica ciega del ojo por ojo , y que cualquier variación de la misma sólo podrá darse cuando “lo débil” , legitimado por esta relación, alcance el grado inmediatamente superior, “ lo fuerte”, a través y, sólo, por medio de la fuerza. Justificando y promulgando las formas criminales como en la historia se han concatenado las relaciones de poder, inclusive, y por qué no, justificando así, inclusive, el mismo holocausto nazi
Por lo demás, podríamos decir en contraposición a lo anterior que el compromiso principal de este proceso bolivariano , y la profunda voluntad y sacrificio demostrado incansablemente por su líder máximo, no es otro que el de encontrar y posibilitar un nuevo orden a partir del cual se pueda concebir la re-definición de la esencia y trascendencia misma del hombre y la mujer, en términos de lograr apreciar y construir una realidad superior, una sociedad humanista y humanizadora, totalmente adversa y en sentido radicalmente contrario a los estipulados materialistas y mercantilistas de la presente. Por tanto, el proceso bolivariano de Venezuela no es ya sólo la urgencia vital de un pueblo enfrentado al Imperio más desvergonzado de la historia, por el simple y legítimo derecho por alcanzar su autodeterminación y progreso; sino, y más que todo, la manera por llegar a ser incluso el único paradigma posible y existente que tiene la humanidad por evidenciar serios caminos y posibilidades que logren esperanzadamente preservar su existencia y la existencia de un mundo por lo demás peligrosamente condenado. Por lo tanto la tarea no es menos digna y mayúscula que el de cambiar simple y llanamente el modo aberrante y pretendidamente ideológico de presentarnos e imponernos una realidad esclavizante, bajo un mundo precisamente ideado y programado a razón y en medida de unos tiránicos intereses. Hoy un nuevo paradigma es tan necesario y urgente como el ejercicio de un Pueblo que lo atine, lo compruebe y lo desarrolle en su intento.