En Barcelona, Municipio Bolívar, para más señas, por una conducta kafkiana o chaplinesca del aparato estatal, de lo que los funcionarios no saben el significado, casi mueren tres personas. No obstante salieron seriamente heridas y destruido el vehículo en el cual se transportaban.
El Presidente Maduro acaba de anunciar la reorganización de empresas del Estado porque según él, su palabra vaya por delante, se han burocratizado. Pero se quedó corto, no son esas empresas las únicas que padecen ese mal; este está extendido como cáncer que hizo metástasis por todo el cuerpo del Estado y los responsables no se percatan y piensan seguir como vienen hasta donde se les permita.
Presidente, ahora mismo en Barcelona, un árbol gigantesco, con muchos años de vida, inocente él, incapaz de hacer daño, casi mata a tres seres humanos, después de destrozar el vehículo en el cual viajaban por culpa de los burócratas. La burocracia asesina y no hay quien pague por esos crímenes. A ellas, las víctimas, nadie va responder o resarcir por los daños, porque en la mente predomina la idea que lo sucedido no es culpa de nadie sino un simple accidente; lamentablemente en Venezuela, esos delitos por desidia, falta de inteligencia, de individuos ostentando cargos para los cuales no se está preparado, quedan impunes. Claro, sus jefes, los de más arriba, verdaderos responsables de todo, ni siquiera nadie les vincula, ni ellos mismos, por aquellos procedimientos o actitudes que pudieran terminar siendo criminales.
Si la justicia venezolana funcionara, alguien competente debería investigar lo acontecido a la altura del elevado, en la Av. Jorge Rodríguez, antes Andrés Bello, en la entrada a la Urb. Boyacá, y podría encontrar un culpable o culpables, que no es el árbol, por aquel incidente. Lo primero que hallará es una conducta de funcionarios del Estado indolentes o quizás mejor incompetentes, ignorantes de sus funciones. Pero esas deficiencias no justifican o exculpan a nadie cuando ocurren hechos como los que denunciamos.
Una persona a quien bien conozco, sé de sus buenas intenciones y es hasta partidario del gobierno, denunció con meses de anticipación y en varias oportunidades la amenaza que ese y otro árbol a su lado, significaban para los transeúntes de a pie o en vehículo. Es más, la zona o espacio que acobijaban, es utilizada como zona de parada, para dejar y recoger pasajeros, de centenas de vehículos. Las veces que acudió a la alcaldía a prevenir de aquel peligro, siempre se halló ante algún funcionario que le pedía llevase una orden del Ministerio del ambiente y una carta suya denunciando aquello y solicitando se cortasen los árboles. ¡Curiosa interpretación del asunto que convierte al ciudadano quien advierte del peligro público en responsable de éste!
No hubo forma ni manera que el funcionario o funcionarios que le atendieron cada vez que acudió a ellos, explicase que el árbol no era suyo ni estaba en sus terrenos. Que estaba en la calle y era un problema que competía a alguna autoridad del Estado; y nadie más cercano a aquello que la alcaldía de Barcelona.
Para los funcionarios ante quienes se presentó la denuncia en varias oportunidades, el asunto parecía ser de la competencia del ciudadano que de buena fe, a ellos y a la comunidad estaba prestando un servicio al advertir del peligro. Pero no fue posible que aquellos eso entendiesen y persistieron en la idea que aquel asunto o peligro, en la vía pública, era competencia del ciudadano, que siéndolo en buena medida, les ponía sobre aviso.
Los dos árboles se venían inclinando quizás por el peso de los años y la abundancia de sus ramas. Sus raíces ya no eran capaces de soportar aquel peso, como lo demuestra la fotografía adjunta; lo que se agravó con las últimas lluvias. Hace dos días, uno de ellos se cansó de evitar la caída, de estar guindando se vino al suelo, al reposo y casi provoca una tragedia; sin dejar de hacer daño.
Pero lo más chistoso, casi chaplinesco, pese lo trágico, es que los funcionarios de la Alcaldía que al fin se apersonaron con personal para deshacer el árbol caído y abrir el paso en la avenida, ante la solicitud que cortasen el otro que destinado estaba a caerse prontamente, tal era su inclinación, expusieron que debían los ciudadanos que en el sitio aquello recomendaban, dirigir un oficio a la Ministerio del ambiente pidiendo la orden para derribarlo y con ella en la mano ir a la Alcaldía para que pudiesen volver a cumplir la solicitud. Es decir, volvieron con la misma cantaleta e interpretación torcida y burocrática.
Lo que revela, que esos funcionarios, primeros llamados a prevenir esos hechos, aunque no medie la denuncia de buenos ciudadanos como el que hemos mencionado, no conciben hasta dónde llegan sus funciones y responsabilidades. No es indispensable que nadie les advierta, ellos están obligados a prevenir esos hechos, observando los detalles, vigilando, inspeccionando si no proceden así dejan de cumplir sus funciones y se hacen responsables de lo que eso provoca.
¡Ese mal tiene al país todo contaminado!
Ante el reclamo de unos cuantos, al fin, a uno de aquellos, que no era precisamente el jefe, ni tampoco el más lerdo, se le diluyó lo burócrata y procedió a ayudar al otro árbol a caer y no terminase pagando el delito de un humano. Que dijesen ¡Por culpa de ese árbol…..!