Antes de comenzar quiero advertir que me voy a referir a los empresarios y comerciantes corruptos, no a los honestos que sabemos que los hay, sabemos que existen los que aman a la patria, piensan en el pueblo, dispuestos siempre a conjugar el verbo ganar ganar como dice el presidente de la paz, Nicolás Maduro Moros.
No quiero confusiones, bienvenidos los comerciantes y empresarios buenos, que aman al país, que trabajan y dan trabajo, pero, así como digo esto, es deber de cualquier revolucionario denunciar a los golpistas, a esos que no se cansan de robar, en apoyo a un pueblo revolucionario que tampoco callará las denuncias en contra de esos bandidos, como tampoco dejará de luchar ni de apoyar al presidente Maduro, en función de buscar medidas que conlleven al bienestar de las mayorías.
Apátridas, calificativo que se ajusta perfectamente a esos delincuentes, porque no sólo son vulgares hampones que se dedican a extorsionar al pueblo escondiéndoles los productos, para venderlos caros como simples malandros, sino que prefieren llevarse la mercancía a Colombia antes que expenderla en Venezuela, con el perverso propósito de que la gente pase hambre, necesidades, penurias, haciendo vergonzosas colas alrededor de los establecimientos comerciales.
La patria, nuestra patria, son todos esos hombres y esas mujeres, todos esos jóvenes que diariamente salen a trabajar, a estudiar, a ejercitarse, a practicar algún deporte por una Venezuela mejor, por una Venezuela libre y soberana. Y que esos atracadores intentan dañar por favorecer a la oligarquía colombiana, que los apoya en un golpe de estado a la revolución, con la esperanza de que asuman el poder y, a través de ellos como buenos arrastrados, le puedan seguir chupando la sangre a Venezuela. Es que todavía les queda muy pequeño el calificativo de apátridas.
Son traidores que, en su guerra económica, cada día inventan una nueva y reptil maniobra para seguir agrediendo a la gente; ahora llegan los propietarios de abastos a comprarles en mercados como Las Pulgas en Maracaibo, y Mercamara en San Francisco, y le suministran la mercancía con la condición de que a la factura le colocan el precio acordado, pero por otro lado deben hacerle una transferencia por el resto de la plata; porque ellos siguen vendiendo al precio que les da la gana.
Una perfecta y descarada extorsión en perjuicio de los micro comerciantes que muchos no permiten, pero algunos que, al parecer no tienen otra manera de subsistir, aceptan y venden a riesgo de que les llegue la Sundde y les aplique las sanciones de ley.
Otra denuncia digna de investigar, es que algunos pequeños comerciantes dicen que muchas de las grandes distribuidoras o negocios mayoristas, son propiedad de funcionarios policiales o militares y esos venden a precios exorbitantes y no los toca nadie.
Ante semejante situación, sería bueno hacer una investigación a los dueños de todos esos establecimientos de los mercados de Maracaibo, para determinar si de verdad cumplen con la ley. Eso no es nada difícil. Además de la denuncia de los afectados, se podría realizar un buen trabajo de inteligencia con funcionarios honestos. Eso no falla y hay que hacerlo en defensa de la revolución. Ojalá esa labor investigativa la ordenara directamente el presidente Maduro.
Debemos recordar que Las Pulgas, Las Playitas, Santa Rosalía, Mercamara, Altos de Jalisco, son mercados que están en el ojo del huracán de la corrupción, la gente siempre los señala por sus triquiñuelas en el manejo comercial con supuesta participación de policías y militares.
Y como de costumbre, por cuanto la falta de acción en contra de la corrupción en esos mercados ha permitido que se haga una costumbre, la gente culpa a Maduro de tal situación; de modo que, a estas alturas de gestión, seguimos en las mismas, con graves irregularidades en los municipios y las regiones que deben resolver los respectivos gobiernos, y no los resuelven.
Lo he dicho y no me cansaré de decirlo, Nicolás Maduro no puede ser Presidente, gobernador, alcalde, concejal, ni jefe de consejo comunal ni funcionario de la Sundde al mismo tiempo. La guerra es dura y cada quien debe asumir sus responsabilidades, bueno, si de verdad lo apoyan y están con la revolución.