Comienzo este artículo con una pregunta: ¿Qué será lo que pasa en este país que las cosas buenas, de la noche a la mañana, se transforman en malas? Un ejemplo: el SAIME, cuando lo dirigió el joven funcionario Dante Rivas, puso a ese organismo pepito, como dice el presidente Maduro. Fue una época de eficacia y de cero corrupción. A los gestores se les jodió la vida por un tiempo. Pero estamos en Venezuela. A Dante quisieron meterlo en la arena política. Lo sacaron de allí y lo lanzaron al ruedo margariteño. ¿Qué pasó? Se perdió un buen prospecto de funcionario idóneo, y Dante se quedó en el aparato, como político. ¿Quién se perjudicó? El país, pues, el SAIME se vino abajo. Las mafias corruptas se cogieron al organismo para hacer negocios gordos.
¿Por qué escribo esta vaina? ¿Será por amargado? ¿Por dolido por alguna mala jugada en el tablero de la corrupción? ¿Será por qué quiero joder al gobierno? No, nada que ver. Ni una cosa ni la otra. Me quejó, como se quejan muchos venezolanos y venezolanas, dentro y fuera de mi Venezuela querida. Me quejo porque no alcanzo a comprender como dejan que se vaya al foso un trabajo limpio y eficaz que dejo el señor Dante Rivas. Y, al final, me quejo porque me duele esta tierra donde nací. Es inconcebible que en el SAIME se burlen con la credulidad y la confianza de los ciudadanos. No puede ser que por la negligencia de unos, y la voracidad de otros, hombres y mujeres estén siendo objeto de estafa sin que nadie sea capaz de ponerle un parado a esta situación. Tales practicas les está haciendo daño a ciudadanos comunes y corrientes, tanto dentro como fuera del país, al punto que algunos son perjudicados en sus trabajos. Pero el daño se expande por los recovecos de la revolución.
Señor Juan Carlos Dugarte: estoy seguro de que usted está al tanto del caos que vive su organismo. Hay personas que tienen seis meses, un años y hasta dos años, luchando para que le otorguen un documento que es obligación de otorgarlo el Estado. Me supongo que usted sabe que hay gente que paga en dólares para poder obtener su pasaporte. Sí, señor. Así como lo está viendo. Hay negocio con las citas. Luego que la persona paga sus 67 mil bolívares, con lo cual deberían entregar el documento en tan sólo una semana, surge la retención. Y para agilizar la entrega hay que bajarse de la muna con un funcionario corrupto y desmadrado, con cifras que varían que entre 200 y mil dólares. Y ¡ras!... Por arte de magia sale de una gaveta el pasaporte. ¿Es esta práctica correcta, señor Dugarte? ¿Qué ha hecho usted para corregir este negocio turbio y dañino no sólo para el gobierno del presidente Maduro, sino para las personas que nada tienen que ver con política ni con partidos? Señor Juan Carlos Dugarte, es estresante para una persona que vive en el exterior, independientemente del motivo por el cual está ausente de Venezuela, y no puede ni siquiera comunicarse con un consulado para que le ayuden, como debe ser, a solucionar su problema, sobre el tema que hemos tocado. Cosas como estas le hacen un gran daño al proceso revolucionario… ¡Se cansa uno!
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