El paisaje político se va dibujando de acuerdo a lo esperado: la costra dirigente va deslizándose hacia un fascismo tropical. Es que el pragmatismo marginal y el lumpen sindicalero no podían ir para otro lado.
Parece que al fin consiguió sus chivos expiatorios: los corruptos, esa es la nueva acusación. Todos los males son imputados a los corruptos, éstos no tienen defensa, ni siquiera es necesario acusarlos judicialmente, basta que funcione el paredón del twitter. Lo que hacen con Rafael Ramírez muestra la condición canalla del gobierno, pero además su alto grado de torpeza. Un gobierno formado por neófitos, oportunistas sin ninguna épica que mostrar, se dedica a lapidar a sus figuras emblemáticas, se queda de esta manera sólo con un discurso vacío y una masa sorprendida, crédula fácilmente es capturable por cualquier aventurero.
Es necesario reflexionar un poco sobre la corrupción antes de que se transforme definitivamente en una consigna que justifique, motorice, la conducta inconsciente de la masa, que de esta manera se comporte como "instrumento ciego de su propia destrucción" y se ubique del lado de sus verdugos, y persiga, condene, a sus liberadores.
Esta persecución de la llamada corrupción, tal como la llevan adelante el fiscal (destructor de PDVSA) y el presidente, es una distracción, una trampa reaccionaria. La afirmación parecerá inaudita y es allí donde reside la necesidad de reflexionar. La distracción es tan bien montada, la trampa es tan fina, que hace difícil desvelarla. Las apariencias construidas ocultan las realidades. Veamos.
Bertolt Brecht preguntó alguna vez: ¿quién es más ladrón, el que roba un banco o el que lo funda? Con agudeza planteaba el problema central: el ladrón importante es el sistema, el otro ladrón es secundario. Este pensamiento podemos adaptarlo a nuestra situación y decir: ¿Quién es más corrupto, el que estrega la Faja, el Arco Minero, el que entrega las riquezas del país a las trasnacionales o esos gerentes que el fiscal exhibe como trofeos todos los lunes? El culpable, el mayor ladrón, es el capitalismo y este gobierno lo impulsa, lo protege, lo crea. Si de corruptos y traidores hablamos, esos deben ir de primero en la lista. El que quiera luchar contra la corrupción, si su lucha es verdadera, tiene que empezar por luchar contra el sistema. Son cien años de transferencia de la renta a la burguesía que ahora se renueva con brío, allí debe estar el grueso de la investigación.
Este gobierno quiere echarnos tierra en los ojos, cambiarnos la lucha contra el sistema capitalista por la persecución dudosa de unos gerentes y directivos de la petrolera, por el linchamiento criminal del Ministro Rafael Ramírez, quiere darle circo al populacho mientras entrega la Patria a los capitalistas y las trasnacionales. Simultáneamente, prepara a la opinión pública para privatizar PDVSA, la desprestigia de tal manera que será un alivio cuando un capitalista la compre a precio de gallina flaca.
El deslizamiento al fascismo se acelera, la masa se va educando para que reaccione a una consigna, para aceptar que en un día se transforme un líder histórico en un delincuente. Mañana aceptará que pase igual con los gobiernantes de hoy, hasta llegar a Chávez. Retumban en el cielo las palabras de Bolívar cuando triste en Santa Marta se lamentaba del rechazo del pueblo:
Colombianos:
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde
reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi
fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiábais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Es urgente, de vida o muerte, detener al fascismo. Lo primero es aceptar el peligro, no desestimar su posibilidad. Después hay que tomar medidas, ahora, antes de que sea tarde.