“Una cosa es cierta: quienes más hablan en el Metro en la mañana, son los que tienen mal aliento”
Cuando hablan de corrupción algunos personeros que laboran en el Estado hacen como en aquella línea bíblica; “tiran la piedra y esconden la mano” No aceptan que ellos igualmente se vistieron de rojo rojito para enchufarse en la ristra del Estado, porque”yo tengo una foto con Chávez en Yare y eso me identifica como camarada”. Un corrupto no es aquel que se consiguió un trabajito en la Alcaldía Menor o Mayor, en un ministerio o en el Concejo Municipal de “Oreja de Caimán” después de haber laborado en los gobiernos de la IV-R.
Todos somos venezolanos y ningún partido tiene diez millones de acólitos. Recuérdese que somos casi 28 millones de habitantes y sí existen en nuestra nación como cien partidos políticos, ¿entonces? La verdad es que en los entes del Estado trabajan los mismos adecos y copeyanos de otrora. Este gobierno no es sectario. Sí son corruptos o no, he ahí el gran drama. Ahora los verdaderos corruptos son los que entraron con este gobierno y corruptean de lo lindo, porque se supone que deben dar ejemplo; los corruptos de antes lo que deben dar es lástima.
Estar con la revolución no es andar mirando gatos en sacos de pescados. Ni dejando zamuro cuidando carne. Estar con la Revolución significa ser aséptico, limpio, sano, desprendido. ¿Cómo se siente un sujeto que antes de comenzar a gobernar Chávez no poseía más que un humilde apartamento para habitar con su familia y que hoy se cambió de ese lugar porque “ha progresado?”. Un militante de la Revolución debe ser austero, pero no conformista: debe anhelar que su pueblo progrese, que pueda adquirir una vivienda, estudiar, alcanzar un nivel de vida cónsone con el mundo actual, con sus comodidades, con los elementos necesarios para desenvolverse con facilidad en este cada vez más profundo mundo de proyecciones cibernéticas.
Pero un Revolucionario no puede utilizar la retórica para despotricar, para mirar corruptos por todas partes, “mientras la viga le perfora el ojo de la avaricia”. No se puede juzgar al prójimo desde una butaca que no nos corresponde. No podemos deplorar la actitud de alguien mientras observamos ante nuestros ojos objetos que antes no teníamos y que hoy no encandilan con un brillo de lujo y de nuevo riquismo. La corrupción más dañina es la que produce un REVOLUCIONARIO. Poseer una amplia oficina, con todos los detalles y que tengamos las bolas de colocarle un letrero afuera que diga: “Anúnciese antes de entrar” es una prueba evidente de que la corrupción de la egolatría nos ha atrapado. La vanidad y la egolatría son propias de imbéciles, de “sellados históricos por el analfabetismo”
Por eso dan lástima ciertos sujetos que viven denunciando corrupción. Creemos que lo que sienten es envidia por la Hummer que conduce el denunciado mientras que él apenas debe conformarse con una Terios. Eso no es Revolución. Por ejemplo la sencillez que demuestra el Presidente debería ser un punto de apoyo. Pero no es así. Algunos que fueron en el pasado hombres y mujeres de barrio, que vieron en el actual gobierno un camino para combatir en pro de la patria y sus habitantes, han sufrido de aquello que atrapó a Gregorio Samsa el personaje de Kaffka: la metamorfosis. Hoy sus hijos van a escuelas que no son precisamente bolivarianas. Poseen cierta comodidad económica, viajan al exterior, adquieren cosas que no son de factura nacional y hasta se arrechan cuando no son complacidos en sus expansionismos comerciales por el gobierno. Los que han saltado las talanqueras, traicionando a Chávez y al proceso, no tienen nada que envidiarle a estos piojosos que con el cuento de que “se retrataron con Chávez” se imaginan que eso le da derecho a despotricar de los demás, llamar corruptos a quienes quieran, mientras el esplendor de las cosas adquiridas en la Revolución que se dicen respaldar, le hacen llorar los ojos en la riqueza más miserable que pueda tener un hombre: la QUE PRODUCE EL ENGAÑO. No quiero camaradas corruptos; huelen a “adreim”, léase al revés.
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