Por años en Venezuela se le decía bachacos a los de piel blanca (catires) con cabellos ensortijados de color naranja o rojizo, pero, según el Drae; el bachaco es una hormiga grande y voraz de los formícidos, de color rojizo y a veces negro según la especie. En el Zulia, Venezuela, existe la población de Bachaqueros, que es un sector petrolero en la costa oriental del lago donde hay palafitos asentados en el agua, aunque su nombre deriva de la tierra en una zona de nidos de bachacos. En el lenguaje del zuliano se utiliza como símil entre una hormiga (bachaco corta hoja) y por el cúmulo de personas organizadas para comprar alimentos en pequeñas cantidades y acopiarlo en un lugar perteneciente a un mafioso con poder económico, quien lo comercia como contrabando de extracción, principalmente hacia Colombia y países cercanos a Venezuela.
A éstos llamados bachacos se les paga por hacer las colas, se le da dinero para comprar y luego deben entregar los productos al contrabandista, es decir, el denominado “bachaquero” en el lenguaje popular. Para el ciudadano de a pie su definición respecto al bachaquero es infinita en adjetivos negativos que lo señalan como una escoria hambreadora, miserable de la necesidad, malparido, coprófago, etc.
El bachaqueo como profesión informal en nuestro país, es una práctica inusual de acaparamiento de los artículos de primera necesidad del consumidor. Es un mal que se reinventa de bachaqueo a re-bachaqueo como híbrido nefasto entre el comerciante corruptor y consumidor corrompido ávidos de amasar dinero. Están organizados cual delincuentes del hambre y capitalistas de la miseria que en sus consecuencias arrojan inestabilidad económica, incomodidad y desesperación al pueblo finalmente con resultados políticos “so pretexto” incluso de una crisis humanitaria para una intervención extranjera. Este eventual pretexto de crisis humanitaria está negado por venezolanos de una tendencia nacionalista que exigen rectificaciones y cambios pero, al mismo tiempo, avalados por otra tendencia que desea con desesperación la salida de unos políticos para la llegada de otros en un cambio de gobierno y modelo inmediato. Hasta eso llega esta práctica de “bachaquear” la paz de un país bonachón y afable como Venezuela.
El bachaqueo como profesión ha creado varias distorsiones en diferentes aspectos del producto donde el bodeguero de barrio, pasando por el fabricante y el propio estado, han caído en argumentos de confusión para cambiar hasta los pesos de los productos regulados tanto secos como líquidos (antes a cada kilo le restaban 100 gramos o mililitros, ahora comienzan a verse productos de 800 gramos y 800 mililitros vendidos como un kilo o litro). La formalización del bachaqueo se evidencia en muchos casos con civiles y la ignominia de personas uniformadas en alianzas con trabajadores de comercios (empleados, gerentes, etc) hasta comunidades de mafias extranjeras comunes en cada rincón de Venezuela, aquí se cruzan las modalidades de bachaqueros mayoristas y fronterizos.
De esta angustia en la búsqueda del alimento, medicinas, repuestos o productos de primera necesidad de uso diario, podemos hacernos varias preguntas sin respuestas, sin embargo, nos damos cuenta en el día a día comercial de quién es el bachaquero mayor (empaquetador llamado productor de alimentos) y quién es el bachaquero menor (acaparador del producto) como hambreadores sin color ni razón. En el descaro de lo que llaman escasez, juega un papel la desaparición de la materia prima (harinas, azúcar, leches y otros componentes) para el usuario común pero, de manera milagrosa, si existen para el fabricante de los productos que jamás han desaparecido del mercado y adornan los anaqueles con su presencia exagerada tales como: refrescos, golosinas, “delicateses” dulces, tortas, hojuelas de maíz, postres, fórmulas con productos lácteos, etc. Un fenómeno ejemplo: el agua es difícil conseguirla por la supuesta escasez de envasado pero los refrescos abundan.
A los venezolanos a costa de las necesidades también nos vienen tratando como ciudadanos de segunda y nos venden baratijas importadas y productos de pésima calidad en la coyuntura de carestías que cambian no solo los hábitos de consumo sino los de la cotidianidad de la higiene. Productos de pésima calidad como desodorantes importados que más que beneficios perjudican pues en vez de dar protección a las axilas crean el llamado “mal sudor”, así tenemos afeitadoras vencidas que irritan, papel sanitario del peor, o cuanta mercancía de mala calidad se atraviese para vender a los venezolanos a precios elevadísimos. ¡Vaya acto vandálico!
Tal como la mala praxis de los llamados “raspacupos” (bachaqueros del dólar) desangradores de un pasado muy reciente, también existen los bachaqueros “on line” con anuncios clasificados en las redes sociales de computadoras y teléfonos inteligentes donde descaradamente ofertan productos que pasan a ser denominados “oro” por su valía en el consumo con reventa y especulación brutal. Esta práctica tiene también una tradición atípica en cualquier lugar del mundo pero que en Venezuela, los bienes materiales después de su uso y abuso, más que depreciarse en su valor, irónicamente se cotizan, desde un celular deteriorado hasta un carro fallando (cacharro) y cualquier producto de línea blanca o marrón en mal estado.
Esta pobreza mental de atraso y guerra de “pueblo comiendo pueblo” ha llegado al extremo de que estudiosos de la economía tomen como referencia actual la llamada “cesta Petare” compuesta de productos de la canasta básica y otros bienes de reseña en la oferta y demanda de la economía venezolana impuesta por bachaqueros y asumida por desesperados bachaqueados. La mafia se multiplica y la inconsciencia del pueblo nos hace caer en la trampa de un mercado inducido en una guerra. ¡Hasta eso hemos llegado!
La alternativa Mercal-Pdval propuesta por el estado en una bolsa de productos con contraloría de comunidades organizadas, más allá de la buena intención, arrancan en esa fase de reinvento y desvío que, si no se corrige a tiempo, se puede perder en el camino. Ejemplo: no se justifica que un bodeguero de barrio que adquiera productos de la cesta básica a través de empresas privadas (Polar, Makro, etc), y que lo revenda a precios inflados a su propia comunidad, por el solo hecho de ser del barrio, haya que entregarle una bolsa de comida subsidiada porque vive en un lugar vulnerable, ¡es una aberración incluirlo en esa entrega!
Aunque los venezolanos comienzan a aprender cosas inéditas para defenderse y enfrentar la crisis, hay que decir también que muchos fruteros, verduleros, charcuteros, panaderos, carniceros, pescaderos, etcétera, al darse cuenta de eso, aumentan los precios diariamente a la medida que los productos perecederos se les van dañando y también juegan con la alternativa del bolsillo del pueblo y Alí cantando: ¡las hormiguitas trabajando y el que está gozando es el bachaco fundillúo! Por eso, ¡el bachaquero se cae con los kilos!