Señor Isaías Suárez, usted no deja de sorprenderme con su supuesta humanización e inclusión que lleva a cabo como Presidente de la empresa Venalum. Recuerdo cuando en un ciclo de charlas sobre Gerencia Social patrocinado por el departamento de Organización Y Gerencia de la UNEG, usted como invitado respondió a mi pregunta sobre el bono de producción que se les daba al personal de la empresa; su respuesta se basó en que este bono era producto de una negociación según la cual el personal se comprometía a cumplir con su horario de trabajo y a realizar sus labores de la mejor manera posible; en otras palabras cumplir con el trabajo requiere en esta empresa de mayores costos (escondidos en mayores beneficios económicos para sus trabajadores), de lo contrario puede ser que aumente el ausentismo laboral, se incrementen los reposos, fallas en los equipos e incremento del número de horas hombres e insumos en los procesos de producción (eso huele a chantaje). Podríamos pensar que en una empresa capitalista y explotadora, esto fuese así, producto de que sus trabajadores solo reciben en muchos casos migajas de las utilidades que dan éstas empresas a sus dueños; pero estimado caballero, este no es el caso de Venalum, la empresa que hoy por hoy, tiene los mejores beneficios contractuales en Venezuela. Ese día de la conferencia usted hablaba de una inclusión de los trabajadores de la empresa hacia una mejor calidad de vida, a través de la construcción de comedores con acabados de primera, baños de lujos y áreas de descanso que no tienen nada que envidiarle a las quintas existentes en Chilemex y la Querencia; por un momento pensé que los empleados de Venalum estaban pasando por una crisis existencial y di un repaso a la información que tenía. En ese instante salí y me monte en mi carro (comprado gracias al plan Venezuela móvil), con destino a las instalaciones de la empresa, donde pude ver otra ciudad nada parecida a la de San Félix, lugar donde orgullosamente vivo; perdí el sentido de la realidad al ver tantas camionetas último modelo y carros de lujos (para el cual los Venezolanos a través de los contratos laborales diseñados por ustedes, sin consultar a la mayoría accionaria le dan préstamos a tasas preferenciales para que los compren; se preguntan por el costo del seguro? el 50% de su valor lo pagamos los venezolanos, eso va por cuenta de la casa), de las oficinas ni hablar; creía que estaba en Texas, EEUU, visitando una empresa petrolera. Al salir decidí visitar los complejos habitacionales que construyen con dinero de todos los accionistas (todos los venezolanos) para su personal, de nuevo pensé que me había equivocado al tomar la vía que me lleva a la querencia o a villa antillana. El día de la charla señor Isaías, usted no nos habló del complejo vacacional que está en el Estado Sucre, su parecido con cualquier club de las oligarquías de esos que abundan en la Guaira, es pura coincidencia; eso si, su mantenimiento es pagado por todos los Venezolanos dueños de esta empresa, pero sin derecho a disfrutarlo. Del complejo deportivo ni hablemos; por cierto un joven de esos que siempre saludo por Manoa, con su rostro pintado de pueblo y su ropa casual nada parecida a los que habitualmente visitan este recinto, decidió entrar (en San Félix, no tenemos nada parecido, donde nuestros jóvenes puedan realizar practicas deportivas), su cuerpo de vigilancia lo abordó inmediatamente y le realizó algunas preguntas, lo hicieron sentirse un intruso; no duro mucho tiempo, no se sintió bien recibido, ante las miradas de la crema innata que suele asistir a este centro.
Hablemos de los sueldos, usted debe ser más sincero y decirle a cada venezolano el paquete salarial anual que ganan los trabajadores y empleados de esta empresa. Recuerdo cuando uno de sus Gerentes (2005) me preguntó: ¿cuanto gana usted profesor? (categoría agregado a D.E.) y le dije mi sueldo; se me quedo mirando y me dijo: “eso gana una secretaría en esta empresa”; cuando por los caminos verdes pude saber cuanto ganaba anualmente un supervisor de vigilancia; los ojos me quedaron en blanco. Tampoco nos dijo que a los trabajadores se les pagaba el colegio de sus hijos, sin importar si estudian en el Ibero, cuya matricula esta por encima de los 400.00.00 bolívares. Todavía queda mucha tela que cortar señor Suárez; sobre privilegios de una empresa que en nada se diferencia a esa vieja PDVSA (esta última se queda corta) que conocí trabajando en ella; donde el lujo estaba a la orden del día, sembrando en sus empleados la codicia y el nacimiento de una clase que miraba con indiferencia a ese pueblo noble que todos los días se montan en sus perreras para ir a trabajar, que sus hijos van a colegios públicos, caminando largas distancias, que habitan en casas que esperan que alguien los ayude para mejorarlas solo un poco, donde el aseo pasa cada quince días y el agua casi nunca llega, que no cuentan con vigilancia privada en sus hogares, que esperan para sus calles un poco de asfalto que tapen la enorme cantidad de huecos y una mejor iluminación; en otras palabras ese pueblo dueño de la empresa Venalum, que en la madrugada del 03 de Diciembre se levantó con una esperanza y un sueño que defender; sin pedir nada a cambio, sin amenazar que paralizarán las empresas básicas sino recibe lo que por derecho le corresponde; que con su voto permitió la reelección del señor Presidente Comandante Hugo Chávez Frías.
Señor Suárez, usted sigue vendiendo el aluminio a los mercaderes llamados traider; quienes bajo un esquema capitalista obtienen ganancias especulativas solo por el derecho de actuar como intermediarios; lo invito a debatir las razones por las cuales este sistema de comercialización sigue en la empresa y no se ha cambiado, beneficiando a un pequeño grupo de carroñeros. Dígales a los venezolanos que se ha hecho con la siembra del aluminio en Venezuela, cuantas ollas se han fabricado, cuantos cubiertos, entre otros productos derivados de esta materia prima; yo me anticipo, no tiene nada que decir, porque nada se ha hecho en términos significativos. ¿Hasta cuando seguiremos esperando?
Esto no es un ataque contra la empresa y sus trabajadores, a los cuales aprecio y respeto, pero debemos pensar que Venezuela requiere de la voluntad y del compromiso de todos para poder incluir a muchos compatriotas que nada tienen y que solo esperan de nosotros un poco de solidaridad para poder comenzar a caminar por un mundo de mayor justicia; solo así estaremos cumpliendo lo que expresa Jesús en el evangelio y reflejando el verdadero sentido socialista que deben tener las empresas del Estado.
Señor Suárez, el debate está abierto, tome usted la palabra.
Saludos cordiales,
henryantonio@cantv.net