El escenario político, económico y social de Venezuela es más tenso e incierto cada día. Los diferentes intentos por parte del gobierno, para instrumentar las acciones que han de conducir la política económica han estado signados por la incapacidad institucional para hacer frente a la agobiante realidad que afecta a la mayoría de los venezolanos. La incontrolable crisis inflacionaria, parece más bien el resultado de la aplicación de una economía neoliberal de gran potencialidad. El rentismo petrolero se ha afianzado en los últimos años y la caída de los precios del petróleo pusieron en evidencia la dependencia más brutal.
Actualmente los productos de primera necesidad empiezan a aparecer en los anaqueles, pero los precios son exorbitantes y de difícil adquisición para la gran mayoría. Hemos vuelto a una realidad latente opacada por el alto valor del barril de petróleo. Fue una efímera ilusión la construcción de una nación poderosamente productiva, la potencia en América Latina tantas veces anunciada y plasmada en el plan de la patria elaborado por el extinto Comandante y líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez.
Es positivo el planteamiento de la necesidad de producir después de la debacle internacional de los precios de hidrocarburos. Las bases para el desarrollo industrial nacional y productivo, están muy débiles. Todo continúa basándose en las divisas generadas por el valor del barril del petróleo. Se mantiene la agricultura de puertos, por donde entra al país el mayor porcentaje de los bienes de consumo nacional.
Indiscutiblemente la agudización de esta grave crisis ante el manejo de miles de millones de dólares, es a simple vista injustificable. La crítica ante una realidad innegable de neoliberalismo, no puede ser tomada a la ligera. La clase media venezolana y los sectores de menos recursos viven en un angustioso cuadro de adaptación ante la severa situación de encarecimiento de los bienes de consumo.
Es necesario, una política económica eficiente para contrarrestar la galopante inflación que atenta contra los sueldos y salarios. Y no es que en otros tiempos, esta situación fuera extraña, sino que en estos diecisiete años se ha manejado un discurso basado en la equidad, la inclusión y el socialismo. Reiteradamente nos aseguraron la existencia de una economía blindada, en palabras del otrora ministro de planificación Jorge Giordani.
Ahora es imperativo una redimensión discursiva y la concreción de estrategias políticas y económicas para recuperar la confianza. El caracazo de 1989, se produce por los anuncios presidenciales de aumentos generales de los precios en todas las áreas de consumo. Hoy la liberación de precios se realiza paralelamente con una propuesta de producción agrícola urbana urgente ante la avasallante pérdida del poder adquisitivo y la indetenible inflación. ¿Será ésta la decisión acertada para la resolución del problema?