I
Así es mi historia
Nací en un mucho raro. Un mundo que no fue el que soñé. Cuando estaba en el vientre de mi madre, un ángel me visitó y me dijo: “Bebé, un mundo bello te espera allá fuera. Cuando abandones este refugio bendito, llorarás producto de una nalgada para despertar tu sueño. Pero luego, la alegría de haber nacido se posará en tu frágil rostro de recién nacido, mejor dicho, de recién bienvenido al paraíso que Dios creó. Te convertirás en un niño feliz. Todos te amaran. Todos te cuidaran. Nada te faltará. Podrás elevar papagayos, perseguir pajaritos, jugar al escondido entre los árboles de tu parque. Podrás correr por las calles de tus sueños. Podrás sonreír a todos, sin mezquindad, podrás jugar con un perro callejero bamboleándose de un lado a otro por lo débil de sus patas y de su cuerpo hambriento, desorientado, sin rumbo y sin esperanza. Pero tú estarás allí para apoyarlo, para darle ánimo con tus palabras inocentes para que siga viviendo”, eso me dijo el ángel y se fue, dejándome esa historia que nunca olvidaré.
II
La otra historia
Un buen día, siendo ya un niño de 8 años, conocí otra historia. Dicen que las historias son como seres vivos, es decir, como tú y como yo. Pero mi historia no la entendí, no se parecía a mí. Tanto que nunca comprendí si soy producto de una historia, o si mi historia es producto de mi frágil imaginación. No sé. Estoy confuso. Tal vez todo se deba a mis años duros, a pesar de mi corta edad. Les cuento: un día me aposté en un lugar público con una pancarta que decía: “QUIERO CURARME… PAZ. SALUD”. Desde ese día me llamaron el “niño de la pancarta”.
¿Por qué hice esa locura? Podrían pensar ustedes. Ah, la hice porque estaba enfermo y requería medicamentos para mi tratamiento, mi madre no los encontraba. ¡Qué cosa no!
Pero voy a dejar a mi madre, para que ella termine de contarles la historia, pues, ahora me encuentro de vacaciones en el cielo. Así que los dejo con mi mamá, quien
Sabe mucho de historias, historias escritas con sangre. Hasta más nunca… (Oliver Sánchez).
III
La tercera historia
“Mamá, déjame descansar. Quiero descansar, mamá…Me siento cansado de no poder vivir, por favor”. ¡Qué drama! ¡Qué dolor! ¿Qué impotencia! Oír esas palabras de un niño que un día soñó con vivir, es una tragedia. Más que una tragedia es un golpe contra un Estado, como el venezolano, que debe velar por la seguridad y por la vida de los hombres, mujeres y niños que lo pueblan para hacerlo grande y próspero. Pero donde las personas se están muriendo por falta de medicamentos, por falta de una atención a tiempo, sobre todo para aquellas personas de bajos recursos económicos, que no pueden irse al exterior o traer medicinas de fuera, o traer un médico, o cualquier cosa, que coadyuve a salvar una vida. Luchar contra una enfermedad como un linfoma no hodgking, en la actualidad, no es poca cosa. Por experiencia se los digo. “Fue él quien me pidió ir a la marcha. Me dijo que quería que el presidente Nicolás Maduro, lo viera a él, pero que más importante era que viera lo que decía su pancarta”. Había sido una odisea encontrar los medicamentos. “Pedí ayuda por doquier. Por las redes sociales, por cartas, por rezos, pero todo resultó en vano, hasta que mi muchacho se fue apagando, apagando… hasta que, cansado de esperar, se fue para siempre”.
III
Perdón niño Oliver
Los venezolanos y venezolanas te pedimos perdón. Tal vez no hicimos lo que deberíamos haber hecho por salvar tu vida. Pero quien también debería pedir perdón a tu madre y familiares es el Estado, en la figura del presidente Nicolás Maduro. ¿Por qué digo esto? Porque a pesar de la guerra económica que enfrenta el gobierno desde hace tiempo, no es menos cierto que el Estado tiene recursos para haber dado una solución al problema de la escasez de medicamentos. Se han invertidos grandes sumas de dineros en otros sectores, para diversos proyectos, pero eso de nada vale si los venezolanos están perdiendo la vida a causa de esta situación. He visto como el presidente aprueba montones y montones de millones de dólares y de bolívares para esto y para aquello. Igual ha podido destinar una parte para solucionar el problema de los medicamentos. Mi persona se vio muy afectada con mi tensión, por la falta del Cozar y el Norvak. Gracias a la voluntad de una hija que tengo en México, pude salir del riesgo en que me encontré, en días pasados. Ojalá la muerte del niño Oliver Sánchez, sirva para sensibilizar a los burócratas del gobierno y procedan a asumir sus responsabilidades con los venezolanos. Le paso la pelota al dinámico vicepresidente ejecutivo, Aristóbulo Istúriz… ¡Volveré!