Una vaca realenga, como decir de nadie, pues el rey fue “fusilado” por los venezolanos en el siglo XIX, en aquel hito que fue la batalla de Carabobo y, el dueño de verdad de la res no merece serlo, obligó a cerrar el aeropuerto de Barcelona por varias horas. Pero ese fenómeno comunicacional distorsionante que es el rumor de buena fe, condujo a que EFE (agencia informativa) informase que un caimán enorme estaba atravesado en la pista. Pero el rumor llegó a más; un asomado o enamorado ansioso que esperaba a su novia, llegó a decir, en el propio aeropuerto, que una culebra de once metros, inexplicable presencia en la región, impedía el aterrizar de los aviones.
Y uno que se ha pasado la vida en la calle, bien sabe que en el lenguaje coloquial meter una culebra, es cometer una estafa, levantar un infundio, pasar un contrabando y en el menor de los casos, pronunciar un embuste. Y el novio angustiado y la agencia informativa, una culebra metieron. Pues lo que detuvo, por varias horas las operaciones del aeropuerto José Antonio Anzoátegui, fue una vaca. Aunque vaca, caimán o culebra gigantesca, reptando o caminando lentamente por la pista principal, no justifica que la pista estuviese inhabilitada por tanto tiempo.
Pero esta culebra de once metros, que según el rumor, paró el aeropuerto mencionado, es pequeña. Y más inofensiva es la cosa si es caimán o vaca. Grande y peligrosa, como una boa gigantesca de esas que según se dan en el misterioso y hasta desconocido Amazonas, es la culebra, en forma de maleta con 800 mil dólares, que salió del aeropuerto de Charallave, según las noticias de los diarios, en vuelo a Buenos Aires. Y en este caso, el rumor de mala fe, ya comienza a difundir falsedades para dañar al gobierno nacional, al argentino, las relaciones entre las dos naciones y hasta influir a favor de la derecha en las próximas elecciones del país del tango.
La ley venezolana prohíbe exportar una cantidad de dólares de esa magnitud sin la debida declaración; es más, ésta debe hacerse a partir de diez mil un dólares. Ya, de acuerdo con esta disposición, la maleta y el maletero de marras, metieron o intentaron meter una culebra. Aquí, en Venezuela, la metieron. Pues los dólares de manera ilegal se llevaron. Y lo que es peor, la carga ofídica viajó en avión contratado por una empresa argentina (Enarsa), que mantiene relaciones de negocios con PDVSA y entre los pasajeros se contaron altos gerentes de una y otra.
Pero lo que hace más grave el mencionado asunto es que, el presunto contrabandista de dólares, según diversas fuentes, hasta ahora no desmentidas, no debía estar entre quienes abordasen el avión. Su presencia la explican como un invitado de última hora. Y esta es otra culebra, pues ya son varias, el animal se reproduce; uno de a pie, quien cree en el proceso revolucionario, se pregunta admirado y consternado, de ser veraz la información, ¿qué carajo hacía allí, entre gerentes de PDVSA y Enarsa, en vuelo a Buenos Aires, aquel extraño pasajero con una boa enorme metida en una maleta. ¿Por qué y para qué se le invitó? ¿Cuál es el objeto de propiciar aquel escándalo? ¿No será esto toda una escaramuza o un invento, de quienes interesados están en frustrar el proceso revolucionario venezolano y la estrategia de unir a los pueblos de Suramérica? ¿No habría, en el fondo de todo esto, un intento de frustrar los acuerdos a que se llegaron entre el gobierno argentino y el venezolano? ¿Seguimos siendo tan ingenuos y desprevenidos para que, quienes interesados estén, puedan violar fácilmente nuestra seguridad y prestigio?
El gobierno nacional no sólo debe investigar a fondo este enojoso asunto y poner las cosas en su sitio. Si queremos barrer con los vicios de las viejas repúblicas, de la cuarta para atrás, no podemos tener contemplación.
El maletero no es funcionario del gobierno, eso lo ha dejado claro el gobierno nacional, pero bien vale la pena averiguar si hubo contubernio entre aprovechadores subalternos. ¿Por qué aquel tipo con tan extraño equipaje abordó ese avión? ¿De cuales medios se valió para lograr su fin?
. No podemos conformarnos con lo que hagan las autoridades argentinas. Enarsa, empresa poderosa de aquella nacionalidad y encargada de contratar el vuelo, no puede dejarnos en la luna.
No importa si fue culebra, caimán o vaca lo que detuvo al aeropuerto de Barcelona, pero este ofidio que salió de Charallave (Venezuela) y llegó de contrabando a Buenos Aires, hay que matarle por la cabeza. No puede quedar reptando por allí, sin que se presenten los “actos conclusivos”, como suele decir el fiscal, para que inocule su veneno cuando el asunto parezca olvidado. Además, actos como esos están reñidos con la cultura revolucionaria.
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