Era menor de edad, tenía un drama familiar por la enfermedad de sus hermanos. Una cara morena hermosa, una alegría de vivir que solo fumando se tornaba extraña. No tenía recursos para estudiar, no tenía formación para un buen trabajo. Finalmente accedió acostarse con el funcionario de la Biblia en la mano. Uno de esos funcionarios “hombres” que creen que la posibilidad de un cargo importante, les permite tener a cualquier mujer en sus brazos. También existen funcionarias que ven la posibilidad de mejorar su vestuario, cabello e incluso su físico. Nada de ello es malo, ¿o sí lo es?, por supuesto que sí, cuando se trata de dinero público. En este tipo de cosas gastan el dinero mal habido los corruptos de poca monta, tanto en el sector público como privado. Se excusan con una falsa creencia de que todos en su lugar harían lo mismo, y podrían tener razón si se tratara de un problema estadístico y no moral.
Una casa lujosa, quizás dos, incluso tres. Los estudios en el exterior de los hijos. Deben tener una buena formación. Una empresa bien gerenciada. ¡Ahora soy empresario y bien respetado!, con esposa de lujo y algunas amantes, preferiblemente muchas. En este nivel conviven corruptos con futuro, de esos que siempre tendrán un espacio en el cargo perfecto, bien sea en el sector público o privado. Un poco más arriba está Dios. Sí, los que llegan tan arriba que se creen Dios. Poder, es la palabra preferida de los corruptos que se han graduado con honores.
¿Y qué hacemos con ellos, cómo los evitamos, cómo los descubrimos, como los atrapamos y como los castigamos?, si quienes los forman, quienes los investigan, quienes los persiguen y quienes los juzgan podrían ser también corruptos. Consolaría pensar que en Venezuela, los cambios han permitido que los ciudadanos ocupen espacios en la administración pública, evitando los escándalos del pasado. Ejemplo, después de sus cinco años de gestión se descubrió el escándalo de Recadi, un hecho de corrupción grabado en la historia venezolana y cuyo protagonista fue el ex presidente Lusinchi y su amante de entonces.
Un hombre discapacitado, tras varios intentos por obtener para su negocio una inversión del gobierno ofrece una comisión por la ayuda. Un colega, escuálido por razones de moda, durante cuatros años tenía dos trabajos, uno en el sector público y el otro en el sector privado, obviamente solo cumplía con el trabajo privado, porque en la administración pública nadie exige cuentas. Una hermosa y sabia mujer presta su cuenta del banco, y meses después se descubre una red de corrupción con cheques de una institución pública. De ese negocio se benefició hasta el perro callejero al que nunca lanzan un pedazo de pan. Al amigo que repudia la piratería, ¿qué tan limpios somos?, ¿qué tan legal es registrar varias empresas con el mismo nombre y diferentes dueños?. A quien alquila su pluma para denigrar de un nombre en su columna de opinión, exigiendo renuncias antes de que la conciencia provoque un cáncer en los huesos de sus manos. El cantante que odia la piratería cuando es famoso, pero se beneficiaba de ella cuando era anónimo. ¿Y vale tanto su arte?.
Aquella joven, sigue siendo una hermosa morena, se conoció que su último trabajo fue en un centro de comunicaciones, sus hermanos padecen el mismo problema. El funcionario que se aprovechó la su pobreza, quizás esté aferrado a la Biblia. Todas las historias son ciertas, sucedieron muy cerca de su apacible lectura, no hacen falta sus nombres, se apellida corrupción.
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