Alertando a CENCOEX: Desde Fondo Común están vulnerando el sistema cambiario

Miércoles, temprano en la mañana, se presagiaba un día extremadanamente caluroso, ya en aplicación del esquema de carga eléctrica distribuida, era necesario acudir al banco, Fondo Común, en la redoma José Martí, Cumaná, Estado Sucre, única agencia de este banco en un radio de 100 km.

10:00 am; dentro del banco, por ser fin de mes, pocas personas en cola; de un lado unos 7 u 8 pensionados, del otro una cola algo más larga atendida por 2, 3 o 1 cajero cuando dos de los tres atiende VIP. El ambiente, por la diferencia de temperaturas con el exterior y la poca afluencia de personas, da cierto aire de tranquilidad como pocas veces. Por delante, hay unas 8 o 9 personas, las cajeras, de vez en cuando se “pavonean” de un lado a otro, el sistema “quiere y no quiere”, poco avanzan las colas… Ya un poco más adelante, media hora después, avanzando unos tres o cuatro lugares hacia el cajero; una muchacha, entre 40 a 45 años, simpática, hermosa, de blue jean y blusa de flores, sencilla, atractiva, muy atractiva, se coloca a mi espalda, es la última de nuestra cola. ”Está buena”, si, pero también ¡está inquieta! Muy inquieta.

¿Cómo hago para hacer un deposito?, pregunta, le explico que el cajero le entregará la planilla. No satisfecha, insiste en buscar una respuesta, vuelvo a explicar el procedimiento…, en la conversación señala que ha venido en taxi y lo agobiante del clima la tiene mal, pero luce nerviosa, inquieta, algo apurada. Señala que debe hacer un deposito a nombre de una empresa, ¡parece no haber hecho nunca un deposito!, en su mano carga un “papelito” de esos amarillos donde los ejecutivos suelen darnos recomendaciones o notas de última hora.

11:00 am. Avanzada la cola; ya casi estoy llegando al lugar de “prevención”, en la taquilla más próxima un señor escucha con atención las recomendaciones de la cajera, ella explica una y otra vez lo que “debe o tiene que hacer”, por momento, la chica de atrás pierde mi atención y trato de entender o “escuchar” la explicación de la cajera, ¡algo en todo esto me parece conocido!, más que conocido, es el tema, ¿de qué hablan? ¿Qué está haciendo el señor que no entiende o no sabe qué hacer? ¿Cuál es el problema con la operación? La cajera entrega una “planilla” que el señor debe llenar y luego regresar a la taquilla.

Una, dos perdonas más y me toca, ¡oh casualidad, con la misma cajera!, por la operación a realizar, debo esperar una confirmación. Me retiro, unos dos, tres, cinco pasos hacia el frente, para que no se olvide que estoy esperando. La hermosa chica a mis espaldas entra en escena; ella con la misma cajera entabla una conversación similar a la del señor anterior. En ese momento el señor vuelve a la taquilla; se enreda la cajera, la explicación es idéntica para ambas personas, ni la chica ni el señor saben qué ni cómo hacer; ¡están comprando divisas! Entiendo que del “mercado libre controlado”, la cajera insiste en cómo deben llenar la planilla.

En el caso de la chica; la cajera señala lo que “debe decir como destino de las divisas”. Ella, la chica, algo más pila, resuelve rápidamente y paga en efectivo, el dinero lo traía en un pequeño bolso a su cintura. El señor, sigue sin entender lo que va hacer y la cajera trata, con la mayor de las discreciones de instruir lo que debe señalar, es decir; ella insiste en explicar, preguntar al señor cual es el destino de las divisas, el parece no entender. Escribe “cualquier cosa”, señala la cajera, el no entiende y ella al final dice que “escribe que es para ahorros”, ¡es la segunda vez que cambia la planilla!, se retira y luego regresa…Paga la operación con un cheque.

El señor; de unos 35 años, aparentando 50 por lo “quemado” de su piel debido a la inclemencia del sol, el salitre, el sereno…, como uno tantos pescadores de nuestras costas orientales, luce “bien vestido”; chemis verde manzana, pantalón negro, “cholas”, si cholas, de esas que podemos comprar en cada esquina de nuestras calles; todo, todito nuevo.

11:40 am, mi turno, inquieto por los acontecimientos precedentes, establezco una cordial y amable conversación con la cajera; ¡quiero encontrar razones!, en medio de la “chasla”, así como sin querer la cosa, ¿ustedes están vendiendo divisas? ¿cómo puedo comprar?, pregunto, se sonroja, sonríe mientras me mira y señala que no sabe.



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Felipe Marcano


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