Alquimia Política

Un escritor, con sus fantasmas

Jorge Luis Borges (1899-1986), nació en una Buenos Aires con espíritu de "arrabal" y cantos "melancólicos"; su vida transcurriría entre las ideas de una Europa revolucionaria, herida a muerte por los continuos enfrentamientos en la búsqueda de una unificación política y territorial, y una América Latina buscando su identidad, en un mar de utopías y realidades.

Borges desarrolló una gran capacidad de sensibilidad; la relación con su madre, doña Leonor Acevedo de Borges, marcó de manera trascendental sus pasos intelectuales; se hizo hombre escribiendo y fantaseando; su primer relato, escrito a los ocho años, "La visera fatal", es una muestra elocuente del dominio del lenguaje a través de la descripción de escenarios internos, propios de los impulsos psicológicos y los traumas depresivos de la insatisfacción. Este primer relato tuvo como inspiración un episodio del Quijote, lo admirable del esfuerzo creativo es la madurez de reflexión que demostraba tener a tan temprana edad. Otra muestra de genialidad fue la traducción de "El príncipe Feliz", de Oscar Wilde, donde demostró una comprensión bastante aceptable del inglés y lo motivó, a sus nueve años de edad, a continuar su experiencia con otra lengua escribiendo poemas. Aunque esta última fase, la dejaría rápidamente convenciéndose de que era muy temerario explorar otras estructuras lingüísticas que no provenga de la esencia de comunicación de un hombre, puesto que el lugar donde se nace y se aprenden las primeras frases, es determinante para la edificación de un estilo propio de expresión escrita.

El joven Borges, quien estudiaría en Ginebra los fundamentos filosóficos y culturales de un siglo XX aún naciente, al culminar su etapa preparatoria se traslada de nuevo a su Buenos Aires de siempre y con él llega a tierras gauchas el "ultraísmo", representación del modo de acometer las sensaciones y diversificar la energía del pensamiento.

La década de los cuarenta se inaugura con las creaciones literarias de un Borges repleto de sensaciones e historias, acerca del entorno tumultuoso que le ha tocado vivir y observar, en una Buenos Aires inmersa en calor humano y con calles congeladas por un invierno arrasador. Se dan a conocer sus relatos breves bajo el nombre de El jardín de senderos que se bifurcan (1941), obra de una poderosa originalidad, donde se cuentan historias que no pueden precisarse en un espacio y tiempo real, porque brotan en diversas direcciones sus ideas : de lo fantástico a lo utópico, de lo utópico a lo real, de lo irreal a lo real, de lo falso a lo verdadero, de las mentiras a lo fantástico, etc.; en fin, gran cantidad de información que tan solo se puede pensar como producto de una imaginación fructífera que en vez de ahondar sobre el "hombre y sus fantasmas", construye, como aquel "pequeño arquitecto del universo" de J.M. Briceño Guerrero, un mundo adaptado a nimiedades, a necesidades y a verdades cercanas y distantes al hombre mismo.

Luego vendrían Ficciones , Artificios (1944) y Aleph (1949); a estas narraciones , las más conocidas de Borges, se unen otros ejercicios, de más vieja data , como Inquisiciones(1924), El tamaño de mi esperanza(1926), El Idioma de los argentinos( 1928) e Historia Universal de la Infamia (1935); los cuales son una clara demostración del género de "ensayística fantástica", donde predominan los comentarios sobre literatura española y rioplatense, y en algunos hizo gala de abundantes expresiones locales y licencias ortográficas que pretendían lo autóctono: manifestaciones de argentinidad que repudiaría más tarde.

El interés de Borges es la tradición literaria nacional, la gauchesca, sobre todo; el mundo visto a través del arrabal buenarense que se manifiesta magistralmente en su escrito Evaristo Carriego (1930). Las obras que se han nombrado son quizás las más populares, pero en el repertorio borgeano abundan otras obras de una elevada tilde literario que son reconocidas en los ambientes intelectuales del mundo: Discusión (1932), Historia de la Eternidad (1936) y Otras inquisiciones (1952), por nombrar tres representativas.

La poesía ha sido fue un pretexto creador para Borges, al cual dió diversos matices. Como se dijo al comienzo, su relación con la palabra y el verso, se produjo por la vía temeraria de experimentar expresarse en inglés (también probó suerte en francés), pero al percibir lo limitado de estos idiomas para transmitir el efecto y sensaciones de su espíritu gaucho, pronto desistió seguir con el ejercicio y lo llevó al plano más serio y comedido de su lengua materna: el español. Escribió constantemente poesía, conociéndose principalmente sus libros: Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925), Cuaderno San Martín (1926), El Hacedor (1960), El Otro, el mismo (1964), Para las seis cuerdas (1969), y El oro de los tigres (1972).

Borges cumpliría un ciclo a sus cincuenta y seis años de edad (hacia 1955), cuando por esos avatares del destino pierde la vista (producto de una enfermedad hereditaria) y es consumado al mundo de la oscuridad irreversiblemente. Es una etapa difícil en el creador, ya no puede continuar con sus "hobbis" preferidos, la lectura y las imágenes del paisaje buenarense; y no puede, por si mismo, continuar creando en el formato solitario y personal, su obra intelectual. Tendría la presencia de su madre, casi secretaria privada del escritor, y algunos discípulos que veían en el maestro la fuente de sabiduría necesaria para crecer y expandir la energía del conocimiento. Aunque doña Leonor lo acompañaría por poco tiempo. El pensamiento de Borges se inclina hacia el nominalismo y el realismo; su visión del mundo pertenece a una tradición que insiste en la condición arbitraria del lenguaje, en su incapacidad de dar cuenta de la multiplicidad del universo. Sus argumentos develan un espíritu ático indomable, muy al estilo de Mauthener y Wittgenstein.

Para Claude Mauriac, crítico y ensayista francés (autor de uno de los mejores trabajos biográficos acerca de Marcel Proust, Proust, por él mismo, 1969), Borges se vale de la repetición, la insistencia, una serie de mundos insertos unos en otros, una realidad que se confunde con el sueño aunque no sea una de sus virtualidades, despertares que son la entrada a otro sueño. Estos son los modos de expresión, éste es el universo de Jorge Luis Borges desde que renunció a las mitologías de arrabal para jugar con el tiempo y con el infinito.

Sin duda, la literatura de Borges nos acerca no solamente al imaginario latinoamericano de una patria libre e independiente, fuera de las ataduras culturales de la Europa primera, sino que nos invita a conocer sus fantasmas que está allí, interactuando con cada personaje y cada idea cargada de ritmo, sol y nostalgia buenarense.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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