No sabría decir si este asunto que ahora nos ocupa, aunque estamos por hablar de él hace bastante tiempo y siempre se nos había olvidado, sería pertinente decir, forma parte de la "picaresca" o más bien de la "vivianería" o piratería" de la cultura venezolana. Aunque seguro estoy es el resultado de un gobierno que, como los equilibristas, esos que caminan sobre un alambre, está tan ocupado en no caerse o perder unas elecciones, que no tiene tiempo ni capacidad para ocuparse de cosas "accesorias". Por eso, en lugar de cuidar proteger a las gallinas que ponen los huevos, ampliar el gallinero, opta por aquellas repartir hasta que todos se maten entre sí por la última. Como que reparte bonos a granel, porque es más fácil, pues se toma de la renta, se elabora un decreto que se hace en unos minutos y luego se procede a depositar en cuentas lo que de aquella se origina. Eso de ponerse a producir para abastecer ampliamente el mercado y controlar estrictamente para que a la gente no especulen y le suban los precios, motivado en la inflación o en el simple deseo macabro de especular, parece que es mucho trabajo y demasiado lidioso. Como dirían en Cumaná, "Eso es mucho camisón pa´ Petra".
Ni siquiera cuida los detalles para que esos bonos le lleguen efectivamente a los beneficiados.
El pago electrónico, ese que el venezolano llama "punto", de uso en casi todos los países del mundo, que supone una facilitación de las operaciones comerciales para todos, en Venezuela se ha vuelto justo un nudo para repotenciar la especulación y el robo descarado casi legalizado.
La circulación del dinero efectivo, que por su cuasi desaparición o circulación sumamente limitada, el gobierno se había defendido diciendo que la banca privada represaba en una expresión particular de la guerra económica, aunque los bancos del Estado hacían tal cual aquella, ha llegado a un límite tal que uno ya casi ni le ve. Para obtener veinte mil bolívares, cantidad que alcanza apenas para comprar dos huevos – dicho esto hoy – hay que pasar por lo menos medio día en el banco, aunque este sea del Estado. Es decir, digo esto para quienes leen en el exterior, técnicamente hablando, se podría decir que el billete, porque las monedas desaparecieron hace mucho tiempo atrás, está también desaparecido.
Venezuela pudiera ser el único país del mundo donde se ha abierto un nuevo negocio y manera de especular al consumidor y sobre todo a los más débiles, que consiste en venderle a la gente necesitada dinero efectivo, "mercancía" que el comprador debe pagar hasta con un cuarenta por ciento de recargo, mediante una transferencia electrónica. Es decir recibo dinero en efectivo de un vendedor del mismo, porque debo comprar algo que necesito de urgencia y sólo lo hallo donde no aceptan pago electrónico y pagar a quien me vendió el dinero, por ese medio, pero con cuarenta y más por ciento de recargo. Por eso el título de este trabajo. Cuando usted pide precio de una mercancía que le interesa, quien la tiene a la venta le pregunta, ¿cómo va a cancelar?". Porque el precio será según la respuesta. Con efectivo o "billete sobre billete", como decimos los venezolanos, costará 40 por ciento menos que si paga por vía electrónica. Para quien vende la mercancía, las operaciones por esta vía que son de estricto contado o como también decimos nosotros "al brinco rabioso", pareciera ser al crédito a mediano o largo mejor largo plazo por el descarado recargo. En este país, la banca, con sus operaciones electrónicas, lejos de ayudar a resolverle al venezolano muchos problemas y aligerarle diligencias, pareciera estar al servicio de agiotistas y ladrones, verdaderos asaltantes de caminos, para consumar sus fechorías. Y cuando hablo de la banca incluyo a la del Estado que en este país es amplia.
Donde usted vaya, verá exhibido en cualquier negocio y hasta en la multitud de tarantines que sobre abundan, pese el presidente dijo días atrás aquí se había reducido el comercio informal, orientándose por esas viejas cifras que le suministran quienes le engañan, carteles donde se señala precios de mercancías, pero se agrega "en efectivo". Eso, en el lenguaje del truhan, quiere decir que si de eso no tiene y piensa pagar "por punto", el preció le subirá el 40 por ciento como mínimo.
Hay otros menos despiertos que sin discreción alguna ponen en su cartel "publicitario" los dos precios y los menos cuidadosos aún lo gritarán a pleno pulmón para que los potenciales compradores se enteren y quien no lo es también.
Esa conducta, a todas luces ilegal, el venezolano ha terminado en aceptarla como si no lo fuese. Ese hurto lo asume como una operación comercial con todo lo de la ley y por nada del mundo cuestionable. Hay quienes por las redes ofrecen en venta dinero en efectivo y ponen toda la información necesaria para que el potencial comprador llegue a ellos y llega y también la fuerza del Estado, que no llega.
La conducta del especulador tiene sus motivos en la cultura intrínseca al capitalismo, el deseo de ganar más, más fácil, rápidamente y con el menor esfuerzo. Los venezolanos solemos decir que "todo los días sale un pendejo a la calle y quien lo halle es de él". Pero resulta que esa práctica nos toma a casi todos como pendejos y lo que es peor aún, eso lo aceptamos como válido.
Pero no es sólo la conducta del ladrón, del especulador, sino también la persistente del gobierno, esa de ignorar todo lo que sucede y dejar que cada quien haga lo que le venga en gana. Es el mismo estilo como enfrenta la guerra económica, que es verdad, que denuncia desde años atrás, cuando aún los gringos no habían llevado el sabotaje al nivel de hoy, el de hacer que le hagan mientras el nada hace. Dejar que le tiren golpes y encerrarse en la esquina, doblar la cintura y cubrir cara y abdomen con los guantes, tan sólo intentando evitar no lo noqueen y termine la pelea y la pela. Mientras grita y denuncia solamente.
Nada más y nada menos esto último es lo que hace el gobierno con ese asunto del pago en efectivo y electrónico. El billete desaparece paulatinamente, en la misma medida que crece la inflación, por distintos motivos. Y cuando digo esto último aludo a los dos fenómenos. Mientras crece el negocio de represar el dinero en efectivo para volverle al torrente circulatorio, para decirlo como Menéndez, habiéndole ganado el cuarenta por ciento, el gobierno nada hace para atacar las causas y fuentes del mal. Pareciera limitarse a que el azar o uno no sabe qué, le lleve a una cueva de las tantas que existen, donde halle dinero represado. Mientras en la calle, las hormigas que transportan los billetes y los vendedores de ellos por distintos medios, hacen de las suyas impunemente.
La oposición de eso no quiere saber nada porque su propia gente es quien más se beneficia del oscuro y nauseabundo negocio. Denunciarlo y pedir sanciones severas por tanto delito impune sería ponerse contra ella que de paso bastante ayuda en el esfuerzo descomunal por tumbar al gobierno.
¿Y el gobierno que hace? ¿Cómo está? Bien, preparándose para las nuevas elecciones y "los muertos que carguen a sus muertos".